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¿De qué os alegráis, xenófobos?
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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¿De qué os alegráis, xenófobos?

La ultraderecha se alegraba este viernes, luego de sus palabras vacías de condolencias. Daban por hecho que el asesino era musulmán, así que convirtieron su luto en campaña electoral

Foto: La policía alemana frente al centro comercial de Múnich donde ha ocurrido su tiroteo. (EFE)
La policía alemana frente al centro comercial de Múnich donde ha ocurrido su tiroteo. (EFE)

Lo que más me duele a mí, que no he perdido seres queridos en Múnich, a mí, que veo todo esto por la ventanilla de las redes sociales y los periódicos y ando tan sobreinformado y contrainformado que casi siento indiferencia, es precisamente mi indiferencia. Je ne suis pas Munich, je ne suis pas Niza, je suis juste un pauvre homme du siècle XXI, et ma civilisation et la civilisation des autres hommes est attaquée, et personne ne sait pourquoi, bien que beaucoup de gens disent le savoir.

[Lea aquí toda la información en directo sobre el tiroteo en Múnich]

Mi pregunta más urgente sobre la guerra civil española o la de Siria o la de Irak o el horror de Nigeria o de Somalia, es cómo se las apañan para vivir allí los pepes y los pacos, las marías y las paulas. ¿Cómo se levantaban en una mañana cualquiera del Madrid asediado sabiendo que a las tres un obús los podía despanzurrar? ¿Cómo salen de la cama en Siria cuando éste es, de nuevo, el día en que puede llamar a la puerta un soldado comunicando a la madre que su hijo ha sido asesinado? ¿Cómo estar a salvo, dónde estar a salvo en un mundo como éste? Los clientes del centro comercial de Múnich creían estarlo. ¿Cómo se recuperarán los supervivientes? ¿Irán el mes que viene a comprar?

Los escritores dejan la respuesta escondida entre los anaqueles: uno se acostumbra o se vuelve loco. Indolencia o locura, dos caras de una moneda. Arturo Barea permaneció en Madrid durante la guerra. Trabajaba como censor en el edificio Telefónica, que servía de frontón para las bombas que caían en la Gran Vía. Él empezó a volverse loco como esas niñas kurdas, refugiadas en Grecia, a las que mi amigo Joaquín Müller y su mujer Rocío están ayudando tanto con su propio dinero: les asusta el ruido de un tren, un portazo, un paso demasiado fuerte, una cacerola caída. Les asusta hasta la histeria cualquier ruido inesperado.

Lo que me duele más es la verdadera alegría en esa tropa que se jacta de lo mucho que sabe, del "os lo dije", de sus palabras vacías de condolencias

En tiempos de violencia, la muerte siempre es un ruido inesperado. Y la locura es la primera amenaza. ¿Cómo estaremos a salvo de esa locura aquí, cuando nuestras pantallitas nos traen cada semana nuevos golpes inesperados, tan fuerte y tan cerca? Este viernes murieron diez en Múnich y a mí ya no me quedan dedos en la mano para contar. Poco a poco iban llegando las noticias: todavía no saben si llamar terrorista o loco al muchacho de 18 años que gritaba después de matar, en la azotea de un edificio, que es un ciudadano alemán. Pero en mitad de mi indiferencia, de la indolencia ante una noticia más de tiroteos en mi Europa, empiezan a dolerme otras cosas.

"No al islam", veo por las redes, y detecto, esto es lo que me duele más, verdadera alegría en esa tropa que se jacta de lo mucho que sabe, del "os lo dije". La ultraderecha alemana se alegraba el viernes, luego de sus palabras vacías de condolencias. Daban por hecho que el asesino de Múnich era musulmán, así que convirtieron su luto en campaña electoral y repitieron esa insensatez de que hay que echar a los extranjeros y cerrar las fronteras a cal y canto.

Es esta alegría enfermiza de los xenófobos lo que me duele hoy. Sobre todo, de los xenófobos de España. Me refiero a los xenófobos que me llaman "buenista" o "estúpido" porque sigo diciendo que el terrorismo islámico mata sobre todo a musulmanes y no me conformo con explicar la barbarie cargando las tintas en la palabra "islam". Y más, cuando ni siquiera parece haber una motivación política en la masacre de este viernes. Así que me pregunto de qué os alegráis, xenófobos, si ni siquiera tenéis razón, como creéis.

Lo que más me duele a mí, que no he perdido seres queridos en Múnich, a mí, que veo todo esto por la ventanilla de las redes sociales y los periódicos y ando tan sobreinformado y contrainformado que casi siento indiferencia, es precisamente mi indiferencia. Je ne suis pas Munich, je ne suis pas Niza, je suis juste un pauvre homme du siècle XXI, et ma civilisation et la civilisation des autres hommes est attaquée, et personne ne sait pourquoi, bien que beaucoup de gens disent le savoir.

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