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Iglesias y Rivera: donde dije quimioterapia, digo homeopatía
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Iglesias y Rivera: donde dije quimioterapia, digo homeopatía

¿Cómo se pasa del imperativo al condicional suplicatorio? ¿Qué ha pasado con la gorra de comisario de Ciudadanos? ¿Dónde queda la horizontalidad de Podemos?

Foto: Albert Rivera y Pablo Iglesias. (EFE)
Albert Rivera y Pablo Iglesias. (EFE)

Uno de los peores síntomas de las enfermedades venéreas es el rechazo social. Una esquela que nos recuerda que un soldado murió heroicamente atravesado por las balas es mucho más frecuente que una que diga: “Luchó en defensa de la civilización y cayó heroicamente tras pillar la sífilis en tierras lejanas”.

Cuando una puta coge la sífilis en el desempeño de sus labores, los moralistas dicen que es culpa suya. Casi puedo oírlos: ¡eso le pasa por guarra! Pero si el moralista conociera a la chica en una cafetería y descubriera que es una mujer tridimensional con problemas, esperanzas y quebraderos de cabeza en varios planos de profundidad, entonces diría: “No, no seáis crueles con Zafiro, no es como las demás”. En seguida sospecharíamos que también es cliente de Zafiro.

Algo parecido a esta fábula de dos céntimos ha pasado con los nuevos políticos. Llegaron como moralistas dando discursos sobre la pureza del alma humana. Confiaban en que la frontera entre el bien y el mal se distinguía igual con prismáticos que con gafas de cerca, pero al ascender hacia las altas esferas han cambiado sus planteamientos a la velocidad de... bueno, de políticos.

Ni siquiera un gallego está dispuesto a soportar a unos tíos que no dejan claro si suben o si bajan por la escalera que va de la socialdemocracia al comunismo


Podemos promovía la democracia directa. Yo recuerdo a Iglesias asegurando después de las europeas que se iría a su casa si perdía unas elecciones, que eso de agarrarse al cargo era propio de la casta, pero de la democracia directa a la democracia orgánica hay un camino más corto que la línea recta.

El divorcio de la formación con las Mareas ha estado muy cerca. Anoche, 'in extremis' anunciaron que seguirán juntos de alguna manera. Este enfriamento es la consecuencia de este cambio de valores y de la palabrería hueca. Ni siquiera un gallego está dispuesto a soportar a unos tíos que no dejan claro si suben o si bajan por la escalera que va de la socialdemocracia al comunismo, de mandar a obedecer, de España a la plurinacionalidad y del 15-M a los adoquines duros y cuadrados del suelo de la Puerta del Sol.

Divierte también el caso de Ciudadanos. Le han impuesto a Rajoy seis condiciones como quien le da un niño zoquete un cuaderno Rubio para que haga ejercicios de caligrafía en vacaciones. Ciudadanos empezó con dedo acusador y ahora parece un frigodedo. Es el que levanta la mano y saluda cuando una chica se queda sin novio. Ayer era el PSOE y hoy es el PP. Grandes aptitudes sociales para haber criticado tan duramente la política “de amiguetes”.

Ciudadanos le ha impuesto a Rajoy seis condiciones como quien le da un niño zoquete un cuaderno Rubio para que haga ejercicios de caligrafía en vacaciones


Al oír las seis condiciones, el PP ha hecho como que se lo va a pensar, y así copan la agenda informativa de verano. Van levantándose de la tumbona distintos diputados para decir que se lo están pensando y que al daiquiri le falta un poco de hielo.

¿Por qué ayer era un no a Rajoy y hoy es un sí con seis condiciones? ¿Cómo se pasa del imperativo al condicional suplicatorio? ¿Qué ha pasado con la gorra de comisario de Ciudadanos? ¿Dónde queda la horizontalidad de Podemos? ¿Por qué pidieron el voto para extirpar el cáncer y hoy defienden la homeopatía? Porque la intolerancia a la corrupción es inversamente proporcional a la cercanía con el corrupto.

A los españoles nos gustan las historias edificantes, protagonizadas por personas dignas y puras que dicen que jamás se harían amigos de un depravado. Leer la peripecia de sus vidas nos causa el mismo efecto que la noticia de un bombero que salva heroicamente a una vieja de morir abrasada por las llamas. Podríamos decir que en su lugar haríamos lo mismo, pero a los escritores españoles también nos parece fácil escribir un relato como Kafka y cuando nos ponemos a ello nos sale más bien una kafkita.

Uno de los peores síntomas de las enfermedades venéreas es el rechazo social. Una esquela que nos recuerda que un soldado murió heroicamente atravesado por las balas es mucho más frecuente que una que diga: “Luchó en defensa de la civilización y cayó heroicamente tras pillar la sífilis en tierras lejanas”.

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