Es noticia
El amor, la religión y los drones
  1. Sociedad
  2. España is not Spain
Juan Soto Ivars

España is not Spain

Por

El amor, la religión y los drones

El guiri, la novia y el dron estaban allí plantados. De pronto, el aparato se elevó vertiginosamente en el aire emitiendo un zumbido. Todo el mundo se giró a mirar

Foto: Grúas trabajando en la Sagrada Familia de Barcelona. (Reuters)
Grúas trabajando en la Sagrada Familia de Barcelona. (Reuters)

Ayer había un tío con un dron en la calle. Iba con el dron flotando a un lado y con la novia al otro, el mando del cacharro entre las manos, los ojos fijos en la pantalla de LCD para ver el mundo un poco por encima de su hombro.

Se habían parado delante de la Sagrada Familia. Había un hormigueo constante de turistas. El templo de Gaudí ya no es humano: es un termitero que los hombres han intentado conquistar con cemento y con grúas, pero se venga inundando Barcelona con sus legiones de hormigas.

Bueno, el guiri, la novia y el dron estaban allí plantados. De pronto, el aparato se elevó vertiginosamente en el aire emitiendo un zumbido. Todo el mundo se giró a mirar, tratando de descifrar ese sonido extraño. Cuando detectaron el dron en lo alto empezaron a señalarlo como si fuera un ovni. De pronto, a la multitud le parecía mucho más interesante el dron que esa catedral a medio hacer y cubierta de cemento. Había entre la gente expresiones de maravilla, de curiosidad y de envidia.

Alguien se acercó al hombre del mando y le hizo una pregunta. El hombre, que no hablaba ese idioma, empezó a responder en inglés sin dejar de mirar la pantalla del mando a distancia. Habló sobre aspectos técnicos de su artilugio, mientras el que le preguntaba asentía. Siguió hablando mientras el otro ponía cara de prisa y enfocaba las puntas de sus chancletas en dirección contraria a su interlocutor. Al final, el preguntón se alejó del hombre con esa urgencia que nos aparta de los pesados.

Mientras, el dron tomaba fabulosos planos aéreos de la multitud a las puertas del templo. Muchos saludaban mirando hacia arriba. Por un momento fue como si el Espíritu Santo hubiera salido por una ventana del templo, esta vez como un dron y no como una paloma, tomando imágenes de la humanidad desde el cielo. Así es como os está viendo Él. Sonreíd.

La novia permanecía parada a unos metros del hombre y miraba la Sagrada Familia con esa expresión que reservamos para familiares indeseables que se nos meten en casa. Hacía mucho calor.

El dron describió una voltereta en el aire y entre la multitud surgieron algunas exclamaciones de asombro. Después, se deslizó por el aire sobre las cabezas engorradas, flotó hacia su dueño suavemente y se paró a unos centímetros de su cara. Él llamó a su novia sin dejar de mirar el mando. La novia se llamaba Jana o Ana. Obediente, se acercó al hombre, que le pasó un brazo sobre los hombros achicharrados manejando el mando con la otra. Los dos esbozaron una sonrisa y la miraron a través de la pantalla. Ella saludó al dron con la mano. El hombre también enseñó los dientes. Le dio un beso en la cabeza a la mujer y volvió a mirar la pantalla.

El aparato los observaba flotando con indiferencia.

Ayer había un tío con un dron en la calle. Iba con el dron flotando a un lado y con la novia al otro, el mando del cacharro entre las manos, los ojos fijos en la pantalla de LCD para ver el mundo un poco por encima de su hombro.

Barcelona