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Rajoy intenta inducir el coma a 6 diputados del PSOE para que voten sí
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Juan Soto Ivars

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Rajoy intenta inducir el coma a 6 diputados del PSOE para que voten sí

Rajoy generó bostezos desesperados entre la oposición mientras los populares aplaudían de vez en cuando tan autistamente como el público de un concierto de Luis Eduardo Aute

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

Si las elecciones son la fiesta de la democracia, el debate de investidura es el 'after'. Después de 181 días de resaca desde que Pedro Sánchez se tomó la última, la presidenta del Congreso dio la bienvenida a todos los diputados e hizo jurar el cargo a dos nuevos, Víctor Valentín y Ciprià Císcar, posiblemente el político con un nombre más molón desde Práxedes Mateo Sagasta. Sin embargo, ni la sonoridad festiva y estimulante de la palabra 'Císcar', que Ana Pastor había pronunciado con su habitual entusiasmo, fue suficiente para contrarrestar la avalancha de muermo que se avecinaba.

El discurso de Mariano Rajoy empezó a la misma hora que 'Amar es para siempre' y provocó los mismos efectos secundarios. Cuando los congresistas de Estados Unidos quieren bloquear una ley, leen página a página la guía telefónica durante horas. Rajoy, para desbloquear la situación, tiró de un recurso todavía más tedioso. Mi hipótesis es que pretendía conseguir esos seis votos que le faltan induciendo un coma a seis diputados al azar, pero por suerte la votación se hace al día siguiente. Saldrá que no, como parece inevitable, pero si yo fuera Rajoy no me importaría, porque tiene un gran futuro como comentarista de tenis o narrador de documentales de La 2.

Foto: Primera jornada del debate de investidura. Opinión

Solo sus marianadas o desafíos a la lógica fueron estimulantes. Dijo, por ejemplo, que “la necesidad de Gobierno en España se ha convertido en un clamor popular”, para añadir después que “durante el último año España ha tenido el mayor crecimiento económico de las grandes economías europeas”. Esta clase de saltos en el pensamiento lógico desató la protesta de algunos diputados, que bostezaron amenazadoramente.

En otros momentos lograba despertar mustias pasiones. Dijo que “salimos de una crisis sin devaluar moneda” (murmullos de incredulidad) “y sin recurrir al endeudamiento exterior” (el murmullo se convirtió en una débil protesta). Este presidente, con quien en cuatro años la deuda pública aumentó del 68% al 100%, terminó el razonamiento asegurando que no se puede gastar lo que no se tiene.

Así pasó esa hora y media larga que duró la lectura del discurso de Rajoy, posiblemente confeccionado en colaboración con los laboratorios de la Dormidina

Quizá consciente de que desafiaba incluso al sentido común, por lo demás casi inexistente en el Congreso de los Diputados, sacó la artillería. Generó bostezos desesperados entre la oposición mientras los populares aplaudían de vez en cuando tan autistamente como el público de un concierto de Luis Eduardo Aute.

Los dardos retóricos que disparaba el presidente venían con la punta mojada en orfidal. Lanzó conceptos tan aburridos como "ribera mediterránea sur", "sector agropecuario" o "amenazas de carácter transversal", y siguió por esta senda de terciopelo asegurando que tenemos que adaptarnos a los cambios tecnológicos del mundo digital.

Seguro de que su estrategia para lograr seis votos a favor por cabezada estaba funcionando y que el primer Gobierno narcoléptico de la historia de España podría llegar a constituirse, decidió provocar un poco de revuelo hablando de la unidad nacional. Como es bien sabido, los independentistas se ponen frenéticos con este tema, que por algún motivo ignorado por la ciencia es cocaína para ellos y opio para todos los demás.

En fin. Así pasó esa hora y media larga que duró la lectura del discurso, posiblemente confeccionado en colaboración con los laboratorios de la Dormidina. Los ujieres retiraron los cuerpos yacientes de varios diputados y periodistas, y Ana Pastor dio por concluida la primera jornada de la segunda investiblanda de la democracia española.

Si las elecciones son la fiesta de la democracia, el debate de investidura es el 'after'. Después de 181 días de resaca desde que Pedro Sánchez se tomó la última, la presidenta del Congreso dio la bienvenida a todos los diputados e hizo jurar el cargo a dos nuevos, Víctor Valentín y Ciprià Císcar, posiblemente el político con un nombre más molón desde Práxedes Mateo Sagasta. Sin embargo, ni la sonoridad festiva y estimulante de la palabra 'Císcar', que Ana Pastor había pronunciado con su habitual entusiasmo, fue suficiente para contrarrestar la avalancha de muermo que se avecinaba.

Mariano Rajoy