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Terminó la función: nuestros acreedores ya tienen a Rajoy
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Juan Soto Ivars

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Terminó la función: nuestros acreedores ya tienen a Rajoy

La lucha por el poder articulará nuevas palabras mientras nuestros acreedores europeos nos gobiernan. 'The show must go on'

Foto: El reelegido presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)
El reelegido presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)

Este sábado, la democracia española se repantingó en el sillón vacío de Sánchez, se soltó el cinturón y liberó la panza del cerco de la hebilla. Había terminado el periodo de interinidad y se esfumaba el riesgo de una tercera convocatoria de elecciones. El suspiro triste de Antonio Hernando después de pronunciar la palabra “abstención” traspasó las puertas del edificio: lo oyeron los leones de la entrada, aliviados porque temían que los volvieran a convertir en cañones; pasó sobre el grupo de indignados que rodeaban a los policías que rodeaban el Congreso, y se dispersó por los cuatro confines hasta llegar a la Comisión Europea. Al oír la buena nueva, nuestros acreedores salieron disparados con el frac camino de la Moncloa.

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Llevaban un maletín vacío colgando de la mano destinado a transportar los cinco mil quinientos millones de euros (5.500.000,00 €) de ajuste, que serán la piedra de la discordia cuando toque aprobar estos presupuestos de los que usted me habla. ¿De dónde sacarlos? Rajoy asegura que defenderá el interés general, pero ¿qué partidas pueden sostener esas palabras? ¿Acaso no se ha ido sisando hasta ahora del sagrado monedero de nuestros abuelos? Entonces, ¿de dónde ahora? Y más importante: ¿cuáles serán las partidas intocables para este PSOE extraño que tiene la S más por Schrödinger que por la vieja palabra?

Con una mano dará titulares, hará reproches y exigencias al PP, pero con la otra el PSOE firmará cualquier cosa que evite que Rajoy disuelva las Cortes

Porque el PSOE está muerto y no lo está al mismo tiempo. Del PSOE, o más bien de lo que dure su crisis interna, depende la gobernabilidad. Mantendrá un perfil de oposición beligerante en lo verbal y una complacencia estratégica y lisonjera hacia cualquier cosa que ponga en peligro su derecho a permanecer en boxes, es decir: con una mano dará titulares, hará reproches y exigencias al PP, pero con la otra firmará cualquier cosa que evite que Rajoy disuelva las cortes y los mande a elecciones antes de la puesta a punto.

Será porque el presidente lo sabe, que durante su último discurso en funciones se desprendió de la retranca con la que nos había divertido en las sesiones anteriores. La mano que se suponía tendida se retrajo, y en el primer minuto había aparecido en su cara el viejo destello verde de visera de contable. Ya notaba el aliento de Bruselas en el cogote.

Foto: Elvira Fernández, Alberto Núñez Feijóo y Javier Fernández juntos en la tribuna. (EFE)

Luego hubo una pausa para que Gabriel Rufián diera su recital cursi de poesía y por poco vuelan las sillas por encima de las cabezas. Tras una serie de invectivas infestadas de pedantería, pasó a leer los mensajes que supuestamente le habían enviado socialistas decepcionados. Dijo palabras del campo semántico de “traición”, que golpearon el orgullo de los abstencionistas del PSOE. Podía haber sido una trifulca más, pero a la hora de los aplausos se retrató la debilidad estratégica de Podemos en el Congreso.

Los morados aplaudieron a Rufián y al diputado de Bildu. Cuando Antonio Hernando reprochó al indepe que los hubiera llamado rufianes, se levantaron para aplaudir los diputados del PSOE, el PP y Ciudadanos. Mientras aplaudían estos tres partidos, Pablo Iglesias se encogía de hombros como diciendo que los tres son la misma cosa. Dicho de otra forma: Podemos, con cinco millones de votos, se burlaba de la unión aplausística de tres partidos que representan, por su parte, a quince millones de personas.

Dicho de otra forma, Podemos se aisló entre independentistas. Mal negocio si pretenden gobernar algún día. Pero calma, señora. ¿Cuánto duran las palabras y los aplausos de los políticos? Vamos a pensar en el largo plazo: en ese momento, Sánchez debía andar ya por Córdoba con su coche. Por la mañana había entregado su acta y declaró la guerra a la gestora. Prometió que buscaría apoyos entre la militancia de cara a futuras primarias.

¿Cuál será la guerra de Sánchez? Yo creo que Borrell lo expresó con claridad: la única posibilidad de gobierno para el PSOE pasa por hacer las paces con Podemos, y viceversa.

Así que lo que ha empezado no es un gobierno del PP, sino un ciclo frenético en el que los partidos de izquierdas van a buscar nuevos puntos de apoyo y de equilibrio. La lucha por el poder articulará nuevas palabras mientras nuestros acreedores europeos nos gobiernan.

'The show must go on'.

Este sábado, la democracia española se repantingó en el sillón vacío de Sánchez, se soltó el cinturón y liberó la panza del cerco de la hebilla. Había terminado el periodo de interinidad y se esfumaba el riesgo de una tercera convocatoria de elecciones. El suspiro triste de Antonio Hernando después de pronunciar la palabra “abstención” traspasó las puertas del edificio: lo oyeron los leones de la entrada, aliviados porque temían que los volvieran a convertir en cañones; pasó sobre el grupo de indignados que rodeaban a los policías que rodeaban el Congreso, y se dispersó por los cuatro confines hasta llegar a la Comisión Europea. Al oír la buena nueva, nuestros acreedores salieron disparados con el frac camino de la Moncloa.

Mariano Rajoy Antonio Hernando Moncloa Gabriel Rufián Pedro Sánchez