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Juan Soto Ivars

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Errejón es un genio

Entre Iglesias y Errejón, falta lo que convierte las batallas en guerras: no hay pugna por el liderazgo, o no es la pugna que dejan ver

Foto: Íñigo Errejón (i) y Pablo Iglesias.
Íñigo Errejón (i) y Pablo Iglesias.

No me creo que haya guerra interna en Podemos por una razón muy simple: es exactamente lo que parece. Tragarse la imagen que dan los políticos a través de los medios es tan arriesgado como aventurarse a una cita habiendo visto un selfi de Instagram. Nadie, salvo Pedro Sánchez, corre por las radios como un pollo sin cabeza en un arrebato de sinceridad, y ya sabemos cómo le salió la jugada. La sangre se calienta para enfriarse más tarde. Los sectores del partido que apoyaron a Sánchez en su siroco dejaron pasar los días, recapacitaron y le mostraron un bloque de espaldas. ¿Cuántos amigos le quedan a 'Píter'? No lo sabremos hasta el comité. Seguramente no lo sepan ni ellos hasta entonces.

Cada organización tiene su manera de exhibir las luchas de poder. El PP, un partido lleno de trepas hasta la bandera, donde muchos yogurines ven presidentes por los espejos, es una empresa especializada en el disparo con una almohada a modo de silenciador. Por un lado tienen a Mariano Rajoy, que hace desaparecer a sus rivales con la sutileza de la niebla compostelana, con la mano de hierro envuelta en un guante de terciopelo; por otro, la gente de derechas no tiene los problemas con la autoridad que son la tradición de la gente de izquierdas.

El equilibrio de la derecha se basa en la obediencia y el de la izquierda en la discusión asamblearia

El conservador, de formación jesuita, conspira callando. Mientras habla el jefe, enmascara tras una expresión de ángel de Botticelli sus planes de magnicidio. El izquierdista, en cambio, es bocazas porque viene de la tradición del materialismo dialéctico y suelta en voz alta lo primero que le pasa por la cabeza. El equilibrio de la derecha se basa en la obediencia y el de la izquierda en la discusión asamblearia. Para el conservador, el poder emana de la autoridad; para el izquierdista, de la 'auctoritas'.

Por eso los conservadores no hacen huelgas pero acaban dirigiendo las empresas. La concepción del trepa en las derechas gira en torno a la prudencia, el cálculo y la escaramuza bien planeada, mientras que la pugna del poder en las izquierdas es el sueño de ganar la discusión convenciendo al proletariado en el hangar de la fábrica. En la derecha, cuando un líder satélite se pone el mundo por montera, acaba como Aguirre: ayer, la última esperanza blanca, y hoy una señora loca que se dedica a hacer vídeos por la Gran Vía, como ese 'youtuber' que se llevó el tortazo por llaman 'cara anchoa' a un repartidor.

¿Qué está pasando en Podemos? Sí que hay, bajo manta, una guerra entre facciones, pero como en Roma, los cardenales soplan el cafecito mientras se dan de hostias los fanáticos. En los círculos hay mucha gente cabreada, pero a estas alturas deberíamos haber aprendido a desconfiar de los arrebatos de furia colectiva que se expresan en las redes sociales. A tuit puesto, tuit muerto. La efervescencia en 140 caracteres hace suponer que la batalla concluirá sin demasiadas víctimas. Algún 'unfollow', poca cosa, porque en realidad, entre Iglesias y Errejón, falta lo que convierte las batallas en guerras: no hay pugna por el liderazgo, o no es la pugna que dejan ver.

En realidad, todo el rifirrafe podemita se reduce a eso: el equilibrio entre un líder narcisista y un estratega con frialdad ideológica y visión a largo plazo

He leído lo que Sergio del Molino llama “epístola de Pablo a los errejonistas”, y también el evangelio apócrifo a vuelta de correo que devolvió el segundón a su secretario general. Las cartas abiertas son un llamamiento a la paz de las bases, pero dejan ver algo más, algo que no se expresa a las claras, pero 'l'estile c'est l'homme'. La sintaxis de Pablo le está diciendo a Íñigo que el jefe va a seguir siendo él, a lo que Íñigo responde que eso bien lo sabe Dios, pero que hay que llegar a Vistalegre con las ideas por encima de los nombres. En realidad, todo el rifirrafe podemita se reduce a eso: el equilibrio entre un líder narcisista y un estratega con frialdad ideológica y visión a largo plazo.

Tras la decepción de las segundas elecciones, a Iglesias se le fue la olla y empezó a despotricar, para espanto de su amigo. Sospecho que toda la disputa se quedó ahí. Fue un arrebato. Ya lo hablaron y lo tienen perfectamente solucionado. Entre ellos hay una relación arquetípica. Un poco de Quijote y Sancho y otro poco de Tony Soprano y Uncle Jun. En los últimos días, han escrito un libro de los abrazos a cuatro manos porque saben muy bien que el grueso de los fieles de Podemos está compuesto de lectores de Eduardo Galeano.

La discusión que nos venden es el prólogo que han preparado para que cause más efecto la reconciliación

Creo que en Vistalegre II se discutirá la letra de la canción y la distancia a la que va a bailar el líder de sus bases, pero el solista no va a cambiar. La discusión interna que nos venden es el prólogo que han preparado para que cause más efecto la foto de la reconciliación. Nos dirán entonces que han logrado la paz a través del diálogo para distinguirse del PSOE, donde la guerra va a ser atómica y devastadora.

Mientras los miramos discutir, los verdaderos rivales de Iglesias, los trepas de Podemos, que haberlos haylos, desaparecen como el humo de un porro en una noche de verano. Sospecho que la estrategia, brillante, es obra de Errejón. Es la hostia Errejón: un ilusionista que te hace creer que te rompió el reloj y te lo devuelve intacto con un movimiento de manos.

No me creo que haya guerra interna en Podemos por una razón muy simple: es exactamente lo que parece. Tragarse la imagen que dan los políticos a través de los medios es tan arriesgado como aventurarse a una cita habiendo visto un selfi de Instagram. Nadie, salvo Pedro Sánchez, corre por las radios como un pollo sin cabeza en un arrebato de sinceridad, y ya sabemos cómo le salió la jugada. La sangre se calienta para enfriarse más tarde. Los sectores del partido que apoyaron a Sánchez en su siroco dejaron pasar los días, recapacitaron y le mostraron un bloque de espaldas. ¿Cuántos amigos le quedan a 'Píter'? No lo sabremos hasta el comité. Seguramente no lo sepan ni ellos hasta entonces.

Íñigo Errejón