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Procesión triunfal de Artur Mas hasta el tribunal que lo convierte en mártir
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Juan Soto Ivars

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Procesión triunfal de Artur Mas hasta el tribunal que lo convierte en mártir

Han venido decenas de miles de toda Cataluña. Cientos de autobuses fletados por las organizaciones independentistas, aparte de las líneas de Rodalies Renfe al borde del colapso

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, junto a los acusados. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, junto a los acusados. (EFE)

Total normalidad, van diciendo en la radio, mientras Barcelona enloquece. Un coro de jubilados desafía al vendaval frío de febrero con canciones patrióticas. Forman una barrera cerrada de bufandas y canas a las puertas del TSJC desde antes de la salida del sol. No les molesta el frío. Hablan "del Mas, la Ortega y la Rigau" como si fueran primos del pueblo. Están acostumbrados a hablar de política en el Casal. Es como si la hoguera de las esteladas los calentase.

Sienten que el destino de los líderes les afecta directamente. No creen en la existencia de un estado de derecho. Abarrotan el paseo de Lluis Companys, presidente de la Generalitat asesinado por Franco en 1940, conscientes de la simbología. Por un momento parece que se hayan propuesto bloquear la entrada en el tribunal, pero cuando aparecen los de los chalecos verdes y los colocan a los lados, en gradas, aceras y plataformas, nadie se resiste.

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La puerta del tribunal queda libre. Se diría que indefensa.

Han venido decenas de miles de toda Cataluña. Cientos de autobuses fletados por las organizaciones independentistas, aparte de las líneas de Rodalies Renfe al borde del colapso. La gente ha faltado al trabajo y ha gastado su propio dinero para llegar aquí. Es la enésima muestra de fuerza del independentismo catalán, que ha levantado un suflé que la monotonía del Procés había rebajado. Desde luego, nunca se vio a un procesado tan pletórico. Sabe Mas que, cuanto más grande sea su condena, mayor será el apoyo que reciba de una parte de la sociedad.

El independentismo arropa a Artur Mas

El independentismo no es nada sin la fuerza que le insufla el estado central. Se había enfriado el clamor en el rifirrafe del gobierno de JxS con sus falsos amigos de la CUP; en la monotonía de Puigdemont y la discreta desaparición de Oriol Junqueras. PdeCat, el nuevo partido de Artur Mas, no era capaz de levantarse en las encuestas, pero esta mañana casi puede notarse cómo la intención de voto se transforma. Regresa la épica de los primeros años del Procés. El viento expande por Barcelona un incendio de esteladas. La multitud grita “independencia” hasta quedarse afónica. Terminan de cantar L'estaca y reanudan Els Segadors.

Sin embargo, no puede decirse que haya sido una manifestación espontánea del pueblo, o de una parte del pueblo. Los medios catalanes llevan dos semanas anunciando a machamartillo la que iba a ser una enorme concentración ciudadana, es decir: convocándola. Aquí se han alcanzado niveles de manipulación inéditos, incluso para una sociedad acostumbrada a la polarización.

Por ejemplo, ayer noche se emitió en 8tv un programa especial con escenas de la vida de Artur Mas el día antes del juicio. Sonaba una melodía de pianito como si lo fueran a fusilar. El periodista Josep Cuní le llevó cruasanes y Mas lo recibió en su casa con un bebé debajo de cada brazo. Anduvieron juntos todo el día. No era un periodista frente a un político: parecían padre e hijo.

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, junto a los acusados. (EFE)

-Le voy a agradecer la confianza -dijo Cuní, prácticamente arrodillado-, pero sobre todo la transparencia. Ahora, en estos últimos minutos del domingo, ¿tiene la sensación de soledad del portero ante el penalti de fútbol?

Artur Mas asintió. No se había quitado de la boca la sonrisa maliciosa en todo el programa. Aspiraba a colocarse de nuevo al frente de las masas y el TSJC le ha facilitado la tarea. Hoy, cuando salga de la sala, tendrá detrás a quienes habían empezado a olvidarlo. Los manifestantes no ven un político astuto, sino un libertador que colocó urnas para que el pueblo votase, un valiente que se la jugó ante un estado insensible a los sentimientos democráticos.

Así que esta mañana la marmota del Procés ha salido de su madriguera, ha visto la sombra de una condena y ha pronosticado un año más de tensión exacerbada.

Total normalidad, van diciendo en la radio, mientras Barcelona enloquece. Un coro de jubilados desafía al vendaval frío de febrero con canciones patrióticas. Forman una barrera cerrada de bufandas y canas a las puertas del TSJC desde antes de la salida del sol. No les molesta el frío. Hablan "del Mas, la Ortega y la Rigau" como si fueran primos del pueblo. Están acostumbrados a hablar de política en el Casal. Es como si la hoguera de las esteladas los calentase.

Artur Mas Irene Rigau Joana Ortega Tribunal Superior de Justicia de Cataluña Cataluña Carles Puigdemont