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La única salida al lío catalán es un referéndum pactado
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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La única salida al lío catalán es un referéndum pactado

Condenado Artur Mas, tenemos delante una nueva prórroga que antecede a la siguiente prórroga. Cuando Mas salió por la puerta del tribunal, vio su sombra y pronosticó otras seis semanas de invierno

Foto: Carles Puigdemont y Artur Mas. (EFE)
Carles Puigdemont y Artur Mas. (EFE)

Vamos a partir de la base de que el 'procés' ha cambiado la geografía. Es un mecanismo que transforma una región de España del estado sólido al metafórico. Donde antes había edificios, ahora hay estandartes. Donde vimos calles, ahora hay riadas y banderas. Donde había democracia, ahora hay opresión. Donde sonaron discursos, hoy retruenan cacerolas.

El campo de las negociaciones fue devorado por la plaga de eslóganes, y a medida que el grueso de la población se hartaba, el resto se dividía en posturas fortificadas. Hoy, unos aseguran que Cataluña está a un paso de ser libre, y otros juran que Cataluña quiere saltar al abismo empujada por los extremistas. Es decir: varias Cataluñas pelean bajo el paraguas del 'procés'. A partir del desvío a Fraga en la A-2, tenemos otro mundo y otras reglas.

En este escenario de espejos deformantes, en marzo de 2017, sucede que un tribunal catalán, regido por leyes españolas, condena al 'expresident' Artur Mas a dos años de inhabilitación y una multa de treinta y pico mil euros. Como una piedra caída en un estanque, la noticia genera ondas que se expanden en todas direcciones.

Foto: El expresidente Artur Mas, durante la rueda de prensa ofrecida este lunes. (EFE)

Para los españolistas más numantinos la condena es poca cosa. Exclaman: treinta y pico mil euros, ¡bien barato sale burlar la ley! Y consideran que dos años de inhabilitación son muy pocos para un tipo que debería ser confinado en lo más profundo de la gruta por incumplir los códigos más sagrados. Para estos españolistas, tan catalanes como los de la estelada, la región lleva tiempo prostituida por bucaneros que intentan lavar el cerebro de sus estúpidos conciudadanos con eslóganes y banderas.

Pero la misma condena, la misma piedra en el mismo estanque, cobra un sentido radicalmente distinto para los indepes más tiralascabras. Exclaman: ¡una multa y una condena para un señor que se limitó a abrir las urnas, para un líder popular que luchó por nuestro derecho a decidir! Y consideran que España es un imperio ajeno que se defiende matando, y que golpea a un político valiente. Para estos indepes, tan catalanes como los de Societat Civil, el país ha sido aplastado por las botas catetas del Estat, que intenta lavar el cerebro de sus estúpidos conciudadanos con eslóganes y banderas.

La única finalidad del 'procés' es polarizar la sociedad catalana hasta que uno de los bandos haya muerto de agotamiento

Catalanes unos y otros. El lector, si no pertenece a ninguna de las dos tribus, se habrá dado cuenta de que el 'procés' es una matemática perfecta que conduce a un problema sin solución. La única finalidad del 'procés', en el que participan los indepes y los españolistas, es polarizar la sociedad catalana hasta que uno de los bandos haya muerto de agotamiento. Pero eso no va a pasar. Nuestra guerra cultural, regida por el todo o nada, tiene la facultad de perpetuarse 'ad nauseam'.

Condenado Artur Mas, tenemos delante una nueva prórroga que antecede a la siguiente prórroga. Cuando Artur Mas salió por la puerta del tribunal, vio su propia sombra y pronosticó otras seis semanas de invierno.


Los argumentos del 'expresident' después del juicio han sido los que ya imaginábamos: ha dicho que no tiene sentido su condena, que se le está castigando por motivos políticos, que va a recurrir a Europa, que la sociedad catalana seguirá adelante con su lucha de emancipación por más que unas leyes extranjeras le obliguen a él a quedarse en boxes.

Entre tanto, los argumentos de sus adversarios tras el juicio han sido también los que ya imaginábamos: para ellos, Artur Mas ha desafiado las leyes del Estado a sabiendas de que eso significaba su suicidio político. Según ellos, los españoles tienen derecho a decidir sobre la integridad de su patria por más que los disidentes catalanes se empeñen en hablar del derecho de autodeterminación.

Yo, con mi tendencia enfermiza a la melancolía, sospecho que unos y otros tienen razón. Artur Mas representa a una masa nada desdeñable de catalanes que quieren votar para largarse de España; sus adversarios representan a una masa nada desdeñable de catalanes que no quiere arriesgar con una votación pasional el 'statu quo' en el que nacieron y viven.

Bien: la única salida a estas tablas, a este nudo gordiano de posiciones inamovibles, es paradójicamente un referéndum pactado entre el Gobierno y la Generalitat, de forma que todos puedan expresarse protegidos por la ley. Podría parecer que Artur Mas ha ganado, pero está por ver: sospecho que la sociedad catalana es una cosa mucho más compleja de lo que dicen unos y otros, y que su voz plural demostrará cuál es la situación real. Hace años que vivo en Cataluña y no hay nada que eche tanto de menos como la realidad.

Vamos a partir de la base de que el 'procés' ha cambiado la geografía. Es un mecanismo que transforma una región de España del estado sólido al metafórico. Donde antes había edificios, ahora hay estandartes. Donde vimos calles, ahora hay riadas y banderas. Donde había democracia, ahora hay opresión. Donde sonaron discursos, hoy retruenan cacerolas.

Artur Mas Catalán