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¡Pi... pizza... pizzapendencia!
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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¡Pi... pizza... pizzapendencia!

Todo esto que he escrito ha sido ridículo e irritante, ¿verdad? Pues así es como se oye el discurso de víctima constante fuera de vuestras burbujas nacionalistas o ideológicas

Foto: Foto: iStock.
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Aprendí a cocinar muy tarde, de hecho todavía estoy aprendiendo. Hasta entonces, había sido incapaz. Me dabas una sartén, una botella de aceite y un huevo y lo último que podías esperar comer era un huevo frito. La culpa no es mía, es del heteropatriarcado, que da por hecho que a los hombres nos preparan la comida, y también es culpa un poco de mis padres, que son buenas personas, pero me criaron en un ambiente en el que mi madre cocinaba y mi padre trabajaba.

Total, que ayer me propuse hacer pizza casera, con la masa y todo. A mí la pizza me gusta mucho y tiendo a abusar de ella. Sé que no es bueno para la salud, pero en estos tiempos que corren, con el exceso de trabajo que nos impone el capitalismo y la pésima conciliación de nuestro mercado laboral, uno acaba comiendo guarradas. Pero bueno: ayer tenía tiempo y me puse a buscar recetas para hacer pizza casera.

No me costó encontrar la que da Mikel Iturriaga, el Comidista. Apunté los ingredientes para la masa y me fui al supermercado. Me dejé en la caja la levadura fresca que había pagado, así que tuve que volver al súper, lo cual fue una pérdida de tiempo, pero la culpa fue del cajero porque me dio la bolsa que le había pedido lo último de todo y con las prisas me dejé la levadura.

De entrada, culpo a Iturriaga. Explica las recetas como si uno fuera tonto, paso por paso, y claro, al final uno se acaba sintiendo tonto y comete errores

Pero bueno, llegué al fin a casa con todos los ingredientes y me puse a la faena. Ahí empezaron todos mis problemas. De entrada, culpo a Mikel Iturriaga. Explica las recetas como si uno fuera tonto, paso por paso, y claro, al final uno se acaba sintiendo tonto y comete errores, que es lo menos que se puede esperar cuando lees una receta que está escrita sin ningún respeto por quien la va a leer.

Metí la harina y la levadura y el aceite y la sal en un bol donde había puesto agua, y me puse a amasar con los dedos. Pese a las tediosas indicaciones de Iturriaga, en ninguna parte dice que luego, cuando tengas las manos empapuzadas, tendrás que apartar en algún momento la bolsa de harina del banco de la cocina, donde se supone que tienes que amasar. Conclusión, pringué entera la bolsa de harina. Gracias, Mikel. Además, no me había quitado el anillo y todavía lo estoy buscando en medio del engrudo.

Bueno, pues me pongo a amasar el asunto y poco a poco va tomando la textura adecuada. Había esparcido harina por la encimera y no me di cuenta de que con el amasado estaba llenando todo el suelo y las paredes. Yo estaba concentrado en la masa y nadie me había dicho que esto podía pasar, pero, en fin, está visto que uno tiene que hacerse cargo de lo suyo sin esperar buena voluntad por parte de supuestos ayudantes.

Había regueros de masa endurecida pegados en las paredes, y como dejé un grifo abierto para que saliera agua caliente, la cosa empezó a desbordar

Cuando la masa estaba en su punto, la dejé reposar. Miré a mi alrededor. La cocina parecía la mesa de Pablo Escobar, había regueros de masa endurecida pegados en las paredes, el fregadero ya no tragaba y como había dejado un grifo abierto para que saliera agua caliente, la cosa empezó a desbordar y el engrudo llegaba hasta el pasillo.

Mientras la masa reposaba, saqué los demás ingredientes: quesos diversos, tomate, lacón, carne picada, etc. Todos los envoltorios quedaron empapuzados, pero uno no tiene manos suficientes para hacer tantas cosas a la vez. Me fui a descansar y llegó Andrea. Yo llevaba cocinando ya un buen rato pero no le importó que yo pudiera estar cansado. Nos pusimos a discutir sobre inteligencia artificial y ella se tomaba a mal todo lo que yo decía, no me dejaba expresar ninguna idea completa, me interrumpía, así que para cuando volví a la cocina estaba yo de mal humor, y así no hay forma de cocinar.

Empecé a darle al rodillo, que es una mierda de rodillo —lo compró Andrea, no yo— y a extender la masa, que me había quedado muy bien, por la encimera. Mi problema ahora es que el Comidista no explica bien cómo usar el rodillo. No sé si ese tipo espera que saquemos algo en claro de sus chistecillos, pero creo que es responsabilidad suya que el proceso de aplanar la masa fuera tan arduo, y que al término la cocina presentara un aspecto todavía peor.

Culpo a Andrea, Mikel Iturriaga, mis padres y el vendedor del supermercado del estado deprimente en que ha quedado mi casa y del sabor de las pizzas

Puse los ingredientes encima, encendí el horno, y metí la primera pizza dentro. Se quemó. Hice lo mismo con la segunda pizza, y al cascar un huevo para ponérselo encima se me cayó al suelo y se quedó empapuzado en harina. Pisé todo mientras trataba de meter la segunda pizza y el pasillo empezó a tener el mismo aspecto que la cocina.

Al final, las pizzas estaban sosas y mi casa estaba totalmente destrozada. Andrea, en lugar de celebrar que yo me esfuerce, dijo que la pizza era bastante mejorable. Para colmo, me tuve que poner a limpiar. Culpo a Andrea, Mikel Iturriaga, mis padres y el vendedor del supermercado del estado deprimente en que ha quedado mi casa y del sabor de las pizzas que hice con tanto amor y tanta dedicación.

Todo esto que he escrito ha sido ridículo e irritante, ¿verdad? Pues así es como se oye el discurso de víctima constante fuera de vuestras burbujas nacionalistas o ideológicas. De nada.

Aprendí a cocinar muy tarde, de hecho todavía estoy aprendiendo. Hasta entonces, había sido incapaz. Me dabas una sartén, una botella de aceite y un huevo y lo último que podías esperar comer era un huevo frito. La culpa no es mía, es del heteropatriarcado, que da por hecho que a los hombres nos preparan la comida, y también es culpa un poco de mis padres, que son buenas personas, pero me criaron en un ambiente en el que mi madre cocinaba y mi padre trabajaba.