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Así es como te ven los 'indepes', españolista, y viceversa
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Así es como te ven los 'indepes', españolista, y viceversa

En este artículo voy a tratar de explicar lo que se ve al otro lado de las burbujas. Cómo nos ven a nosotros y cómo nos vemos a nosotros mismos

Foto: Un joven ondea una bandera independentista junto a un grupo de hombres con una bandera de España a las puertas del Palau de la Generalitat. (Reuters)
Un joven ondea una bandera independentista junto a un grupo de hombres con una bandera de España a las puertas del Palau de la Generalitat. (Reuters)

Nadie ha parado de hablar pero el debate ha sido imposible. ¿Por qué? Porque somos incapaces de vernos como nos ve el adversario, y de ver al adversario como se ve a sí mismo. Sólo tenemos orejas para los frikis y los chalados del otro bando, pero cuando salen nuestros frikis y chalados pecamos de autocomplacientes. Hemos acabado creyendo lo peor: que el otro es malintencionado y está más manipulado que nosotros.

Los medios de los dos bandos han mostrado unanimidades muy alarmantes. Una mañana me despertaba con una radio 'indepe' y otra con una centralista. Un día leía el 'Ara' y al día siguiente 'El País'. Las versiones del conflicto son distintas y eso es natural, pero las visiones del otro me han parecido, por lo general, deleznables. Todos hemos contribuido a generalizar este relato de buenos y malos.

En este artículo voy a tratar de explicar lo que se ve al otro lado de las burbujas. Cómo nos ven a nosotros y cómo nos vemos a nosotros mismos. Si queremos solucionar este problemón, tendremos que a hacer este ejercicio más a menudo.

1. Cómo se ve un independentista a sí mismo y cómo ve al españolista

Los independentistas creen que les asiste el derecho de autodeterminación y están convencidos de que vivirían en un país mejor si se liberan de la influencia del Estado español, que identifican con el PP y a veces con el franquismo, del que se sienten más víctimas que el resto de los españoles por la represión de su idioma. Se agarran a mitos históricos convincentes, tan ficticios como los mitos históricos de los que bebe el nacionalismo español. De nada sirve discutir sobre los mitos, porque el mito es un acuerdo entre aquellos que creen en él. Queda claro, al menos, que la historia no siempre la escriben los vencedores.

Hay tres tipos diferentes de soberanista: el de toda la vida, como Lluís Llach; el joven y de nuevo cuño; y el independentista nacionalista y xenófobo

Generalizando, hay tres tipos diferentes de soberanista. Está el de toda la vida, como Lluís Llach, que creyó en las posibilidades de una España plurinacional pero perdió la esperanza con los giros al centralismo del PSOE de González, el PP de Aznar y las negligencias de Zapatero con el estatut. Pasó al independentismo durante el gobierno de Rajoy.

También está el independentista joven y de nuevo cuño, que suele lanzar estos motivos cuando se le pregunta por su decisión: 1) la recogida de firmas contra el estatut y la poda que le metió el Constitucional, 2) la negativa del PP de Rajoy a negociar una financiación más ventajosa o una consulta sobre la independencia, 3) los boicots a sus productos, 4) las declaraciones desafortunadas del ministro Wert, 5) el tratamiento despectivo de la prensa española hacia su causa, 6) la amenaza difusa pero persistente sobre la cultura catalana y 7) la sensación de que España es un país catalanófobo.

Foto: (EC)

Por último está el tercer grupo, que es el más minoritario: el independentista nacionalista y xenófobo, donde se mezclan los viejos y los más jóvenes, que consideran que España es un país atrasado e incompatible con la democracia, y perciben a los españoles como gente poco educada, muy bruta y cargada de odio.

De fondo, en los tres tipos, se ha ido imponiendo la creencia de que las aspiraciones de Cataluña jamás se harán realidad en España. Independentista es quien cree que la reforma de España es imposible. Eso justifica su prisa. Y por eso ha aumentado el número de independentistas desde que gobierna Rajoy.

2. Cómo percibe el españolista al independentista

El españolista tiende a percibir a todos los 'indepes' como los del tercer grupo. Para él, son los portavoces de una queja constante y lastimera. Viven mucho mejor que el resto de los españoles, tienen más dinero y su problema es que no quieren compartirlo. Se han negado a conocer las bondades innumerables de España. Son clasistas, cuando no supremacistas. Tratan de imponer a los niños su idioma para lavarles el cerebro, les dan una visión de la historia que niega la realidad española. Se creen más avanzados, pero luego dan de comer a gente como Gabriel Rufián y se pasan el día haciendo folclore. Niegan y marginan a la mayoría silenciosa de los catalanes, que sí que se sienten españoles. El independentismo es una ideología basada en el odio, el desprecio y la arrogancia hacia todo lo que huela a España.

No comprende a los independentistas, sino que hace una caricatura a partir del tercer grupo, el de los nacionalistas xenófobos

Es decir: el españolista no comprende a los independentistas, sino que hace una caricatura a partir del tercer grupo, el de los nacionalistas xenófobos. Aunque el independentismo parece estar compuesto por al menos dos millones de personas, el españolista cree que se le puede derrotar (fantasía de supresión). Hay que obligarles a cumplir la ley y no ceder en absoluto, porque siempre pedirán más.

3. Cómo se ve el españolista a sí mismo en relación a Cataluña

Hasta aquí, cómo se ve el independentista a sí mismo, cómo ve al españolista y cómo lo percibe su adversario natural. Pero ¿cómo se ve a sí mismo españolista?

Considera que los retratos que hacen los 'indepes' de él y de España son injustos. Le duele especialmente que se relacione la Constitución, que nos ha dado décadas de progreso, paz y prosperidad, con la dictadura de Franco. Aunque hay varios tipos de españolista, con un extremo minoritario y xenófobo y una mayoría moderada, por regla general el españolista tiende a ruborizarse si le compara con su extremo. Siente que es fastidioso tener que andar repitiendo a estas alturas que no es ningún franquista. No considera que su adversario esté legitimado para acusarle de esta forma. Al fin y al cabo, Franco desfilaba entre aclamaciones por Barcelona.

El españolista cree que los retratos que hacen los 'indepes' de él y de España son injustos. Le duele que se relacione la Constitución con la dictadura

Lejos de considerarse atrasado, el españolista siente que su país es parte de Europa. Celebró que se legalizara el matrimonio gay y por regla general no sacaba la bandera más que cuando jugaba la selección de fútbol. Pero ahora está enfadado. Desde que Cataluña emprendió el desafío, hay una fuerza que le empuja a contraatacar. Siente que quieren romper su país en pedazos y le duele. Teme a unos políticos que han decidido saltarse la ley que nos dimos a nosotros mismos. No cree que la ley sirva para mantener a fuego y hierro la unidad de España, sino que entiende que nos protege del autoritarismo. Considera que la soberanía de su país corresponde a todos los españoles, así que no simpatiza con la idea de un referéndum que no los llame a todos.

Foto: Manifestación en Barcelona. (Reuters)

Cuando el independentista dice que 'los Jordis' son presos políticos, el españolista se revuelve: considera que esos dos están llenos de odio y que su acción no fue una protesta, sino un delito tipificado en el Código Penal, aunque hay discrepancias entre los que piensan que la prisión preventiva era necesaria y los que no. Vuelve a haber discrepancia entre los españolistas que darían más competencias a Cataluña y los que consideran que tiene demasiadas, porque están divididos por su ideología y, hasta el momento, han sido incapaces de hacer piña.

4. Los equidistantes

Entre españolistas e independentistas estamos los acusados de equidistantes. Consideramos que los dos bandos están haciendo las cosas mal aunque no nos pondríamos de acuerdo sobre quién la ha cagado más. Sostenemos que es necesario dialogar y que no tiene sentido enredarse en quién disparó primero, porque a estas alturas da igual. Los dos bandos nos perciben como gente cobarde que no se moja, pero que en realidad está un poco más cerca del bando contrario. Consideramos que la única salida es un referéndum pactado para Cataluña.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump (i), recibe al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su llegada a la Casa Blanca. (EFE) Opinión
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Creemos que el Estado merece una buena reforma que busque un encaje para las naciones aunque no somos nacionalistas. No sacamos la bandera al balcón ni estamos cómodos en manifestaciones nacionalistas. Sospechamos de las intenciones de la clase política y lamentamos que este conflicto pueda beneficiar electoralmente a los partidos situados en los polos. Consideramos que que una democracia sana no debería verse amenazada cuando las divergencias son extremas, y culpamos a los políticos de no haber sido capaces de sentarse a negociar antes.

Sabemos que hay buenos motivos y también manipulaciones torticeras en todas partes, y estamos un poco hartos de que este conflicto impida que se hable de otras cosas más importantes.

Nadie ha parado de hablar pero el debate ha sido imposible. ¿Por qué? Porque somos incapaces de vernos como nos ve el adversario, y de ver al adversario como se ve a sí mismo. Sólo tenemos orejas para los frikis y los chalados del otro bando, pero cuando salen nuestros frikis y chalados pecamos de autocomplacientes. Hemos acabado creyendo lo peor: que el otro es malintencionado y está más manipulado que nosotros.