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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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¿Y si Pedro Sánchez salva España?

Empiezo a percibir en Sánchez algo valioso. Todo el mundo lo daba por irrelevante y apareció para coronarse presidente sin ganar las elecciones y destruyó el Marianato, de aspecto imperturbable

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Raúl Arias)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Raúl Arias)

Si me lees desde hace tiempo, te habrás reído a costa de Sánchez con algún artículo mío. No he tenido piedad con él. Soy un auténtico cabrón. La verdad es que a mí Sánchez me parece bobo, pero también me lo parecían Rajoy y Zapatero, y ahora, pasado el tiempo, creo que no lo eran en absoluto. Además, no se puede negar que mi noción de bobería es sospechosamente parecida a la noción que tiene España del buen hacer político.

Soy un pedante, un intelectualoide. Me gusta Errejón porque dice cosas que no entiende ni Foucault. Pero aprendo y no estoy desprovisto de toda astucia. Hoy sé que mis apuestas personales y mis preferencias son ajenas a las del pueblo español. El pueblo español necesita que le den las cosas masticadas. El pueblo español sabe muy bien que el discurso no es lo importante (el discurso es el vicio de los columnistas).

Rivera lo sabe y se limita a decir que los españoles quieren cosas buenas y que los malos están rompiendo lo nuestro, que es de nosotros. Un mensaje de una estulticia delirante que, sin embargo, conecta. Así que, si Rivera es un listo que se hace pasar por bobo, ¿quién nos asegura que Sánchez no es más listo todavía?

La pija

Sánchez le acaba de levantar la novia a Rivera en sus narices y Rivera está embobeciendo a la velocidad de la luz, como pasa siempre con los hombres vanidosos y súbitamente despechados. Rivera lleva años intentando ligarse a la pija, que es el electorado de centroderecha español. La pija le daba esperanzas (son las encuestas) y le ponía ojitos (tiene la mirada de Ana Patricia Botín y de Juan Luis Cebrián).

Foto: El líder de Ciutadans, Albert Rivera (Gtres) Opinión

Todo iba viento en popa, pero hay un momento fatídico en el cortejo en que hasta el galán más seguro puede patinar dejando ver su prisa. Rivera se había comprado ya los preservativos (marca El Ganso) y le había exigido al padre de la pija (Rajoy) la mano de la chavala. Todo iba sobre ruedas, los 'indepes' habían puesto de presidente a un señor que ha dicho cosas espeluznantes y, justo cuando estaba Girauta negociando el ajuar, la pija va y se escapa con Sánchez.

Por el momento, la pija y Sánchez andan en busca y captura. La derecha española se divide entre el respeto por la Constitución (son los conservadores que aceptan que Sánchez sea presidente) y los que solo respetan la Constitución cuando sirve para pegarles en los morros a los independentistas. Algunos de estos, como Alfonso Ussía, hiperventilan y llaman a la yihad, que en su caso se llama Cruzada. De esta forma, la legislatura de Sánchez es una cama revuelta, pero nadie le va a quitar unos meses para deslumbrar a la pija con sus suaves maneras amatorias.

La pija sabe perfectamente que Sánchez no es una amenaza para el capitalismo, así que se deja besar. En este sentido, un futuro Gobierno Sánchez-podemita sería la garantía de que España se parece más a Portugal que a Venezuela. Su pasmosa falta de agresividad solo es equiparable a su capacidad para sobrevivir, y es su mayor virtud, como demostró pasándole la mano por la cara a Susana Díaz en aquellas primarias abominables.

En sus alocuciones a los independentistas, hubo firmeza para defender la Constitución y mano izquierda para invitarles a volver a la realidad

¿Y si Sánchez salva España?

He hecho tantas bromas frívolas a costa de la torpe oratoria parlamentaria y el aspecto de jefe de planta de El Corte Inglés de Sánchez, que ahora me siento bobo yo. Algo dentro de mí me está avisando de que he vuelto a caer en la trampa de mi mundana pedantería, que hace bonito lo que escribo pero de vez en cuando falta a la verdad. Ahora empiezo a percibir en Sánchez algo valioso. Todo el mundo lo daba por irrelevante y ¡zas! apareció para coronarse presidente sin ganar las elecciones y destruyó el Marianato, de aspecto imperturbable. Ha traído un cambio a una sociedad que tenía asumida su parálisis.

En sus alocuciones a los independentistas, hubo firmeza para defender la Constitución y mano izquierda para invitarles a volver a la realidad. Si los independentistas consiguen convencer a los sectores ANC de que cierren el pico, si logran pensar en el largo plazo, si miran fuera de su burbuja y abandonan esa unilateralidad que solo les lleva a chocar con una pared, Sánchez va a quedar ante España como el tipo que rebajó la tensión, que vendó las heridas sangrantes, que trajo la tranquilidad (al menos para unos cuantos ¿meses? ¿años?) y la pija, digan lo que digan los hiperventilados, se irá con él.

Un hombre gris y de apariencia simple como Sánchez podría ser el soplo de aire tonificante que esperan muchos ciudadanos hartos de tanta gresca

Por eso Albert Rivera está al borde de la apoplejía. Se ve casado con la facha, que es una estrecha. Todo cambia cuando cambia el registro. La pija se va con Rivera en un registro de discurso nacional-polarizado, pero un hombre gris y de apariencia simple como Sánchez podría ser el soplo de aire tonificante que esperan muchos ciudadanos hartos de tanta gresca. No sería la primera ni la última vez que una situación con pinta de jaque mate salta por los aires con la jugada más tonta y más inesperada. Así que mis respetos, Sánchez, desde aquí.

Si me lees desde hace tiempo, te habrás reído a costa de Sánchez con algún artículo mío. No he tenido piedad con él. Soy un auténtico cabrón. La verdad es que a mí Sánchez me parece bobo, pero también me lo parecían Rajoy y Zapatero, y ahora, pasado el tiempo, creo que no lo eran en absoluto. Además, no se puede negar que mi noción de bobería es sospechosamente parecida a la noción que tiene España del buen hacer político.

Pedro Sánchez