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Convirtamos el Valle de los Caídos en un museo de historia de la dictadura
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Juan Soto Ivars

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Convirtamos el Valle de los Caídos en un museo de historia de la dictadura

De la misma forma que los cristianos convirtieron la mezquita de Córdoba en una iglesia, los demócratas tenemos la oportunidad de desacralizar ese templo obsceno de la dictadura

Foto: Imagen frontal del Valle de los Caídos. (iStock)
Imagen frontal del Valle de los Caídos. (iStock)

Si la decisión de exhumar a Franco del Valle de los Caídos es cosmética, nadie podrá negar que España va a quedar más guapa con este maquillaje. La pregunta, una vez que salga la momia, es qué destino le damos a la pirámide. Parte de la izquierda sería feliz si dinamitasen aquello y plantasen pinos para restaurar Cuelgamuros, pero esto sería desperdiciar las pantagruélicas instalaciones diseñadas por Pedro Muguruza y Diego Méndez, además de algo peor: sería borrar una parte de nuestra historia. La amnesia puede ser un desahogo para una generación, pero es irresponsable si les hurta algo a las venideras.

Visité aquel engendro con el instituto cuando estaba en sexto de Primaria. Fue una excursión que, con el tiempo, he ido recordando cada vez de manera más vívida. Aquello estaba como lo había dejado el régimen. Me imagino que no ha cambiado esa atmósfera con peste a cirio donde el eco de los pasos y los murmullos mustia las flores que algunos nostálgicos colocan todavía sobre las losas que cubren al dictador. La destrucción del templo podría ser un acto de justicia, pero no hay nada más antifranquista que contar allí lo que hizo Franco.

Foto: Pedro Sánchez, en la reunión de la permanente de la ejecutiva de este 18 de junio, con José Luis Ábalos, Cristina Narbona, Adriana Lastra y Óscar Puente. (EFE)

Lo que yo propongo es un sacrilegio. Franco proyectó un templo dedicado a su grandeza y podemos convertirlo en un museo de su miseria. Su honor quedaría más mancillado y la memoria de sus esclavos más restituida si convirtiéramos el Valle en un museo de historia de la dictadura. Imagino un centro donde los escolares vayan de viaje de estudios para pisar las losas frías de su propia historia. ¿Por qué dinamitar la cruz, como proponen algunos? Podemos recordar allí a quienes la cargaron sobre su espalda.

De la misma forma que los cristianos convirtieron la mezquita de Córdoba en una iglesia, los demócratas tenemos la oportunidad de desacralizar ese templo obsceno de la dictadura. La idea de transformar el Valle en un centro de interpretación histórica es similar a la que ha transformado los campos de exterminio nazis, las instalaciones de la Stasi o la cárcel de Alcatraz en lugares de interés turístico, de memoria y de homenaje.

El monumento está dividido en varias partes, como los buenos museos. Hay una basílica de 262 metros de longitud y una inmensa nave que, rodeada como está de pequeñas capillas, se me antoja perfecta para un centro de interpretación repleto de instalaciones educativas. Imagino allí pantallas donde se muestren a los jóvenes los horrores nada heroicos de la guerra, paneles donde se explique la verdad que tantos negacionistas se empeñan en disfrazar, visitas guiadas donde historiadores competentes expliquen qué fueron la represión, la censura y el garrote.

Llegar allí sería como abrir un libro impresionante, porque la historia se antoja menos lejana cuando tienes la ocasión de pisar sus oscuros escenarios

Tenemos a nuestra disposición, además, una escolanía con un gimnasio y un claustro, actualmente dedicada a la música sacra, donde podrían instalarse aulas de trabajo para los estudiantes. Hay también una biblioteca que sería hermoso convertir en archivo y homenaje permanente a la bibliografía de tantos escritores asesinados o exiliados por Franco, desde Lorca y Miguel Hernández a Arturo Barea o Ramón J. Sender, nunca suficientemente recordados.

La gran explanada central, a la que se puede acceder en funicular, podría albergar una narración paso a paso de la Guerra Civil española. Llegar allí sería como abrir un libro impresionante, porque la historia se antoja menos lejana cuando tienes la oportunidad de pisar sus oscuros escenarios. Cierra los ojos e imagínate allí, en esa fría explanada, un conjunto escultórico compuesto de estatuas de aquellos trabajadores, de los perdedores, de los jóvenes de las brigadas internacionales a la manera de soldados de terracota. Imagina allí estatuas de otros derrotados ilustres como Manuel Azaña.

Echen donde echen los restos de Franco, de algo estoy seguro: se revolverá en la tumba.

Si la decisión de exhumar a Franco del Valle de los Caídos es cosmética, nadie podrá negar que España va a quedar más guapa con este maquillaje. La pregunta, una vez que salga la momia, es qué destino le damos a la pirámide. Parte de la izquierda sería feliz si dinamitasen aquello y plantasen pinos para restaurar Cuelgamuros, pero esto sería desperdiciar las pantagruélicas instalaciones diseñadas por Pedro Muguruza y Diego Méndez, además de algo peor: sería borrar una parte de nuestra historia. La amnesia puede ser un desahogo para una generación, pero es irresponsable si les hurta algo a las venideras.

Valle de los Caídos Museo Dictadura Francisco Franco