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La cruzada de los niños
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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La cruzada de los niños

El 1-O fue el enésimo paso hacia el infantilismo colectivo, anticipó el advenimiento de una república en la que ningún adulto puede creer y transformó el 'procés' en la cruzada de los niños

Foto: Una familia con dos niños, en la pasada Diada. (Reuters)
Una familia con dos niños, en la pasada Diada. (Reuters)

Alguien tendrá que preguntarse por qué el 9-N, aniversario del día de 2014 en que Artur Mas lanzó una votación tan estéril como la del 1-O, no se conmemora. Alguien tendrá que pensar por qué este lunes salen a la calle para recordar que pusieron papel mojado en unas urnas. Hablan de esto los grupos de estudiantes que cortan las calles cantando 'Els Segadors', y el repetitivo himno de Cataluña cada vez me recuerda más a la situación del independentismo: esa tensión simbólica, esa machacona vuelta a empezar de cero, ese giro obsesivo sobre determinadas fechas de sangre: “Es la hora de estar alerta, para cuando venga otro junio afilemos bien la herramienta, que tiemble el enemigo al ver nuestra enseña”.

Torra, con los estudiantes que se manifiestan para pedir la república catalana

¿Y qué nos encontramos este lunes? Este lunes nos encontramos más de lo mismo. No se puede conmemorar lo que es una constante, y no se ha hablado de otra cosa desde que Cataluña vivió aquellos episodios de violencia policial, convenientemente exagerados por políticos y medios de comunicación. Este lunes, la calle se llena de episodios aislados como espigas esteladas y golpes de hoz pasivo-agresivos. Cortan un rato algunas calles, carreteras y vías de ferrocarril, gritan los mismos mensajes de siempre y acosan a Cake Minuesa, el Provocador, haciéndole a su audiencia el mismo regalo que la Guardia Civil entregó al independentismo hace un año. La jornada se convierte, con el paso de las horas, en una Diada recalentada al microondas.

Foto: Varios jovenes cortan la Gran Vía de Barcelona antes de iniciarse la manifestación estudiantil. (EFE)

Es hora de que alguien admita desde un periódico de Madrid que el 1 de octubre tuvo una parte heroica. Ciudadanos independentistas de Cataluña, de tapadillo, consiguieron burlar la vigilancia del Ministerio del Interior, que había intentado por todos los medios encontrar aquellas urnas. El 1 de octubre las sacaron de los altillos y los maleteros en un triunfal acto de activismo y las colocaron en más de 2.000 colegios, donde la noche antes se habían atrincherado con niños. Pese a que Rajoy juró que no habría votación, se celebró algo parecido. Bien. Pues precisamente por esa heroicidad, por ese empecinamiento en echar papeletas en una vasija de plástico, encuentro tan poco sentido en este victimismo infantil.

Un adulto calcula las consecuencias de sus actos, pero al independentismo le pillaron por sorpresa los palos de la Policía. Cualquiera podía adivinar que aquel era uno de los desenlaces previsibles (como la amenaza de condenas ejemplares para el presidente y los consejeros del Govern), pero esta gente andaba imprudente y envalentonada. Después de todo, habían visto a Puigdemont rompiendo los requerimientos del Tribunal Constitucional con una sonrisa partida. Creían que el Estado estaba contra las cuerdas, y posiblemente el Ministerio de Interior lo temiera también, porque tomó una decisión histérica e incomprensible.

Es hora de que alguien admita desde un periódico de Madrid que el 1-O tuvo una parte heroica

Reprimir una votación que carecía de legitimidad y que ya había movilizado a tantos miles de catalanes fue una estupidez, como demuestra el hecho de que solo se cerrasen unos pocos colegios y por el camino se consiguieran tantas fotos contraproducentes para los intereses de España. Lo inteligente y pragmático hubiera sido permitir el simulacro de votación y tomar cartas contra los responsables políticos, pero se optó por el choque callejero y aquello marcó la fecha del 1 de octubre a sangre y fuego. Así se escribió la nueva estrofa de 'Els Segadors'.

Ah, la violencia policial. Adivinad de quién son estas palabras: “Hoy ha sido un día complicadísimo donde la policía tenía un papel difícil, y lo tenemos que analizar. Mi compromiso es que, si alguna de las actuaciones en todo este operativo no respondiera a los protocolos de Interior, entonces lo analizaremos. Pero tengamos presente toda la complejidad a la que se enfrentaban las fuerzas de seguridad a día de hoy”. Suenan como las del Ministerio de Interior en 2017, pero es Quim Torra quien las pronunció este domingo, cuando le preguntaron en el programa 'FAQs' de TV3 por las hostias que los Mossos d'Esquadra repartieron a manifestantes indepes.

La represión de la policía siempre es la misma, pero no siempre puede ser metabolizada políticamente. Aunque están recientes los choques de la semana pasada, este lunes en el asfalto de vía Laietana, se lee en grandes letras “1-O: ni olvido ni perdón”, frente a la sede de la Policía Nacional.

placeholder Vista de la manifestación estudiantil en Barcelona este lunes. (EFE)
Vista de la manifestación estudiantil en Barcelona este lunes. (EFE)

Los estudiantes lanzan los mismos cánticos que emplearán los mayores cuando salgan del trabajo, y salta a la vista que adolescentes y grandes, políticos y civiles argumentan de forma parecida. El 1 de octubre fue el enésimo paso hacia el infantilismo colectivo, anticipó el advenimiento de una república en la que ningún adulto puede creer, y transformó el 'procés' en la cruzada de los niños. Quizá sea por esto que Quim Torra mantiene cerrado el Parlament. Lo que pasa allí dentro es, como la pornografía, un espectáculo para adultos impropio de esta sociedad.

Alguien tendrá que preguntarse por qué el 9-N, aniversario del día de 2014 en que Artur Mas lanzó una votación tan estéril como la del 1-O, no se conmemora. Alguien tendrá que pensar por qué este lunes salen a la calle para recordar que pusieron papel mojado en unas urnas. Hablan de esto los grupos de estudiantes que cortan las calles cantando 'Els Segadors', y el repetitivo himno de Cataluña cada vez me recuerda más a la situación del independentismo: esa tensión simbólica, esa machacona vuelta a empezar de cero, ese giro obsesivo sobre determinadas fechas de sangre: “Es la hora de estar alerta, para cuando venga otro junio afilemos bien la herramienta, que tiemble el enemigo al ver nuestra enseña”.

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