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¿Y si Dani Mateo se suena las narices con la estelada?
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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¿Y si Dani Mateo se suena las narices con la estelada?

Todos quieren permiso para insultar y protección para no ser insultados. La libertad de expresión tiene un montón de amantes de conveniencia y muy pocos maridos reales

Foto: Dani Mateo, en 'El intermedio'.
Dani Mateo, en 'El intermedio'.

Dani Mateo se sonó la napia con la bandera de España en El Intermedio. Quizás lo hizo demasiado fuerte: el bufido que brotó de sus narices se transformó en huracán y arrancó las caretas a todos los falsos defensores de la gamberrada incorrecta de nuestro país. De pronto, entre las filas de los que toleran los chistes de mariquitas y entienden el monólogo de los gitanos de Bodegas como inofensivo, se asomaban esas caras de vinagre tan corrientes y habituales entre la curia laica de la corrección. Por todas partes, supuestos defensores de la astracanada y la osadía echaban espuma por la boca y se hacían cruces. Nada nuevo, por otra parte.

La libertad de expresión tiene un montón de amantes de conveniencia y muy pocos maridos reales. Se vio perfectamente la semana pasada cuando el Congreso aceptó a trámite la propuesta para que las injurias a los símbolos nacionales y la corona dejen de ser un delito y para suavizar los de enaltecimiento del terrorismo. Votaron en contra PP y Ciudadanos, dos partidos donde abundan los que se burlan cuando la izquierda se escandaliza por las letras del reguetón o los comentarios de Herrera. Carolina Terechea (ERC) recitó una lista de víctimas de los artículos 525 (sentimiento religioso), 578 (enaltecimiento) y 590 (injurias a la corona) y omitió interesadamente las del 510 (delitos de odio).

Foto: Dani Mateo, en 'El intermedio'.

En fin. El gag de Dani Mateo fue tan sonado que La Sexta borró el vídeo de la red, pero yo no dejo de preguntarme qué hubiera pasado si el cómico llega a sonarse con la estelada, la bandera arcoíris LGTB o con el manifiesto feminista del 8 de marzo. ¿Cuántos de los que hoy lo defienden se le hubieran lanzado al cuello? ¿Cuántos de los que le han insultado hubieran aplaudido con satisfacción?

Lo más triste de estas polémicas es lo que se esconde siempre debajo: una cansina e interminable guerra de trincheras que adopta la apariencia de pugna por la libertad de expresión.

El tópico más erróneo sobre es el que dice que tenemos mucho sentido del humor. A los españoles, lo que nos gusta, es burlarnos del vecino


Todos quieren permiso para insultar y protección para no ser insultados. Si uno es verdaderamente iconoclasta no idolatra símbolos, pero en España los iconoclastas son tan escasos como los verdaderos liberales. El tópico más erróneo sobre nosotros es el que dice que tenemos mucho sentido del humor. A los españoles, lo que nos gusta, es burlarnos del vecino. Respeto para los míos y desprecio para los demás.

Nadie pensó, cuando celebramos la llegada de las redes sociales, que esto de hablar sin filtros tenía un precio bastante alto: nos han mostrado una realidad que nos repugna, que nos ofende y nos deprime. Han dado carta blanca a todas las ordinarieces y vulgaridades imaginables. Nos han hecho ver que vivimos rodeados de gente grosera que no respeta lo que a nosotros nos parece sagrado y fundamental.

Foto: El actor Willy Toledo, tras declarar en el juzgado. (EFE) Opinión
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Se discute mucho, entonces, de lo que debería o no debería decirse, de las cosas con las que se puede frivolizar, y surgen al fondo voces temblorosas que suplican una pizca de sentido común y un poquito de respeto en general. Pero el de los límites es un diálogo de sordos que no lleva a ninguna parte.

Se discute mucho de lo que debería o no debería decirse, pero el de los límites es un diálogo de sordos que no lleva a ninguna parte


Sería más productivo cambiar el enfoque y recordar que, aunque los demás tienen derecho a decir gilipolleces y a sonarse con trozos de tela con los colores más bonitos del mundo, nosotros también tenemos derecho a hacer oídos sordos y a mirar para otra parte. Así que reivindico desde aquí un derecho sagrado del que se habla muy poco. El derecho de todo ciudadano adulto y con dos dedos de frente para hacer como que oye llover.

Dani Mateo se sonó la napia con la bandera de España en El Intermedio. Quizás lo hizo demasiado fuerte: el bufido que brotó de sus narices se transformó en huracán y arrancó las caretas a todos los falsos defensores de la gamberrada incorrecta de nuestro país. De pronto, entre las filas de los que toleran los chistes de mariquitas y entienden el monólogo de los gitanos de Bodegas como inofensivo, se asomaban esas caras de vinagre tan corrientes y habituales entre la curia laica de la corrección. Por todas partes, supuestos defensores de la astracanada y la osadía echaban espuma por la boca y se hacían cruces. Nada nuevo, por otra parte.

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