España is not Spain
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"España es un Estado fascista": una ruptura total que se anticipa en las redes
Sospecho que en las próximas elecciones veremos un viraje hacia el independentismo motivado por la solidaridad. La sentencia puede ser un regalo que el Supremo ha entregado al agonizante 'procés'
Nada en las redes sociales hace presagiar que las sociedades española y catalana vayan a conservar la calma. Era previsible la reacción independentista. Las etiquetas y pancartas estaban preparadas y hubieran sido las mismas con una condena más dura por rebelión. La sentencia, en la burbuja independentista, es un injusto mazazo contra las libertades ejecutado con una fuerza desproporcionada. Durante la mañana, veo desfilar en Twitter acusaciones contra los jueces españoles: psicópatas, torturadores, autoritarios, franquistas, turcos, etcétera.
La etiqueta #SpainIsAFascistState se había convertido en tendencia antes de las 12, y quien piense que este sentimiento es solamente independentista conoce muy poco a los catalanes. Sin llegar a estas calificaciones tan duras, se podía percibir cómo el movimiento de irritación sobrepasaba la burbuja independentista para contagiar a las concomitantes. La tribu tira con una fuerza irresistible, pero también prolifera la opinión de que no se debería condenar tan duramente a políticos por haber iniciado un proceso más cercano a la fantasía que a la realidad.
Sospecho que en las próximas elecciones veremos un viraje hacia el independentismo motivado por la solidaridad. En este sentido, la sentencia puede ser un regalo que el Tribunal Supremo ha entregado al agonizante 'procés'. El retrato del Estado como una máquina de represión, asumido por catalanes contrarios a la independencia que habían sido muy críticos con la unilateralidad, se extiende en las redes. ¿Reacción emocional? Hace demasiado tiempo que Cataluña vive sometida a las oleadas del sentimentalismo.
Este desplazamiento solidario se ha visto también en las burbujas de opinión de la izquierda no independentista, tanto en Cataluña como en el resto de España. Los 'comuns' en particular hablaban de exceso y de golpe. Como Ada Colau, incidían en el “dolor” y se posicionaban de forma tácita o explícita contra la decisión del Supremo, empleando el recurso de criticar la judicialización. Mientras tanto, los españolistas de Cataluña se dividían entre la alegría por el castigo a sus enemigos y la insatisfacción por una sentencia, a su juicio, blanda.
Los perfiles con la banderita de España difundían los pocos altercados violentos en las manifestaciones de la mañana, como el puñetazo a una señora que se metió con una bandera de España a reírse de los manifestantes independentistas. Incidían en la gravedad de los hechos de 2017 y se burlaban de los presos, mientras Òmnium perseveraba en ese 'ho tornarem a fer' que ya se ha convertido en un mantra y que hace prever futuros problemas judiciales. La división es total.
Visceralidad hasta nuevo aviso
En 490 páginas, los jueces del Supremo justifican su decisión, exponen los hechos probados, los interpretan, aportan los fundamentos y condenan. El tocho jurídico es papel mojado para las redes. La filtración de las penas fue exacta y es lo único que importa, unas cifras, porque el impacto es emocional: muchos internautas se jactaban de que no necesitan leer el texto, mientras Ortega Smith anunciaba que recurrirá la sentencia antes incluso de examinarla.
Desde el primer minuto, se vaciaron las aulas de las universidades catalanas y las arterias de la ciudad quedaron cortadas. Varias ciudades catalanas colapsaron apenas una hora y media después de publicarse el documento, mientras los ciberactivistas propagaban mensajes para guiar a la multitud hacia los puntos neurálgicos. Entretanto, las burbujas de opinión seguían hinchándose en las tendencias de Twitter: #NoEsJusticiaEsVenganza, #TsunamiDemocratic, #LlibertatPresosPolitics, Puigdemont, Llarena y 'procés' copaban el apartado de los 'trending topics'.
El papel del ciberactivismo fue importante en los hechos condenados por el Supremo. Informa Manuel Ángel Méndez en este periódico de que en el texto de la sentencia se repite 11 veces la palabra 'Twitter', nueve la palabra 'tuit', 11 veces las 'redes sociales', tres 'Facebook', 10 'WhatsApp' y hasta 22 el término 'digital' o 50 la palabra 'web'. Pero lejos de amilanarse con el castigo, el ciberactivismo se ha vuelto más poderoso.
Lo que ocurra en las calles de Cataluña en las próximas horas, lo que suceda en las próximas elecciones de Cataluña, tiene un anticipo en el paisaje digital incendiado de este lunes.
Nada en las redes sociales hace presagiar que las sociedades española y catalana vayan a conservar la calma. Era previsible la reacción independentista. Las etiquetas y pancartas estaban preparadas y hubieran sido las mismas con una condena más dura por rebelión. La sentencia, en la burbuja independentista, es un injusto mazazo contra las libertades ejecutado con una fuerza desproporcionada. Durante la mañana, veo desfilar en Twitter acusaciones contra los jueces españoles: psicópatas, torturadores, autoritarios, franquistas, turcos, etcétera.