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La revolución bolivariana con moño: hombre blanco hablar con lengua de serpiente
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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La revolución bolivariana con moño: hombre blanco hablar con lengua de serpiente

¿Concentración bancaria bajo el paraguas socialcomunista? Ver para creer. Recordemos que Bankia es un banco nacionalizado por el Partido Popular

Foto: El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias (i), se abraza con el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón. (EFE)
El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias (i), se abraza con el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón. (EFE)
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Iban a temblar los suelos de la bolsa, a abrirse simas y tragarse a los accionistas. Las torres KIO se inclinarían más todavía hasta darse un cabezazo. Iban a desmoronarse las paredes de todas las sucursales bancarias, a desaparecer los abastos. Los capitalistas se llevarían sus chisteras y su dinero al paraíso fiscal más próximo para salvarlo de las subidas de impuestos hasta que pasara la tormenta bolchevique. Lo dijeron, recordadlo, a los cuatro vientos. Se oía por la radio y aparecía en las tribunas la opinión. El terror rojo había empezado.

No se andaba con chiquitas Sánchez, lacayo de los bolcheviques. La entrada de Podemos en el Gobierno era una amenaza para el capitalismo mundial y Venezuela, tanto tiempo temida, por fin había desembarcado en nuestras costas. Por primera vez en democracia, un comunista puro aparecía en el Consejo de Ministros: Garzón, que desfiló con el maletín y se pudo oír el galope de los caballos del Apocalipsis. Cuando sonrió, se le vieron unos colmillos afilados como piolets y la campanita del Banco de España repicó.

Foto: Alberto garzón comparece en la comisión de sanidad y consumo en el congreso

Los planes de Podemos para la economía española eran durísimos. Suponían el fin del mundo tal y como lo hemos conocido. Querían tumbar la reforma laboral y hacer del despido una yincana imposible para el empresario. Querían nacionalizar bancos y empresas eléctricas. Querían prohibir la publicidad del juego e infestar la economía libre de trabas burocráticas. Querían intervenir el mercado de los alquileres y boicotear el lucro patrimonial. Querían derribar las vallas de Melilla y darles a todos los inmigrantes barra libre. Querían extender un subsidio universal que destruiría la meritocracia hasta los cimientos.

"Disfrutad de lo votado", decían los liberales adinerados mientras consultaban webs de alquileres en Andorra y echaban gasolina al helicóptero, pero cuando el terror rojo estaba a punto de desencadenarse, cuando Maduro ya estaba frotando el tenedor con el cuchillo y los ayatolás 'ayatoleaban', Garzón se puso un traje y Pablo Iglesias se hizo un moño. Solo sé que desde que está en el Gobierno ha visto más series que yo en el último año. Quizás se las recomienda a Ana Patricia Botín, que es la defensora más entusiasta del Gobierno. Atención:

"Queremos todos una economía más sostenible, más digital, y por supuesto, cómo no, más feminista". La frase no es de Irene Montero (le faltó decir "todas"), sino de la presidenta del banco de Santander, ese cuya imagen corporativa es del mismo color que las banderas comunistas. La verdad es que la oigo y solo puedo imaginarme a Daniel Bernabé en el suelo de su casa, atacado por carcajadas histéricas e irrefrenables, arreándose tochazos en la cabeza con 'La trampa de la diversidad' y gritando, como el matemático de 'Parque Jurásico' cuando los dinosaurios rompen las vallas, aquello de "cómo odio tener razón siempre".

La entrada de Podemos en el Gobierno era una amenaza para el capitalismo y Venezuela por fin había desembarcado en nuestras costas

Porque si hay hoy algo más patético que el pánico de la derecha, de los apocalípticos, está siendo el fraude de expectativas de los integrados. La reforma laboral parece a salvo y las pérdidas empresariales se puentean con dinero público. El mercado de los alquileres sigue "autogestionándose" como una casa okupa, la publicidad de casas de apuestas siembra internet desde que se reactivó el fútbol, las vallas de Melilla se han remodelado para ser un poquito más suaves y un tanto más altas, y aquello de la aprobación del subsidio universal ha servido para cabrear a la gente que creyó que lo cobraría.

Foto: Partido de la imagen de la nueva valla cedida por el 'Faro de Ceuta' y el muro fronterizo de EEUU y México. (EC)

De la ley que iba a salvar a todas las mujeres del maltrato y la violencia sexual, aquella se aprobaría coincidiendo con el 8-M y supondría el mayor salto de derechos humanos de la historia, será mejor no hablar porque la han metido en el quirófano de Telecinco de lo fea que era. Estaba redactada por alumnos de tercero de la ESO en la resaca de un cumpleaños. En fin: medidas estrellas, ya se sabe.

Ahora, para rematar, nos llega la noticia de que Bankia y Caixa Bank inician su proceso de fusión. ¿Concentración bancaria bajo el paraguas socialcomunista? Ver para creer. Recordemos que Bankia es un banco nacionalizado (por el PP), responsable de miles de desahucios y del fraude abominable de las preferentes. Recordemos que se le inyectaron 24.000 millones de euros. Recordemos aquellos discursos sobre la "banca pública" que estaría al lado de "la gente".

Pues bien: Alberto Garzón ha dicho con voz temblorosa (casi parecía Ángel Gabilondo) que estaría muy bien mantener la mayoría del accionariado para recuperar la pasta del rescate y para que 'no sé qué desastre', no se vuelva a repetir. Además, el secretario de Estado para Asuntos Sociales de Podemos ha dicho que esto es malísimo para la economía española. Como para tomar el palacio de invierno con estas chanclas.

Siempre se le podrá echar la culpa a Nadia Calviño, a la situación coronavírica o a la ultra-ultraderecha. Además en 'La Última Hora' lo narrarán como una victoria histórica o como una agresión fascista. Se ve que cada generación de rojos españoles está condenada a cantar aquello de Krahe.

Iban a temblar los suelos de la bolsa, a abrirse simas y tragarse a los accionistas. Las torres KIO se inclinarían más todavía hasta darse un cabezazo. Iban a desmoronarse las paredes de todas las sucursales bancarias, a desaparecer los abastos. Los capitalistas se llevarían sus chisteras y su dinero al paraíso fiscal más próximo para salvarlo de las subidas de impuestos hasta que pasara la tormenta bolchevique. Lo dijeron, recordadlo, a los cuatro vientos. Se oía por la radio y aparecía en las tribunas la opinión. El terror rojo había empezado.

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