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Gracias, me he reído mucho con el último informe del Instituto de la Mujer
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Gracias, me he reído mucho con el último informe del Instituto de la Mujer

El informe es largo, porque pone en práctica todos los trucos de la retórica típica de una tesis doctoral, y crea problemas de la nada para tener algo sobre lo que disertar

Foto: La directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, durante el acto de toma de posesión de su cargo. (EFE)
La directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, durante el acto de toma de posesión de su cargo. (EFE)

Me quedo más tranquilo al saber que seguiremos pagando el Ministerio de Igualdad, porque de lo contrario no sé ya qué sería de las mujeres y las niñas de este país. Hubieran terminado como los dueños de pequeñas y medianas empresas, en el arroyo con los camareros, o peor: comprando objetos de color rosa en Navidad para sus hijas en el caso, rarísimo, de que en ese momento tuvieran todavía dinero para semejante gasto.

Por fortuna, el ministerio seguirá funcionando a pleno rendimiento. Ya no vemos sus fiestuquis de cumpleaños, pero sí los informes que emite puntualmente el Instituto de la Mujer. El mes pasado, salvaron España del patriarcado que se esconde en las series de televisión y ahora, ante la campaña de regalos, han levantado un dique para proteger a la ciudadanía infantil de la horripilante sexualización de Magia Borrás y el Tragabolas.

He pasado una mañana buenísima leyendo el informe de 200 páginas, lleno de referencias académicas de primera división, en el que luego de muchas explicaciones retorcidas sobre lo que todo el mundo sabe (muchos juguetes están sesgados de manera evidente por sexos), las autoras analizan un montón de anuncios para detallar minuciosamente cada postura, cada ángulo de cámara y cada eslogan de la publicidad infantil y los productos.

¿A qué me refiero con 'minuciosamente'? Os presento este delicioso ejemplo, de la página 175, a la que llegué minutos antes de sufrir mi apoplejía con perspectiva de género: “En lo que respecta a los anuncios de posturas y gestos de niños y niñas, destacar que aparecen las mismas poses que en los catálogos, especialmente la de apoyar la punta del pie en el suelo, doblando la pierna, en el caso de las niñas”. Sic. Pie en el suelo, doblando la pierna.

El informe es largo, porque pone en práctica todos los trucos de la retórica típica de una tesis doctoral, y crea problemas de la nada para tener algo sobre lo que disertar. Por ejemplo, dan por hecho el dogma más que discutible de que la gramática española es sexista y de que todo masculino genérico ha de ser señalado como problema, con lo que se cubren las espaldas para obtener muchos ejemplos de opresión simbólica y rellenar muchas páginas.

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Mucho más partido le sacan al color rosa de los juegos de niñas, porque han decidido que es opresivo y discriminatorio. Es divertido esto del color rosa, porque tanto el Ministerio de Igualdad como el Instituto de la Mujer han demostrado una adicción cromática sin igual al morado, lo que me lleva a pensar que, si se pusiera de moda el morado en los juguetes de niñas, lo que ahora les parece problemático lo verían como un rasgo de la revolución. ¿Apostamos?

El informe puede ser leído como una novela de aventuras, porque surgen contratiempos que se resuelven gracias a la pericia de las investigadoras. Por ejemplo, resulta que ahora muchos de los juegos de competición están anunciados con niños y niñas, de modo que se han tenido que esforzar para llegar a la conclusión deseada y se han puesto a medir a los personajes, a ver si los niños ocupan más espacio en la pantalla. Si la realidad no cuadra con las conclusiones, mandamos cuadrarse a la realidad. Esto es de primero de sociología.

El informe puede ser leído como una novela de aventuras, porque surgen contratiempos que se resuelven gracias a la pericia de las investigadoras

También lo han tenido difícil analizando escaparates de jugueterías, porque han visto que las grandes superficies no son lo bastante sexistas como para escandalizarse. Sin embargo, gracias al pequeño comercio, mucho más necesitado de clientela, mucho más agónico en su batalla contra el cierre, han podido arrojar un poco de problematización. Sí: el pequeño comercio es más sexista en sus escaparates. Concretamente hay una tienda en el informe, la número 4, que se atreve a exhibir una cocinita rosa.

Sin embargo, lo más grato al paladar son las tablas que analizan canciones de anuncios para denunciar que a las niñas se las engatusa con rimas y diminutivos mientras que a sus congéneres con pito les llaman la atención con desafíos. Con la máxima severidad, muestran ejemplos como este: “¡Oh! ¿Por qué llora mi bebito? Hay que limpiarle el culito. Bebe y come como un bebé de verdad, y hace pipí y popó en su orinal”. (En este punto de la lectura, me arrojé al suelo e hice la croqueta).

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Capítulo aparte merecen las fotos y capturas de pantalla con que las investigadoras denuncian la sexualización de las niñas en la publicidad, porque, ¿qué sería de los informes del Monasterio de Igualdad (sic) sin la sexualización? Así, donde el común mortal ve niñas sonriendo y haciendo el tonto, lo típico de los anuncios de juguetes, el informe encuentra un problema oscuro e irresuelto. La colección de fotos que presentan como prueba de cargo es digna de ser proyectada en los edificios de todas las ciudades europeas a ver si alguien más se da cuenta de que ahí pasa algo malo.

Donde el común mortal ve niñas sonriendo y haciendo el tonto, lo típico de anuncios de juguetes, el informe ve un problema oscuro e irresuelto

En fin. Tranquiliza saber que la dotación del Ministerio de Igualdad es la segunda que más crece en los Presupuestos Generales. No sé cuántos de los 400 millones de euros que le tocan al corral de la Montero llegarán a las víctimas del maltrato después de pagar los sueldos de las asesoras y las tartas y todo eso, pero espero que el Instituto de la Mujer reciba lo suyo y que siga entregándonos informes como este. Sus páginas nos deleitarán a la espera de cobrar los ERTE.

Me quedo más tranquilo al saber que seguiremos pagando el Ministerio de Igualdad, porque de lo contrario no sé ya qué sería de las mujeres y las niñas de este país. Hubieran terminado como los dueños de pequeñas y medianas empresas, en el arroyo con los camareros, o peor: comprando objetos de color rosa en Navidad para sus hijas en el caso, rarísimo, de que en ese momento tuvieran todavía dinero para semejante gasto.