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¿Candidata Albiach? Aquí manda el macho Iglesias
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Juan Soto Ivars

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¿Candidata Albiach? Aquí manda el macho Iglesias

Los machos alfa existen y están metidos en política. Serán quizá consecuencias de la sed desmedida de poder. La campaña de Iglesias en Cataluña me parece una prueba de ello

Foto: El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias (i), junto a la candidata a la Generalitat por En Comú Podem, Jéssica Albiach. (EFE)
El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias (i), junto a la candidata a la Generalitat por En Comú Podem, Jéssica Albiach. (EFE)
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Las feministas tienen razón cuando dicen que hay hombres incapaces de dejar a las mujeres ejercer su liderazgo. No somos así todos ('not all men'), pero los machos alfa existen y están, en una proporción nada desdeñable, metidos en política. Serán quizá consecuencias de la sed desmedida de poder: nada les frena, nadie les calla y algunos incluso lideran partidos que se venden como más feministas que las feministas. La campaña de Iglesias en Cataluña me parece una prueba de ello.

Las soflamas del líder más feminista del mundo han enseñoreado a Jéssica Albiach con una verborragia imparable y egocéntrica que ha llegado al extremo de provocar problemas diplomáticos entre España, la Unión Europea y Rusia. El motivo no puede ser más pueril: puro ego. Mientras Albiach trataba de venderse como candidata razonable, Iglesias acaparaba los focos encantado de que hablasen de él, lo cual es una curiosa forma de dejar a las mujeres delante.

Esto ha sido tanto más aparatoso y ridículo cuanto que Albiach era mejor candidata que Iglesias y hablaba en un idioma más interesante para el huidizo votante de los 'comuns'. Ella es, a diferencia de su jefe, consciente del terreno identitario e ideológico endiablado en el que juega la marca de Podemos en Cataluña. Su estrategia es difícil, quizás imposible: acercar ERC a una Generalitat liderada por Illa con los morados como correa de transmisión.

placeholder La candidata a la Generalitat por En Comú Podem, Jéssica Albiach. (EFE)
La candidata a la Generalitat por En Comú Podem, Jéssica Albiach. (EFE)

La opción podía gustar más o menos, ser considerada más o menos ilusoria (oyendo gritar a Junqueras), pero desde luego pasaba por una diplomacia compleja con un punto clave: primar la negociación con el Estado sobre la confrontación directa. Pero entonces llegó ÉL, como un torito que sale de toriles en Pamplona. El rosario de declaraciones de Iglesias se resume en la máxima de que, si no fuera por su presencia mesiánica en el Gobierno, el Estado sería una máquina represiva con la que toda negociación resultaría estéril.

No sé si se habrá dado cuenta Iglesias de que con esto ha boicoteado la estrategia de Albiach. Su discurso de madrileño de izquierdas deslumbrado con la distorsión del lenguaje de la CUP estaba más cerca de Junts que de ese supuesto sector moderado de ERC al que Albiach apelaba. Repitió por activa y por pasiva que España no es una democracia plena, comparó al nacionalpopulista fugado Puigdemont con los exiliados del franquismo y difamó al mismo Estado del que es vicepresidente. ¿Y con estos vamos a negociar?, pensaría el votante de ERC.

El efecto de semejante descarga de testosterona ha sido claro. De memoria, díganme tres frases de Iglesias en la campaña electoral. Ahora, ¿hay alguien capaz de decirme tres frases de Albiach sin recurrir a Google? La única opción de la candidata para hacerse oír por encima de su jefe hubiera pasado por gritar más fuerte en medio de la taberna patibularia adonde la habían arrastrado. Es decir: por renunciar a su propia tonalidad política o, dicho todavía más claro, por hacerle los coros a la estrella del rock.

¿Qué cara se le queda a Albiach cuando el vicepresidente se desentiende completamente de sus labores y se pone a hacer propaganda?

Sin embargo, yo sí recuerdo algunas frases suyas, y es tanto más gracioso así, porque Iglesias ha meado tequila encima de ellas. Dijo, por ejemplo, Albiach al inicio de la campaña, y tenía toda la razón del mundo, que Illa debía dimitir como ministro porque no se podía estar a unas elecciones y en el Ministerio de Sanidad al mismo tiempo. Habló Albiach de las exigencias de la campaña y las de un cargo institucional. Lo mismo dijo Colau. Illa veía las cosas igual y dimitió.

Pues bien, ¿qué cara se le queda a Albiach cuando el vicepresidente del Gobierno se desentiende completamente tanto de sus labores como de su papel institucional y se pone a hacer propaganda en todos los medios catalanes, desde TV3 al 'Ara', hasta el punto de que María Jesús Montero tiene que salir a defenderlo con la excusa de que el hombre está en campaña? ¿No tendría que haber dimitido Iglesias antes de comportarse como el candidato en la sombra en Cataluña?

Está por ver lo que dirán las urnas y es muy difícil sacar conclusiones anticipadas de unas rarísimas elecciones pandémicas, pero mi apuesta, empleando solamente la lógica, y sabiendo que la lógica nunca es buena para hablar de comicios, es que el resultado de Podemos-'comuns' recordará más al de Galicia y el País Vasco que al que sueña con conseguir Iglesias. Así lo veo por dos motivos: la misma gente a la que Iglesias se ha desgañitado por defender es la que, a los votantes de su propio partido en Cataluña, les llaman ñordos y colonos. Eso, desde el punto de vista meramente sentimental.

Foto: La ministra portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de este martes. (EFE)

El otro motivo es de orden conceptual: existe una diferencia enorme entre hablar de indultos y "soluciones políticas", como hacen Albiach o Colau, y poner España al nivel de una Turquía occidental, como ha estado haciendo Iglesias. La primera opción se conduele por el destino de los presos y trata de acercarse emocionalmente al independentismo, pero mantiene el Estado como un interlocutor válido. La segunda se coloca por completo en el campo semántico de Waterloo, y en Waterloo no quieren amigos morados, sino enemigos españoles.

Así lo ha recalcado, por cierto, otra flamante candidata, Borràs, manejada también por su macho alfa, solo que en este caso por control remoto. En fin. La única candidata que parece libre de influyentes jefes alfa es Dolors Sabater (CUP), pero ella está sometida a otra cosa que quizás es incluso más terrible que un machote metomentodo: una organización horizontal, participativa y asamblearia. ¡El horror!

Las feministas tienen razón cuando dicen que hay hombres incapaces de dejar a las mujeres ejercer su liderazgo. No somos así todos ('not all men'), pero los machos alfa existen y están, en una proporción nada desdeñable, metidos en política. Serán quizá consecuencias de la sed desmedida de poder: nada les frena, nadie les calla y algunos incluso lideran partidos que se venden como más feministas que las feministas. La campaña de Iglesias en Cataluña me parece una prueba de ello.

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