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Chica denuncia a Chico: de denuncias falsas y presunciones de inocencia
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Chica denuncia a Chico: de denuncias falsas y presunciones de inocencia

Dado que la historia de 'El Heraldo' no da nombres y dado que ofrece tan pocos detalles, podemos hacernos preguntas, convertirlo en material frío de análisis, como en un laboratorio o un aula

Foto: Obra de Ritagt, artista feminista de Portugal.
Obra de Ritagt, artista feminista de Portugal.

Esto ocurrió en Zaragoza, en septiembre: Chica y Chico pasan una noche juntos en casa de Chica. Las circunstancias, como es natural, solo las conocen ellos dos. Al siguiente día, Chica va a comisaría y denuncia a Chico por violación. Tras pasar por el juzgado de guardia, donde Chico niega la mayor y afirma que fue consentido, el juez envía a Chico a la cárcel. Pasa allí un mes entero, mientras el abogado de Chico trata de presentar como prueba unas conversaciones de WhatsApp.

Según estas conversaciones, parafraseadas por 'El Heraldo de Aragón', después de esa noche Chico y Chica no hablan como si él la hubiera violado, y además se demuestra que habría sido Chica quien tomó la iniciativa e invitó a Chico a casa. ¿Resuelve esto el caso? Ni mucho menos, pero la cosa cambia. El juez decide entonces que Chico ha de salir de la cárcel, eso sí, con una fianza de 5.000 euros, sin pasaporte y con la obligación de acudir al juzgado dos veces al mes. Chico y Chica tienen 23 años.

Una caja negra, cerrada con dos llaves, está en las manos de esas dos personas anónimas, a las que espera un juicio que tratará de abrir el cofre donde se esconden los hechos y también, ya que hablamos del terreno pantanoso del sexo, las interpretaciones. ¿Qué distingue una relación consentida de una agresión sexual? El sentido común nos dice que la diferencia es clara, pero no es cierto. No siempre. El último cambio legislativo del Gobierno, pendiente de aprobación parlamentaria, quiere redefinirlo y apuesta por colocar el consentimiento en primer plano.

Hablar de consentimiento implica que la denunciante diga la verdad y que no haya reinterpretado los hechos después

Pero ¿cómo se prueba el consentimiento? Normalmente el agresor no confiesa sus actos y queda el testimonio de la víctima. Hablar de consentimiento implica por tanto que la denunciante diga la verdad, que su relato sea coherente y que no haya reinterpretado los hechos después, a toro pasado, llegando a la conclusión de que no quería que ocurriera lo que en el momento clave sí consintió. De modo que el único hecho objetivo es el sexo, pero la interpretación de una parte lo será todo en el futuro proceso judicial.

Pero la noticia de 'El Heraldo' saca a relucir algo que abogados, policías y jueces dicen abierta y habitualmente, con los micrófonos apagados, y que en los periódicos se cuenta muy poco. Sin necesidad de que la ley del 'solo sí es sí' haya entrado en vigor, bastó el testimonio de la chica para que el chico entrase en prisión. El juicio podrá aclarar luego los hechos o no hacerlo en absoluto. El chico podrá ser declarado culpable o inocente, pero, en caso de que sea inocente, y de que así lo vean los jueces después de estudiar las pruebas, ese mes en la trena ya no se lo quita nadie, y la sospecha tampoco.

La pregunta que me hago es evidente: ¿alguien puede decirme que este individuo ha disfrutado de su derecho a la presunción de inocencia?

La pregunta que me hago es evidente, y mido muy bien las palabras antes de ponerlas por escrito: ¿alguien puede decirme que este individuo ha disfrutado de su derecho a la presunción de inocencia durante el último mes? Y más allá: en el caso de que estas conversaciones de WhatsApp no existieran, o se hubieran borrado, ¿alguien podría decirme que este individuo tendría alguna posibilidad de un juicio justo si estuviera en vigor una ley que coloca el consentimiento explícito en el centro?

Por lo que a mí respecta, y por lo que debiera respectar a cualquier juez, el testimonio de una denunciante puede ser tan cierto como el del denunciado. Las mujeres y los hombres demuestran la misma predisposición para mentir. Sin embargo, desde la propaganda institucional, se nos instruye día a día en el dogma de que las denuncias falsas existen en todos los delitos salvo los de violencia de género. Ya dediqué un artículo a la famosa cifra del 0,001%, que cuenta solo las condenas en firme y pasa de puntillas sobre casos sordos y también sonados de denuncia falsa sin condena judicial.

Foto: Manifestación contra la violencia machista. (EFE) Opinión
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Juan Soto Ivars

Dado que la historia de 'El Heraldo' no da nombres y dado que ofrece tan pocos detalles, podemos hacernos preguntas, convertirlo en material frío de análisis, como en un laboratorio o un aula. ¿Qué tendría que pasar para que, en caso de que el chico fuera inocente, esto se contabilizara como denuncia falsa? Pues bien: tendría que emprender un nuevo proceso judicial contra la acusadora, y ganarlo, y solo entonces, tras las apelaciones, el 0,001% subiría un grado. Los casos en que la justicia emprende ese camino de oficio son muy pocos. Y después de un viacrucis como ese, suelen decirme los abogados, muy pocos hombres están dispuestos a volver a un tribunal, ni aunque sea como víctimas.

También podría ser que las conversaciones de WhatsApp no prueben nada, que la chica sí haya sido violada y que el chico sea condenado. Y también, no olvidemos, podría ser que el chico saliera absuelto siendo culpable. Nuestros legisladores quieren evitar a toda costa esta última posibilidad, y parecen dispuestos a arriesgar algunas garantías para lograrlo mientras nos aseguran que todo lo esencial está a salvo, y que ninguna víctima se disfraza de ello, sin serlo, por ningún motivo. Jamás. Ojalá la realidad fuera tan simple, tan unívoca, como la propaganda.

Esto ocurrió en Zaragoza, en septiembre: Chica y Chico pasan una noche juntos en casa de Chica. Las circunstancias, como es natural, solo las conocen ellos dos. Al siguiente día, Chica va a comisaría y denuncia a Chico por violación. Tras pasar por el juzgado de guardia, donde Chico niega la mayor y afirma que fue consentido, el juez envía a Chico a la cárcel. Pasa allí un mes entero, mientras el abogado de Chico trata de presentar como prueba unas conversaciones de WhatsApp.

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