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Expurgo de libros en Castellón: contra las bibliotecas escolares limpias
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Juan Soto Ivars

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Expurgo de libros en Castellón: contra las bibliotecas escolares limpias

Se ha dicho que la retirada de estos libros es tanto más grave porque enseñan tolerancia y respeto a los derechos humanos. Me parece una defensa muy endeble, incluso estúpida

Foto: La vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra (d), y la concejala de Feminismos y LGTBIQ+ del Ayuntamiento de Castellón, Verónica Ruiz. (EFE)
La vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra (d), y la concejala de Feminismos y LGTBIQ+ del Ayuntamiento de Castellón, Verónica Ruiz. (EFE)

Tremendo lío en Castellón por 32 libros cedidos a escuelas y un centro de menores, que Abogados Cristianos intenta arrancar de los catálogos y los anaqueles, querella mediante. Resumiendo mucho, estamos hablando de libros de contenido LGTB, y, yendo al detalle, los encontramos mejores y peores. Hay en la lista obras de Miquel Missé y Elizabeth Duval, dos de los intelectuales de más sustancia en la comunidad trans española, también uno del bueno de Luisgé Martín, y otros títulos menos finos, alguno incluso burdo, si se quiere, pero también más accesibles para gente —como son los escolares— sin la formación necesaria para entender tres líneas de Paul B. Preciado.

Se ha dicho que la retirada de estos libros es tanto más grave porque enseñan tolerancia y respeto a los derechos humanos. Me parece una defensa muy endeble, incluso estúpida: no se puede hablar de ellos en bloque, y mucho menos con un lugar común tan fácil de discutir si vamos al detalle. Además, ese argumento obliga a revisar el contenido, libro a libro. Cae en la trampa de la función moral de la lectura. Y es precisamente esa visión la que empobrece la cultura. Significa haber aceptado las reglas que Abogados Cristianos intenta imponer en el juego. En la lista hay, ya digo, libros malos mezclados con los buenos; libros burdos mezclados con los finos; libros de propaganda mezclados con los de 'los derechos humanos'; libros que hablan de diversidad y libros que venden ideología.

El problema de esas salas polvorientas no es lo que los alumnos puedan encontrar, sino que en general las visiten poco

Para el caso, me da lo mismo. Tengo en este sentido una postura clara, radical incluso: la presencia de libros en una biblioteca escolar me parece riqueza, como en cualquier otra. Los libros no muerden y en las bibliotecas escolares los profesores eligen cuáles extraen para sus alumnos. Más importante, los alumnos deberían poder curiosear en ellas libremente. ¿Libros peligrosos? También considero bueno que los niños curioseen libremente en descampados llenos de cristales rotos y clavos oxidados, que se tiren piedras, que se aventuren en casas abandonadas: algunos carcas como yo lo llamamos aprendizaje. Que una biblioteca tenga libros considerados 'peligrosos' por una monja, sea progre o tradicionalista, en mi opinión solo la hace más interesante. El problema de esas salas polvorientas no es lo que los alumnos puedan encontrar, sino que en general las visiten poco.

Foto: Nuzul quran celebration during ramadan in malaysia Opinión

Mi infancia son recuerdos de una biblioteca escolar poco revisada. A la sala de lectura de uno de mis institutos solo nos mandaban castigados. Era un sitio rancio donde nadie entraba por voluntad propia. Total: un día me pillaron haciendo una trastada y fui confinado en la biblioteca como Napoleón en Santa Elena. La profesora de guardia me dijo con desinterés: coge cualquier libro y lee. Por esa biblioteca escolar no había pasado la pedagogía, y por ende tampoco la censura. Era un pudridero de libros cedidos en lotes por profesores que se iban jubilando. Tiré de uno casi al azar y descubrí, con 14 años, que un hombre se había llamado Bukowski, y lo que había escrito. Un castigo muy bien aprovechado.

¿Lectura demasiado precoz (inmoral) para mi edad? Los niños, por lo general, saben cuándo es su momento para leer según qué cosas: tienen un sentido de la repulsión mucho más elaborado que el de los adultos. Además, no hablamos de imágenes, sino de texto: difícil de desentrañar si no hay muchas ganas. Libros como 'Mujercitas', 'Los Cinco' o las memorias del Marqués de Sade. Es decir: no estamos hablando de someter a los alumnos a una actividad obligatoria de carácter propagandístico, ni de meter política en las aulas con un embudo, sino de ampliaciones de un catálogo. El libro es una criatura pasiva: no salta de las estanterías, no obliga a nadie a que lo abra. Está ahí, cargado de ideas y ácaros, y no podemos exigirle acuerdo con ninguna moral dominante porque él no exige al lector acuerdo con la suya. Se puede leer para asentir y también para disentir. Lo importante, más todavía si hablamos de jóvenes, es que se lea. Y cuanto más variado sea el cebo, más populosa será la pesca.

El libro es una criatura pasiva: no salta de las estanterías, no obliga a nadie a que lo abra. Está ahí, cargado de ideas y ácaros

Pero la idea de una biblioteca rica espeluzna a Abogados Cristianos, que se toma ciertos pasajes de un libro muy famoso a rajatabla, e ignora otros fragmentos de ese mismo libro que yo aprecio especialmente. Es una organización enemiga de la libertad de pensamiento y expresión cuyo 'modus operandi' es la gota malaya. Como HazteOir, lanzan campañas judiciales constantes contra toda clase de contenidos o actividades, a su juicio ofensivos, y de vez en cuando logran activar los mecanismos de la Justicia para retener algunos. Se escudan en una supuesta defensa de la 'libertad religiosa' que implica la censura de las expresiones que ellos consideran 'violentas'. Para juzgar libros o canciones, suelen elegir unas cuantas líneas descontextualizadas de cualquier obra, y elevan desde ahí una condena general. Diría que son cortos o miopes si no fuera porque, a lo largo de su ya dilatada experiencia, han demostrado ser más bien mezquinos y fanáticos.

En las justificaciones de Abogados Cristianos para retirar estos libros reside, por cierto, la idea central de la cultura de la cancelación, esa que suelen protagonizar inquisidores (dizque) progresistas. El adagio se lee así: “Mi libertad y mi seguridad dependen de que esto y aquello sea censurado”. Ahora quieren elevar también una denuncia por delito de odio porque en algunos de esos libros hay burlas a la curia y la religión. Pero son denuncias que solo generarán papeleo y pesadumbre en los juzgados, dudo que lleguen a puerto. Por el momento, han logrado que un juzgado dicte medidas cautelares y deje la retirada en el tejado de unas administraciones públicas muy poco proclives a acatar la cosa.

Foto: Winston Marshall, de Mumford and Son, en el festival Bilbao BBK en Bilbao en 2015 (EFE)

En fin: dudo mucho que retiren los libros. Así se ha manifestado Mónica Oltra, que dice que se quedan. Pero el éxito o el fracaso de una campaña de censura no perfuma su olor a vómito. Y por cierto, sabe usted que mi defensa sería la misma si sucediera en la dirección contraria, como de hecho ha sucedido y supongo seguirá pasando, dada la ideología dominante en la pedagogía de moda. Así que propongo mirar esto, hoy, desde el ángulo contrario: una biblioteca escolar bien provista, rica y buena, siempre tendrá en sus anaqueles libros en los que se puedan encontrar expresiones homófobas, machistas y racistas, porque la literatura universal está llena de joyas que no resisten la fineza de las pieles de hoy, pero esto no resta un ápice de calidad o pertinencia a esas obras.

Y todavía digo una cosa más: incluso me da igual la calidad o la pertinencia de las obras. Hasta los malos libros pueden tener su sitio reservado en las bibliotecas de las escuelas, y en las otras, porque uno nunca sabe cuál será el detonante que encienda en un pobre estudiante en formación el vicio de la lectura, si es que tal cosa ocurre. A mí ahora Bukowski, que entonces me cautivó, me parece un autor pesado y me desagrada. Pero el impuslo que me dio entonces sigo agradeciéndoselo. Así que mueran las bibliotecas limpias.

Tremendo lío en Castellón por 32 libros cedidos a escuelas y un centro de menores, que Abogados Cristianos intenta arrancar de los catálogos y los anaqueles, querella mediante. Resumiendo mucho, estamos hablando de libros de contenido LGTB, y, yendo al detalle, los encontramos mejores y peores. Hay en la lista obras de Miquel Missé y Elizabeth Duval, dos de los intelectuales de más sustancia en la comunidad trans española, también uno del bueno de Luisgé Martín, y otros títulos menos finos, alguno incluso burdo, si se quiere, pero también más accesibles para gente —como son los escolares— sin la formación necesaria para entender tres líneas de Paul B. Preciado.

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