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El 8-M de Belarra y Montero: Ucrania no es una mujer maltratada
Las responsables de los ministerios de Igualdad y Asuntos Sociales han decidido filtrar la absurda posición de Pablo Iglesias respecto a Ucrania en la marcha del día de las mujeres
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Prueba de que Podemos tiene los plomos ideológicos totalmente fundidos es que se le ha apagado hasta la alerta antimachista con Putin. El dirigente lo tiene todo para concitar en su contra, al menos, la parte institucional las manifestaciones del 8 de marzo, que organiza 'de facto' este partido: es un hombre agresivo y testosterónico, tradicionalista, que persigue a los gais y a los disidentes rusos y trata a Ucrania como un chulo a su puta rebelde.
Sin embargo, las responsables de los ministerios de Igualdad y Asuntos Sociales (lo que queda de Podemos en el Gobierno) han decidido filtrar la absurda posición de Pablo Iglesias respecto a Ucrania en la marcha del día de las mujeres. Tampoco había necesidad de incluir lo de Ucrania en la manifestación, pero quieren hacerlo, y además de la siguiente manera: clamarán contra 'la guerra' en genérico y a favor de la "diplomacia de precisión".
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'Diplomacia de precisión' significa, según ha explicado Irene Montero, aparecer con la bandera de la Unión Europea en las falsas negociaciones que Putin ha abierto en Bielorrusia: esas cuyas conclusiones incumple Rusia cada día con el bombardeo indiscriminado de civiles. Esas a las que, por supuesto, la UE no está invitada. Ahí es donde Irene Montero lograría la paz con el diálogo. Respecto al "no a la guerra", no vale la pena ni comentarlo. Es como decir "no al maltrato" así, en general.
Recibimos imágenes de zambombazos en los corredores humanitarios o la noticia de que Putin ha exigido que, para abrir uno en Kiev, los que huyen de Ucrania lo hagan hacia Rusia y Bielorrusia. Leemos sobre la represión del Kremlin contra todo aquel que llame 'guerra' a su guerra, sobre los encarcelados por manifestarse contra la invasión y sobre los medios de comunicación cerrados en Rusia mientras más de un millón de mujeres, ancianos y niños ucranianos huyen de las bombas. Y oímos a los ucranianos: piden armas, ya que no hay mucho más que podamos darles. Palabras, lo que ofrece Podemos, es lo que les dimos durante las primeras 24 horas del conflicto. Suerte que Europa se puso las pilas.
En estas circunstancias, Montero y Belarra han tomado la escatológica decisión de incorporar el “conflicto de Ucrania” al 8-M como si esa guerra fuera cosa de dos: una pareja que se pelea, no sin cierta culpa de la parte más débil, y ante la que conviene mediar sin volvernos locos y llamar a la policía. Es gracioso porque es un síntoma de agotamiento. Con esta postura ante Ucrania, todo lo que estas señoras han venido diciendo sobre el privilegio y las posiciones de poder queda desactivado y se vuelve ridículo, vacío. Lo que vale para cualquier conflicto (los domésticos, los de clase, los de raza) queda invalidado cuando una potencia brutal ataca a un pequeño país desamparado.
Es posible que, ante las reacciones que ha suscitado su postura incluso dentro de la izquierda, hagan el moonwalker y no digan nada. Pero los hechos son los hechos: su partido se ha negado a enviar armas a Ucrania: esto es todo lo que se puede decir sobre el compromiso de esas señoras para frenar la agresión del fuerte contra el débil. Saben que Putin respondió a la diplomacia abriendo el capítulo más negro de Europa en lo que va de siglo, que está masacrando a la población civil en una guerra imperialista, pero ellas, estupendas, critican desde el ático, margarita en mano, cualquier medida efectiva para defender al agredido.
La agresión de Vladímir Putin es un "la maté porque era mía" que ha puesto el discurso vacío de Podemos frente al espejo de la realidad. La matraca de la víctima y el agresor que este partido ha usado a su antojo, aplicándola a todo aquello que iba bien con sus intereses, encuentra su frontera geográfica al este, con Polonia. Esta vez no hay “machete al machote”. Esta vez hay que llamar al timbre de la casa donde está produciéndose el maltrato, y pedirle por favor al agresor que deje de darle puñaladas a la víctima.
La división del movimiento feminista, que alcanza la aversión por Irene Montero en no pocas militantes, me hace suponer que hoy habrá en las manifestaciones gente con una visión más clara sobre la abusiva y salvaje agresión unilateral de Putin a Ucrania, y lo dirán alto y claro. Supongo que veremos pancartas desprovistas de ingenuidad, con la cara del tirano en el centro de una diana, y otras con fotos de las mujeres soldado ucranianas y de las que huyen dejando en el combate a sus hijos y maridos. Supongo que habrá alegatos que conecten lo que se critica a diario del machismo (brutalidad, disparidad de fuerzas) y lo que está haciendo Putin.
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Pero mientras tanto, en la cabecera oficialista, veremos a estas señoras engalanadas reclamando el diálogo con un agresor que ha demostrado que no atiende a razones y que tiene el puño como el pedernal. ¿Lo mejor? Ni siquiera creo que sostengan este discurso por convicción, sino como parte de la campaña desesperada para dañar a Yolanda Díaz. Todo ello, claro, con extra de sororidad.
Prueba de que Podemos tiene los plomos ideológicos totalmente fundidos es que se le ha apagado hasta la alerta antimachista con Putin. El dirigente lo tiene todo para concitar en su contra, al menos, la parte institucional las manifestaciones del 8 de marzo, que organiza 'de facto' este partido: es un hombre agresivo y testosterónico, tradicionalista, que persigue a los gais y a los disidentes rusos y trata a Ucrania como un chulo a su puta rebelde.