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La huelga de transportes si gobernase la derecha
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Juan Soto Ivars

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La huelga de transportes si gobernase la derecha

Se trasluce un problema estructural del capitalismo de escala que lo tiene todo para ser acogido por la izquierda

Foto: Transportistas en huelga en Ciudad Real. (EFE/Jesús Monroy)
Transportistas en huelga en Ciudad Real. (EFE/Jesús Monroy)
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A la izquierda le sienta fatal esto de gobernar, porque el gobierno obliga a enfocar la agitación social y el descontento desde la atalaya defensiva, y a usar los métodos fascistas de represión que habías criticado cuando estaban en manos de la derecha, por ejemplo, las leyes mordaza. Por otra parte, el ejercicio de gobierno te deja sin coartadas para la gustosa demagogia.

¡Qué triste que la subida de la luz o los carburantes no te sirva para hacer pancartas, como tampoco la escalada de los precios de la vivienda! ¡Qué infame el descontento de una clase trabajadora que no aspira a que gobiernes tú en el futuro para resolver todos sus problemas, sino a que te pongas las pilas o te vayas! ¡Qué fastidio no poder sumarse a la protesta, engalanado, porque esta vez va dirigida contra ti!

Foto: Industria cárnica.

Queda el recurso de acusar a la ultraderecha de agitar, es decir, de culparlos de hacer el trabajo que te corresponde moralmente. Porque aclaremos esto: las protestas, como los pazos gallegos, tienen títulos de propiedad. Desde que a Vox le ha dado por okupar la demagogia del descontento, la izquierda gobernante está celosa como el niño que tiene un hermanito que coge los juguetes.

La huelga de transportes hay que leerla así. Es una huelga, se mire por donde se mire, pero el Gobierno quiere que la llamemos de otra forma, porque las huelgas son propiedad de los partidos del Consejo de Ministros y sindicatos afines. Con los piquetes pasa lo mismo que con los escraches: solo es fea la violencia que no se dirige contra los intereses del adversario. Tampoco son piquetes, ahora.

En la carretera se oye el grito de los pequeños en un mundo regido por las reglas de los grandes. Se trasluce un problema estructural del capitalismo de escala que lo tiene todo para ser acogido por la izquierda, la desventaja del que tiene poco capital en un Mad Max que abarata los costes de distribución y hace imposible la subsistencia de los débiles ante el más mínimo vaivén de los precios del carburante.

Foto: Una tienda de Zara. (EFE/Fernando Alvarado)

Qué buenos discursos sobre la injusticia del sistema están quedando sin proclamarse con un megáfono, en mangas de camisa, por parte del candidato del PSOE a la presidencia, debido a la maldita circunstancia de que esa figura lleva puesta ahora la corbata y el traje monclovitas. Anda que no le sentaría bien, a un hombre con las manos tan poco bastas, rodearse de camioneros furiosos y fotógrafos, ni que fuera media horita.

En lugar de esto, con el dolor del contorsionista, se ningunea a la plataforma convocante en vez de loar la valentía y arrojo de los parias de la tierra capaces de organizarse para la lucha. Las consecuencias del paro, como el desabastecimiento en los supermercados, serían una forma estupenda de ejercer presión política contra la derecha, a la que se podría acusar de dejar sin leche a los niños por dejadez e insolidaridad, pero en lugar de eso hay que pedirle al ministro de Interior que saque el puño americano.

Foto: Transportistas parados en Ciudad Real. (EFE/Jesús Monroy)

Lo único que hay que agradecerle al destino es que entre los camioneros que protestan no haya una presencia aceptable y equitativa de personas mujeres, trans y racializadas. Al menos son todo hombres llenos de testosterona, algunos de ellos dados a la teoría de la conspiración y el “viva España”. Es una bendición del cielo que el sector del transporte por carretera sea tan poco inclusivo y no se haya feminizado. ¡Para habernos 'matao', si hubiera camioneras en lucha!

En fin. Lo mejor que podría pasar es que las empresas de Silicon Valley se pusieran las pilas y automatizasen de una vez por todas la conducción de mercancías. En pleno siglo XXI no tiene sentido que haya trabajadores pidiendo la mejora de sus condiciones en un sector que podría prescindir de la mano de obra por completo. Se ahorrarían los gobiernos de izquierdas tener que lidiar con esta 'purria' camionera que tantos problemas le ha dado al canadiense Trudeau, y ahora a Sánchez. Una flota de robots digitalizados movidos por energía verde, esa es la solución.

Después de todo, los parados son mucho más manejables que los autónomos furiosos, y además se les puede culpar de sus propios males.

A la izquierda le sienta fatal esto de gobernar, porque el gobierno obliga a enfocar la agitación social y el descontento desde la atalaya defensiva, y a usar los métodos fascistas de represión que habías criticado cuando estaban en manos de la derecha, por ejemplo, las leyes mordaza. Por otra parte, el ejercicio de gobierno te deja sin coartadas para la gustosa demagogia.

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