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La bala de plata de Núñez Feijóo
Esa bala de plata es regalar siete diputados al PSOE justo en el último momento, una vez que Sánchez haya aceptado los votos de Junts y demostrado que está dispuesto a poner en peligro el Estado con tal de seguir en el poder
Alberto Núñez Feijóo llegó al Congreso entre una muchedumbre de diputados, como para exhibir fuerza y unidad. El resultado fue un atasco en la puerta del edificio que era como una metáfora a una sesión de investidura estreñida. Fue una jornada desabrida que sirvió, sin embargo, para constatar hasta qué punto desprecia Sánchez a los ocho millones de votantes del PP.
Aunque quiero creer que hay diputados en el PSOE cuya ética los empujaría a votar en conciencia y cargarse la investidura de Sánchez, porque entienden hasta qué punto es peligrosa e injusta una amnistía, el líder ha demostrado que tiene un embudo de hierro para hacer tragar lo vomitivo no solo a su partido, expurgado hoy de corrientes críticas, sino a analistas supuestamente independientes.
Ahora los soberanistas dicen que la amnistía ya está decidida a falta de calzador técnico, que es una forma de decir que Sánchez será presidente gracias a los siete votos del prófugo Puigdemont. De modo que el Rey tendrá que firmar esa cosa que impugna su legitimidad y la de nuestro Estado constitucional, o abdicar. Vivimos un momento ligeramente más grave de lo dicen en El País.
El PSOE planteó las respuestas a Feijóo como desplante. No contestó Sánchez, sino que sacaron toda su masculinidad tóxica de Valladolid para exhibir, en la chulería de Óscar Puente, la cara más zafia del partido. Sin embargo, Alberto Núñez Feijóo tiene una bala de plata en la recámara cuyo efecto, si la dispara en el momento oportuno, resultará devastador para los cálculos de Sánchez.
Esa bala de plata es regalar siete diputados al PSOE justo en el último momento, una vez que Sánchez haya aceptado los votos de Junts y demostrado que está dispuesto a poner en peligro el Estado con tal de seguir en el poder. Sé que mi razonamiento suena paradójico, puede también que me esté equivocando, pero si os quedáis unos párrafos más veréis como tiene cierta lógica.
Feijóo ha sido incapaz de perfilar la estrategia del PP porque tiene miedo a Díaz Ayuso, es decir, al sector duro del PP, y teme provocar una sangría de votantes hacia Vox. Entre dos tierras, se desdibuja como un candidato fantasmagórico y al borde de la desaparición. Para colmo, ha sido incapaz de lograr una mayoría suficiente para gobernar. Sin embargo, hay que mirar la foto general.
El espacio que queda vacante desde el momento en que Sánchez vuelve a traicionar a sus votantes con un movimiento demoledor como la amnistía es muy grande: es el centro y la institucionalidad. Ante un PSOE atado a los independentistas y dispuesto a reventar la igualdad de los españoles y la separación de poderes, llevar al PP a un espacio donde se pueda recoger la indigestión de miles de votantes que apoyaron a Sánchez por miedo a Vox sería un movimiento beneficioso y razonable.
Feijóo no va a ganarse al sector duro de la derecha, así que debe distanciarse de ahí. Ellos lo quieren decapitado, con Díaz Ayuso en su lugar, y Vox envenena cualquier posibilidad de formar Gobierno con partidos como el PNV. A día de hoy es muy difícil imaginar a la derecha dura con una mayoría suficiente en el Estado, que dista mucho de ser la Comunidad de Madrid.
No se trata de hacer ningún regalo, ni de favorecer un Gobierno de Sánchez, pues esto ya lo tiene. Tampoco se trata de congraciarse con la izquierda, sino de poner las cosas en un lugar que pueda resultar beneficioso a la estrategia a medio plazo del PP. El movimiento de la bala de plata supondría colocar a Feijóo en el lugar de la institucionalidad y arrojar a Sánchez al descrédito.
Feijóo tendría que comunicar el giro final solo a siete diputados de su confianza y a la parte de la cúpula del PP cuya lealtad no esté cuestionada
Si Feijóo asiste la investidura de Pedro Sánchez y utiliza las primeras intervenciones para atacar la venta de España a un prófugo, si soporta con pachorra las réplicas y recalca la idea central de que España no se vende y, justo al final, en el momento previo a la votación, cuando el PSOE suponga que el automatismo parlamentario es todo lo que queda por delante, dispara esa bala de plata, el cálculo de Sánchez irá al suelo.
Para que esto funcione, Feijóo tendría que comunicar el giro final solamente a siete diputados de su máxima confianza y a la parte de la cúpula del PP cuya lealtad no esté cuestionada. Y entonces, en el último momento, demostrar que, a diferencia del presidente investido, él sí es un hombre de Estado. Total, ¿no va a gobernar Sánchez de todas maneras? Pues que sea investido con estos siete votos de vergüenza neutralizados.
Para un Sánchez que ha mendigado votos más allá del límite institucional, nada resultaría tan deslegitimador como salir victorioso de su propia investidura con siete votos de sobra. ¿Cumpliría entonces sus pactos con Puigdemont? ¿Seguiría socavando la igualdad para aprobar presupuestos? La bala de plata daría lugar a una legislatura mucho más incómoda para el presidente y ventajosa para la oposición, que ahora sí podría jugar un papel algo más creíble en la defensa de las instituciones, pese a que el PP sigue malbaratando su credibilidad con el bloqueo al CGPJ.
La bala de plata no sería más que un primer paso. Otra cosa es que el PP, realmente, tenga la calidad democrática como para ocupar un papel de defensa del Estado por encima del partidismo zafio de siempre.
Alberto Núñez Feijóo llegó al Congreso entre una muchedumbre de diputados, como para exhibir fuerza y unidad. El resultado fue un atasco en la puerta del edificio que era como una metáfora a una sesión de investidura estreñida. Fue una jornada desabrida que sirvió, sin embargo, para constatar hasta qué punto desprecia Sánchez a los ocho millones de votantes del PP.
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