España is not Spain
Por
Miss Ministra de Trabajo 2024
Díaz parecía no saber nada, no pensar nada, ignorar por qué está allí, por qué le preguntan, qué es Sumar. Sin embargo, dominaba el gesto. Las fotos quedaron preciosas
La otra noche estaba yo delante del ordenador, bebiendo cerveza del Condis directamente de la lata, con los niños ya acostados y el cigarrillo en la mano, cuando los algoritmos me sirvieron un plato suculento: aspirante a Miss Cataluña naufraga en una frase. ¡Esto hay que verlo! Me eché para atrás en la silla y permití como cada noche que la basura de internet penetrase hasta el fondo de mi cerebro.
A la pobre chica, Miss Cataluña, le preguntaron por “el problema de la natalidad” los del jurado. Ella se desorientó en el primer compás de su respuesta, y luego, llevada a través de la niebla por un desfile sobre tacones, agarrada al potro desbocao de la punta de su lengua, peroró sobre el “problema de la notabilidad” y siguió diciendo nada en absoluto durante unos segundos que parecían horas.
El vídeo me dio pena. Una modelo puede tener diez doctorados en Filosofía y Matemáticas, pero es cruel preguntar sobre el secreto de la vida, la esencia del ser o la deriva social a una persona cuyo trabajo es andar. Por lo común son armas de tortura que los jurados emplean contra las modelos de pasarela y concurso de belleza: como si con eso los feos y las feas pudieran tolerar el resplandor. Si al panadero lo pusiéramos a chutar penaltis para vender barras o los columnistas tuviéramos que bailar, todo el mundo entendería el absurdo. No estamos aquí para eso.
Las modelos son personas dignas en su caminar, altivas en su pose, majestuosas en su apariencia. Perfeccionan una técnica que solo puede parecer sencilla a quien nunca se haya exhibido de esa forma. ¿Por qué coño les preguntan por la natalidad? ¿Qué importa que quieran la paz en el mundo?
Vale. Pues quiso la casualidad o el diablo que a continuación de la miss, el algoritmo me sirviera un vídeo de El País en el que Yolanda Díaz, a una pregunta de Pepa Bueno sobre la vivienda de temporada, corría arrastrada también a través de la niebla del pensamiento en un desfile sobre tacones, donde la punta de su lengua seguía hablando sin decir nada en absoluto durante segundos que, también, eran largos.
¡Miss Ministra de Trabajo!, me dije, y la lata de cerveza del Condis terminó encima de la estantería. Con el paso de los años me he dado cuenta de que alipori, la vergüenza ajena, es una de las ópticas más precisas para analizar la realidad. Presenciamos muchos instantes de vacío a lo largo del día; vagamos entre ellos atados al mareo de la actualidad, pero cuando nos sacude la conmoción de la vergüenza ajena cobramos conciencia de la relación entre los puntos.
Yolanda Díaz en El País parecía una modelo disertando sobre Confucio con una diferencia. La única responsabilidad de una modelo es ser bonita y alcanzar el otro extremo de la pasarela sin que la ropa torturante de un diseñador le haga trastabillar las piernas. La responsabilidad de Díaz es superior, y debido a esa circunstancia se le paga de la saca de nuestros impuestos.
Yolanda Díaz no parecía una miss por su belleza, ni por su ropa, ni por su elegancia. Parecía una miss porque hablaba sin tener nada que decir
¿Cuál es la responsabilidad de Yolanda Díaz? ¿Para qué sirve la ministra de Trabajo de un gobierno sin mayoría para legislar, sin presupuestos? ¿Qué papel ocupa la líder que no es líder de un partido en extinción que jamás existió? Yolanda Díaz no parecía una miss por su belleza, ni por su ropa, ni por su elegancia. Yolanda Díaz parecía una miss porque hablaba sin tener absolutamente nada que decir.
Las seis primeras preguntas de Bueno versaron sobre la irrelevancia de Sumar y el hundimiento de la llamada izquierda a la izquierda del PSOE. Incidió Bueno en la figura fallida de Díaz, y ella respondió con elocuencia maquinal y llenó de palabras el periódico para decantar una nadería perfecta. “Resistir sería que conocemos que la educación pública está mal y resistimos, nos aguantamos”, “gobernar es darle poder a quien no lo tiene hoy”, todo así.
También dijo que está pendiente de la vida de la gente y que eso no le deja tiempo para liderar. Era una confesión tan válida como decir lo contrario, que liderar consiste en estar pendiente de la vida de la gente, o una más allá: que la gente necesita líderes que estén pendientes de la gente. Nada.
En el vídeo que entresacó El País con los mejores momentos de la entrevista se ve a Yolanda Díaz nadando a braza y la mirada estupefacta de Pepa Bueno, que desiste y trata de echarle un capote con el problema de la vivienda, que es como preguntarle a una Miss Melilla 2009 “qué sabe de mi país, Rusia”. Díaz parecía no saber nada, no pensar nada, ignorar por qué está allí, por qué le preguntan, qué es Sumar. Sin embargo, dominaba el gesto. Las fotos quedaron preciosas.
La otra noche estaba yo delante del ordenador, bebiendo cerveza del Condis directamente de la lata, con los niños ya acostados y el cigarrillo en la mano, cuando los algoritmos me sirvieron un plato suculento: aspirante a Miss Cataluña naufraga en una frase. ¡Esto hay que verlo! Me eché para atrás en la silla y permití como cada noche que la basura de internet penetrase hasta el fondo de mi cerebro.
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