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La "generación de cristal" hace la mili en Valencia: son más duros de lo que creías
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Juan Soto Ivars

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La "generación de cristal" hace la mili en Valencia: son más duros de lo que creías

Esos jóvenes sobre los que pesan tantas dudas y sospechas han agarrado la escoba y han dado una lección al mundo. Vecino al que preguntan, vecino que lo decía: nos ha salvado la gente normal y en particular los jóvenes

Foto: Varios jóvenes trabajan para despejar una calle de Paiporta. (EFE/Manuel Bruque)
Varios jóvenes trabajan para despejar una calle de Paiporta. (EFE/Manuel Bruque)
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En los últimos días hemos visto algo asombroso: la “generación de cristal”, esos jóvenes sobre los que pesan tantas dudas y sospechas, ha hecho la mili en Valencia sin necesidad de que nadie los obligue a alistarse. Miembros de un grupo de edad sobrecargado de móviles, sobrediagnosticado y sobremedicado, presos de un sistema educativo que desprecia sus aptitudes y, según se dice, con poca tolerancia a la frustración, han agarrado la escoba y han dado una lección al mundo.

“Lo que necesitan es una guerra”. “Un pico y una pala les daba yo”. “Doblando el lomo se quitan las tonterías”. Pues ahí los tenéis. ¿Quiénes son? ¿De dónde han salido?

Según a quien preguntes, son los fascistas de ultraderecha y además nazis que gritan “¡Franco!” para desesperar al profe; son los neocomunistas matriculados en primero de Estudios de Género que confunden Palestina con lo gay y le hacen escraches a quien piensa diferente; son los adictos al porno desde los ocho años, violadores en potencia que desprecian el consentimiento y necesitan que los corrija una charla impartida por la prima de Pam; son los que han llevado el acoso escolar a cotas criminales y provocan suicidios con sus móviles; son los que se suicidan si les ponen un sobresaliente bajo en el examen; son los mamelucos que hacen el canelo en TikTok y se cortan el pelo a lo brócoli; son los cayetanos, los wokes, los ninis; son los hipersensibles paralizados por sus propias emociones; son “les niñes” que no saben ni lo que son y chillan si les pisas el pronombre; son ellos, son ellas: el monstruo, el negro futuro que nos espera, que nos atropella; la generación que impugna todo lo construido por la sabiduría y el buen hacer de los mayores.

¿Y qué hacían, mientras tanto, los “adultos responsables”? ¿Qué hacía la élite de las generaciones bien formadas, bien moralizadas, bien construidas? Muchos de los que mandan y tienen influencia en el mundo “adulto y responsable” han dedicado esta semana fantástica al cultivo del “relato”. Los propagandistas se han puesto las pilas y ahora toca contarnos que todo funcionó a la perfección, salvo cuando lo manejaba el oponente. Toca inventar otra amenaza contra la democracia. Tiempo han tenido: mientras los chavales se dejaban los cuernos en el barro, los despachos producían fango.

Mientras los chavales se dejaban los cuernos en el barro, los despachos producían fango

¿Habrán votado alguna vez muchos de esos chavales de la escoba? ¿Son de izquierdas, de derechas? Da exactamente igual lo que piensen: aquí seremos juzgados por lo que hacemos. Me tiene loco que en ciertas cuentas de Twitter de cuarentones con la banderita de Europa o el triangulito para abajo se abomine de grupúsculos de extrema derecha que estarían, atención, ayudando a las víctimas que no ayuda el Gobierno central ni autonómico, en vez de apedrear inmigrantes. ¡Pues sí que están humanitarios los inhumanos!

¿Qué hacen mientras muchos de los viejos demócratas constitucionales? La responsabilidad de los dos grandes partidos políticos la ve cualquiera que no padezca esa hemiplejia ética tan extendida y lucrativa. Durante cinco o seis días, pedanías y pueblos al sur de Valencia fueron una lamentable zona sin Estado. Hubo saqueos, indefensión, ausencia de cuerpos de seguridad; hubo personas sin agua potable, sin luz ni gas; hubo un apagón de internet. Vecino al que preguntan, vecino que lo decía: nos ha salvado la gente normal y en particular los jóvenes.

Se ve estos días a gente hecha trizas que no suelta el cepillo. En vez de recibir la ayuda material y psicológica que necesitan, han tenido que hacer el trabajo de funcionarios que no llegaban al terreno, ni avanzaban a suficiente velocidad, por una suma de incompetencias y maldades políticas que nada tiene que ver con la profesionalidad y el honor de los servidores públicos rasos.

Ahora siguen jugando al "y tú más", pero cualquiera que defienda a la Generalitat o al Gobierno es un propagandista. Mientras jóvenes rojos y fachas se cubrían del mismo lodo, Mazón no activó el nivel 3 de emergencia, que cambia el mando al Ministerio de Interior, porque no quería quedar como un incompetente absoluto; y el Gobierno no activó el nivel 3 de alerta porque al PSOE le viene bien que Mazón y el PP se hundan en el barro. Ahí están todavía, con sus tertulias, discutiendo sobre competencias.

Ahora ya sé qué es la famosa máquina del fango. Propaganda, tácticas y razonamientos partidistas que perpetúan el desamparo del contribuyente. Ahora que se mueven los uniformes, vemos un prodigioso ejercicio de limpieza: el lavado de cara de los partidos con la técnica de empujar el barro a la fachada del adversario. Que no vengan luego a prevenirnos contra la “antipolítica”, porque son ellos y su politiquería infame.

Foto: Miles de personas se desplazan desde Valencia a La Torre. (EFE/Ana Escobar)

Naturalmente, no todos los adultos son como los diputados. Los hay que lloran por sus casas destruidas mientras se dejan ayudar por jóvenes anónimos. Ni unos ni otros representan a toda su generación, porque las generaciones son mentira. Pero, aunque los jóvenes de hoy sí tienen problemas, particularidades y vicios muy suyos, estos días han demostrado que la fragilidad y la histeria desaparecen ante la emergencia.

Igual es cierto que cada generación necesita su guerra de Vietnam. A mí me ha dado un poquito de fe en el futuro, aunque seguro que los adultos intentarán politizarlos y llevarlos al redil. Vox y Podemos lo intentan: ojalá los manden a tomar por saco.

Empecé a mirar sin esperanza lo que pasaba en Valencia y gracias a esos jóvenes la he encontrado. Puede que la solución al lío de mil pares de cojones que ha provocado un Estado autonómico anquilosado y construido a la medida de las necesidades de las agencias de colocación de inútiles que llamamos "partidos políticos" venga de esos jóvenes don nadie.

Si se han puesto las pilas y organizado para limpiar y ayudar a sus vecinos de esta forma, para reunir alimentos y agua, para llegar donde el Estado no alcanzaba, esta capacidad de trabajo y sacrificio me gustará verla cuando les toque tomar impulso. Que tiemble el sistema.

En los últimos días hemos visto algo asombroso: la “generación de cristal”, esos jóvenes sobre los que pesan tantas dudas y sospechas, ha hecho la mili en Valencia sin necesidad de que nadie los obligue a alistarse. Miembros de un grupo de edad sobrecargado de móviles, sobrediagnosticado y sobremedicado, presos de un sistema educativo que desprecia sus aptitudes y, según se dice, con poca tolerancia a la frustración, han agarrado la escoba y han dado una lección al mundo.

DANA
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