España is not Spain
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Llevo dos noches saliendo a la ventana para aplaudir despacio
En la pandemia salía la gente a aplaudir fuerte a los sanitarios que estaban partiéndose el lomo y ahora yo salgo a aplaudir a los políticos que se están partiendo la cara unos a otros a ver cuál es más impresentable
Aplaudir despacio ha sido mi desahogo los últimos dos días. A-plau-dir-des-pa-cio a las ocho de la tarde, mirando fijamente al elemento institucional que me quedaba más cerca, y asintiendo, también, des-pa-cio. Es el aplauso lento, admirativo, de la ironía.
Tea-plau-do, querido Estado de las autonomías. Tea-plau-do, querido Mazón del Gobierno valenciano. Tea-plau-do, querido Pedro Sánchez, queridos ministros y ministras, queridos diputados. Te aplaudo a ti también, Feijóo, porque te has quitado las gafas sin hacerle daño a nadie. Y a ti, Abascal, y a Yolanda si la encontráis, haciendo gestos de gallina con la cabeza. Sois todos los mejores.
Obedecer al Gobierno y darnos todos un aplauso cuando sentimos, por la vibración de un vaso de agua como en Parque Jurásico, al Estado movilizarse con todo su músculo y velocidad vertiginosa, deslumbrador, brillando en las gafas de sol de Antón Losada, es nuestra obligación moral. Y como la institución pública que me quedaba más cerca de casa era un buzón de Correos, pues yo aplaudí muy despacio mirando al buzón.
Plas, plas… plas. Lo mismo podía haber aplaudido mirando a la oficina de la Agencia Tributaria o al ambulatorio que sólo tiene turno de mañana.
Pedro Sánchez empezó con un “gracias” su comparecencia tras el Consejo de Ministros extraordinario del lunes. Aplaudí despacio porque era el primer Consejo de Ministros extraordinario dos semanas después de la catástrofe, y porque el presi tenía que irse a Bakú. Allí luchará para que no haya más danas subiendo impuestos a los pobres y lo mismo le pide al gobierno del país que deje de hacer limpiezas étnicas.
La primera semana tras la gota fría, lo único urgente y extraordinario fue calzar cortesanos en RTVE y no hubo Consejo hasta el martes siguiente. Que hubiera llovido un lunes, coño. Yo seguía aplaudiendo despacito, piano, pianissimo, plas, plas… plas. Avanzamos.
Y lo mismo que aplaudí a su decisión urgente de fortalecer la neutralidad de RTVE colocando a gente como Angélica Rubio, aplaudí a su primer saludo en la comparecencia, que dedicó a los medios que luchan contra el bulo, es decir, contra el discurso crítico con el Gobierno, contra la falta de entusiasmo y unidad, plas… plas… plas.
En la pandemia salía la gente a aplaudir fuerte a los sanitarios que estaban partiéndose el lomo y ahora yo salgo a aplaudir a los políticos que se están partiendo la cara unos a otros a ver cuál es más impresentable. Aplaudo despacio contra la antipolítica, contra los voluntarios demasiado fachas, a favor del fiscal general del Estado, acosado por la malvada Guardia Civil. Plas… Plas.
Anunció Sánchez nuevas medidas de ayuda a las víctimas de la catástrofe y yo aplaudo despacio a esas ayudas. Porque se promete mucho dinero como en La Palma, como en el incendio del Campanar y el terremoto de Lorca, pero en el acto de prometer el dinero se coloca una trinchera burocrática para proteger el fruto de nuestros impuestos de las manos demasiado sucias, hambrientas, que no son las manos de quienes viven del dinero público como si fuera de otro.
Plas… plas, plas. Ponte a encontrar los papeles en los charcos, Maribel, contribuyente; rescata escrituras, certificados, Carlitos, y hazlo antes de enterrar a tu madre porque el día 23 termina el plazo; y que esté todo compulsado, Lola; y cuidado con lo que desgravas, Cosme, porque aquí una cosa es que frenemos tu deuda hipotecaria y otra muy distinta es que, cobrando, dejes tú de pagar.
Pero me di cuenta, en medio de mi lentísimo chocar de manos, de que la estrategia de comunicación de Moncloa estaba funcionando nuevamente, y por un momento quise aplaudir más rápido y más fuerte, pero me contuve.
¡Qué estrategia, la del Gobierno! Si todos somos Estado, como dijo Sánchez, hemos de felicitarnos por lo bien que funciona nuestra propaganda. Para capitalizar esta crisis, de la que el Gobierno es corresponsable, sólo se necesitan dos cosas. La primera es centrar el foco en Mazón, cuya responsabilidad no discute nadie, pero cuyo señalamiento exclusivo por parte de la propaganda monclovita, manifestaciones incluidas, sirve para acorazar al Gobierno central.
La segunda, desautorizar al ciudadano de a pie de Valencia y al periodista que le pone demasiado cerca el micrófono, y volver a mezclar los bulos con las verdades, como cuando se investigó a Begoña Gómez, para que el testimonio cierto del ciudadano que cuenta que el Estado no ha cumplido en esta crisis quede desautorizado por lo que tuitea Alvise Pérez o publica Javier Negre.
Y así, centrando el fallo institucional en Mazón y desautorizando a quienes certifican el mal funcionamiento del Estado en instancias superiores, va a quedar el Gobierno o más bien el PSOE como único baluarte contra la catástrofe pese a las zancadillas y sabotajes de la oposición y la prensa desafecta. Si es que es para quitarse el sombrero y el cráneo. Y para aplaudir despacio, plas… plas… plas. Admirativamente.
Aplaudir despacio ha sido mi desahogo los últimos dos días. A-plau-dir-des-pa-cio a las ocho de la tarde, mirando fijamente al elemento institucional que me quedaba más cerca, y asintiendo, también, des-pa-cio. Es el aplauso lento, admirativo, de la ironía.
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