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España is not Spain
Por
Todas las Mouliaás dicen siempre la verdad, salvo si denuncian a Errejón
Tan escandalizado está el personal con la actitud atrabiliaria y desagradable del juez, que aquí no se analiza a fondo el núcleo radiactivo del asunto
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El caso de Errejón y Mouliaá es mejor a cada día que pasa. Digo “mejor” en el sentido de “peor”. De orinal, sofá y pera de lavativa. En esta historia está mal el acusado, su partido y su ideología, y también la acusadora, su denuncia y los medios. Y ahora, para colmo, aparece otro personaje memorable, el juez de instrucción. Un espectáculo fabuloso. La radiografía del esperpento sexual español.
El juez ha sido tan faltón y sardónico con Mouliaá que ha salido en tromba parte del feminismo a repetir lo de “machistas con toga” y a explicarnos que, por esto, es mejor denunciar donde Fallarás. El hecho de que haya más de cinco mil jueces por ahí y que la mayor parte de las denunciantes sean tratadas con extrema cortesía no evita la efectividad de un buen rábano cogido por las hojas.
Dice el activismo y la ministra del ramo que el vídeo de este interrogatorio disuadirá a las mujeres violadas de denunciar. Yo pienso que lo que disuade a las mujeres de denunciar es, precisamente, que el activismo y la ministra repitan por todas partes que los jueces son machistas y no las van a creer en el juzgado. Si quieren que las mujeres denuncien, podían haber contextualizado el interrogatorio, como de hecho hizo el abogado de Mouliaá.
Digo bien: el abogado de Elisa Mouliaá ha defendido al juez Carretero en Espejo Público mientras media España, juristas incluidos, se llevaban las manos a la cabeza por los modos. Cosas que pasan, como rumia José Luis Sariego. Ha dicho el abogado de Mouliaá que fue más duro con su cliente que con Errejón como estrategia, para ganarse la confianza del segundo e indagar en busca de lagunas. Lo dudo, pero podría ser.
El caso: tan escandalizado está el personal con la actitud atrabiliaria y desagradable del juez, que aquí no se analiza a fondo el núcleo radiactivo del asunto. Desde que leí la denuncia de Elisa Mouliaá pienso y he repetido donde me han preguntado que ninguna persona con dos dedos de frente podría ver una agresión sexual en ese relato, a menos que la denunciante tuviera menos de 18 años.
Quizás ahí hemos dado con la tecla de Mouliaá. En Telecinco le ha acusado de drogar y violar a "niñas" de 19 años. Todo gira en torno a esto.
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En un país civilizado, los hombres y mujeres adultas son iguales en autonomía y capacidad, pero vivimos en un país ideologizado. Mantengo lo dicho tras conocer la versión de Errejón, que describe una cita de dos adultos de forma más verosímil que el relato draculino en el que la mujer hipnotizada se comporta de forma insólita y continúa con el hombre que ha abusado de ella en presencia de sus amigos, y luego sube con él voluntariamente en su casa.
Errejón ha aportado, además de su versión, otro dato clave que no conocíamos: la actriz borró su parte de las conversaciones por Instagram que ambos mantuvieron mucho tiempo tras la “agresión”. Ella le pedía ayuda, se mandaban bromas y no fue hasta que sopló el viento en el Instagram de Fallarás que borró todo y denunció. Si esto no te huele a chamusquina, tal vez confíes en el fiscal general.
Cuando el juez le preguntó por esto, Mouliaá dio dos versiones contradictorias. Dijo que los mensajes los había borrado él (lo que es fácil de refutar) y que los había borrado ella porque se lo dijo su abogada. Juntamos esto con la tormenta de insensateces que ha soltado ante periodistas por la calle y luego cobrando en Telecinco y podemos aspirar con fruición el apetitoso olor a incompatibilidad con la razón.
Por cierto, respecto a la pasta o los intereses espurios que podría haber tenido Mouliaá al subirse a un carro: ha dicho la actriz que donará todo el dinero de Telecinco a organizaciones de la causa feminista. Esto lo comprobaremos en su momento: yo, que trabajo en la tele y tengo mis contactos, sé exactamente cuánto ha cobrado. Veremos cuánto dona, si lo hace.
Pero sigamos. Os decía que no existe forma humana de que alguien me convenza de que esa mujer está denunciando una agresión sexual. De hecho, me parece un insulto a las víctimas de agresión sexual que estemos hablando de la noche que en que Elisa Mouliaá siguió a Íñigo Errejón más allá de Ganímedes. Aun en el caso de que ella dijera toda la verdad y Errejón mintiera, yo digo lo mismo. Ni siquiera me parece una denuncia falsa: es algo peor, nuestro contexto sexual.
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Hoy día existe una distancia sideral entre lo razonable y lo que está escrito en la ley. La nefasta norma “sólo sí es sí” se hizo famosa por el error en las horquillas que liberó prematuramente a pederastas y violadores, pero su reverso punitivo es más oscuro. Convierte en delito lo que era falta o intrascendencia bajo la óptica de que la mujer es un ser infantil y manipulable, necesitado de tutela.
Esta es justo la versión de “mujer” que ha dado de sí misma Mouliaá, y todavía está por ver si la rudeza del juez de instrucción parte de la base de que no se cree una palabra o de que busca motivos para mandar a juicio a Errejón. Sea como fuere, con la ley en la mano, se puede condenar a un hombre por la descripción de una noche como esa, y esto es lo más grave de todo.
Y también es lo más divertido, porque ahora el acusado es Errejón. Su partido votó a favor de la reforma disparatada, apoyó el “yo sí te creo”, negó la existencia de denuncias falsas y criminalizó no sólo a los hombres sino también a los jueces. Trató de convencernos de que ninguna mujer sería capaz de hacer lo que Mouliaá parece estar intentando hacer con él, y ahora su única esperanza es un juez lo bastante loco como para interpretar la ley que aprobó su partido de la manera más sensata.
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Ahí está el meollo. Cuando el juez pregunta a Errejón si ya no piensa lo mismo que cuando era diputado, él, armado de un cinismo criminal, responde que tuvo que dejar el partido porque su ideología era incompatible con su propia defensa. Es decir: que su ideología es incompatible con la presunción de inocencia. "No puedo ser portavoz de Sumar y a la vez defender mi inocencia", ha dicho.
Es una frase digna de figurar en el Apocalipsis, y además es precisa: Errejón ha defendido, hasta que lo denunciaron, lo mismo que defienden PSOE, Podemos, Sumar y posiblemente también el PP: un marco ideológico, cultural y legal en el que la acusación de violencia sexual o de malos tratos es por sí sola la condena, porque no existen mujeres como la que él ve ahora en Elisa Mouliaá.
Sólo por esto soy favorable a una dura condena de Errejón. Y, en caso de que el proceso se archive o finalmente lo absuelvan, espero que lo condenen precisamente por eso: por considerarse inocente siendo hombre y para colmo víctima de una mujer. ¡A la hoguera!
El caso de Errejón y Mouliaá es mejor a cada día que pasa. Digo “mejor” en el sentido de “peor”. De orinal, sofá y pera de lavativa. En esta historia está mal el acusado, su partido y su ideología, y también la acusadora, su denuncia y los medios. Y ahora, para colmo, aparece otro personaje memorable, el juez de instrucción. Un espectáculo fabuloso. La radiografía del esperpento sexual español.