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Catástrofe mundial: un señoro ha llamado "guapa" a Yolanda Díaz
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Juan Soto Ivars

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Catástrofe mundial: un señoro ha llamado "guapa" a Yolanda Díaz

Con la que está cayendo, ahora va un periodista del Congreso y llama "guapa" a Yolanda Díaz. Repito y paren rotativas: un periodista ha llamado "guapa" a Yolanda Díaz

Foto: La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
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Hay que dejar lo trivial para centrarse en lo importante. La prensa nos distrae, pero hemos de centrarnos. Los analistas alertan del futuro de Europa mirando a Trump, Putin y Alemania, o del futuro de los derechos humanos con la vista puesta en las denuncias de pulpetes como Errejón y Monedero. Pero la noticia que rompe la baraja pasa por nuestra cara sin que nadie preste atención.

Con la que está cayendo (Rubiales condenado, el que se rompe la ropa en La isla de las tentaciones, Juana Rivas enloquecida, Israel-Palestina, agresiones en manada, jóvenes que votan a Vox), ahora va un periodista del Congreso y llama “guapa” a Yolanda Díaz. Repito y paren rotativas: un periodista ha llamado “guapa” a Yolanda Díaz.

La ministra ha relatado estos hechos sin llegar a romperse de dolor ante los micrófonos de La Ser. Según su versión, que es la verdad revelada, esta terrorífica agresión machista ocurrió con el máximo desparpajo por parte del agresor. Abordó a la ministra y le dijo sin venir a cuento “cada día estás más guapa”.

¿Qué diablos quería decir el periodista? ¿Simplemente un comentario? ¿O acaso sugería que antes estaba menos guapa, con lo que la estaba insultando por su aspecto físico pretérito? ¿Quería cargarla de presión por los estándares de belleza? ¿Deprimirla con ello? ¿Volverla anoréxica, hundirle el amor propio? ¿O acaso, oh dioses, era una amenaza? Al decir que cada día está más guapa ¿estaba el agresor advirtiendo de que un día ella estará tan guapa que él no podrá controlar sus instintos depredadores?

Del "estás muy guapa" al "melafo" hay tan poca distancia como del "melafo" a la violación y el genocidio.

Cualquiera de las explicaciones sume a Europa y el mundo en el terror y la incertidumbre. Reflexionad, si tenéis corazón, sobre lo que es vivir con esa losa encima de la cabeza. Cada vez que esa superviviente, Yolanda Díaz, se mira al espejo, estoy seguro, las insidiosas palabras del depredador vuelven a su cabeza. “Más guapa, más guapa, más guapa”, murmura, al borde del llanto. La presión del género.

Foto: La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Zipi Aragon)

La víctima ha denunciado los hechos con extraordinaria valentía. Pero una vez más parece que se la cuestiona. Recordemos de una vez por todas que las víctimas no deben sentir vergüenza ni ser cuestionadas. Son los agresores quienes han de agachar la cabeza. Suerte tiene ese hombre malnacido que llamó “guapa” a Yolanda Díaz de que ella no haya dado su nombre. Todos lo destruiríamos.

Pero, ah, ya puedo oír vuestros malintencionados comentarios, vuestras burlas. Habrá quien piense que hay oportunismo al contar una cosa como esta en La Ser cuando Sumar ocultó las denuncias contra Errejón y Podemos ocultó las denuncias contra Monedero. Malas personas hay en todas partes. Insensibles serpientes venenosas que cuestionan a las víctimas.

Ha dicho que, si a ella que es ministra y vicepresidenta la agreden de esta forma, qué no le pasará a otras mujeres. Puede preguntar por Sumar y en su antiguo curro en Galicia, me parece que hay algunas mujeres que se lo contarían. Pero vaya: cosas parecidas. Pesadillas patriarcales. Horrores de sátiros. No existen los saltos cualitativos, existen los grados. Entre el piropo y Ted Bundy hay una línea recta.

Como sociedad, tenemos una responsabilidad colectiva: acabar con la violencia sexual que destruye a las mujeres. Hemos de estar siempre atentos a los síntomas, y no hay señal de alarma pequeña. Nuestro lugar está con las víctimas sin importar el color político, ni el color bien conjuntado de la ropa, ni el color de los bucles enredados en los dedos, ni el color de las uñas de los dedos. En el momento en que una víctima levanta la voz, las demás consideraciones desaparecen.

Foto: Errejón junto a Díaz, Urtasun y Rego, en el Congreso. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)

Díaz ha dicho que se quedó paralizada. Y es normal, la parálisis, cuando la violencia sexual depredadora se expresa de forma tan horrenda. Imagino que pasarían por su mente todas las mujeres asesinadas por la lacra de la violencia de género desde que se tiene registro, y las víctimas de manadas, y fotogramas del genocidio de Ruanda y de la niña que corre por Vietnam ardiendo en napalm.

“¿Qué diferencia hay entre todas esas mujeres y yo?” se preguntaría. “¿Sólo que yo estoy, efectivamente, más guapa?”

Ahora me explico por qué cuando habla Yolanda Díaz nadie entiende lo que dice. El síndrome de estrés postraumático ataca con fiereza a la víctima de un “estás muy guapa”. Cuando Yolanda Díaz le dijo a Garamendi que estaba muy guapo mientras le tocaba toda la jeta, estaba intentando combatir milenios de patriarcado y restaurar el equilibrio. Ahora todo se ha ido al cuerno. Todo se ha roto en ese implacable “guapa” lleno de lascivia, violencia y dominación milenaria de las ministras. Queda mucho por hacer.

Hay que dejar lo trivial para centrarse en lo importante. La prensa nos distrae, pero hemos de centrarnos. Los analistas alertan del futuro de Europa mirando a Trump, Putin y Alemania, o del futuro de los derechos humanos con la vista puesta en las denuncias de pulpetes como Errejón y Monedero. Pero la noticia que rompe la baraja pasa por nuestra cara sin que nadie preste atención.

Yolanda Díaz
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