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España is not Spain
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Ahora quiere Rufián que ser facha vuelva a dar vergüenza
La palabra "facha" convertía en racista, machista, homófobo y xenófobo a quien le venía en gana a gente como Rufián. Facha era todo Dios. Y tanto fue el cántaro a la fuente del oprobio que los aguadores terminaron empapados de limo
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Rufián dijo esto, “hay que intentar que ser facha vuelva a dar vergüenza”, en lo de Évole. Es una persona que parece haber pasado más tiempo pensando en qué es ser facha que en lo que significa dar vergüenza. Pero todavía no sabe lo que es ser facha: gente como Rufián ha manoseado la palabra hasta despojarle el sentido. Con ella no solo nombraban a quien pensaba, por ejemplo, que los inmigrantes son basura o los gais pervertidos, sino que metían en el mismo saco al que sostenía que Cataluña no merece la independencia ni se ha ganado el privilegio de votar por ella sin el concurso del resto de españoles.
La palabra “facha” convertía en racista, machista, homófobo y xenófobo a quien le venía en gana a gente como Rufián. Facha era de pronto Felipe González o El Niño de Elche: todo Dios. Y tanto fue el cántaro a la fuente del oprobio que los aguadores terminaron empapados de limo. Era facha decir que el PSOE iba a dar una amnistía y luego era facha decir que la amnistía era tan inmoral como el PSOE había dicho antes. Así es como ser considerado facha dejó de dar vergüenza (a mí me pasó), y luego dejó de dar vergüenza también ser facha de verdad.
Hoy vemos a neonazis de verdad venidos arriba y arropados por gente que los considera valientes y combativos. Hoy vemos a un presidente de los Estados Unidos que se abraza al tiránico Vladímir Putin y cubre de infamia al héroe que se quedó en su país cuando lo atacaban y plantó batalla a un conquistador. Hoy vemos a chavales que creen que Franco era mejor que Pedro Sánchez, pese a que con Pedro Sánchez pueden decir que Pedro Sánchez es basura y con Franco me hubiera gustado verlos.
Tiene, por tanto, razón Rufián cuando dice que ser facha no da vergüenza, pero es como si no se diera cuenta de que la culpa la tienen los que, como él, acusaron de facha a cualquiera que no comprase sus mercancías venenosas. Tiene cojones haber sido un independentista estrella en el procés y hablar ahora de lo mal que está criminalizar a la mitad de la población por sus ideas o su identidad.
La culpa la tienen los que, como él, acusaron de facha a cualquiera que no comprase sus mercancías venenosas
La corriente de la Historia ha cambiado de sentido y arroja con toda su fuerza las barcazas en dirección contraria a la conocida. Llevo tantos años combatiendo lo woke y la corrección política que hoy deseo ver destruidos a sus artífices, pero algo dentro de mí sigue denunciando la arbitrariedad y la crueldad de los nuevos verdugos, que empiezan ya a movilizarse convencidos de que la fuerza del péndulo está con ellos. Ni los viejos verdugos merecen caer despedazados por verdugos nuevos.
Esto de los verdugos siempre fue una mierda.
Durante años, la izquierda rufiana consideró que el hacha puede jugar un buen servicio. Dinamitaron, lo mismo en Cataluña que en España, Europa y Occidente, los signos de civilización que hacían de estas tierras un lugar mejor que las de los bárbaros. Se cargaron la autoridad intelectual con ríos de basura posmoderna y relativista; se cargaron la jerarquía en el único afán de ocupar el poder; mancillaron la belleza, pero temían ser llamados feos; se cargaron la presunción de inocencia y convirtieron la acusación en condena; se cargaron los procesos judiciales acelerando el repudio con la vergüenza pública; se cargaron el principio justo de la democracia al grito de que la masa tiene más valor que la ley; se cargaron el perdón, que era nuestro núcleo civilizatorio, con la espada sanguinolenta de su moral.
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Ahora lloran. Ven el mundo que viene y les tiemblan las piernas. Pero este mundo de fachas iracundos lo han creado ellos. Quienes repudiaron la libertad individual y el respeto mismo a la persona, hipnotizados por el canto de sirena de la tribu, hablan ahora de derechos universales. Y entre quienes denunciaron los excesos de esa moral hipócrita aparecen también, numerosos, los que en vez de buscar justicia desean represalia. Nos queda al resto la última responsabilidad: no remar a favor de la corriente en pos de la venganza y tampoco en contra. Ser rocas. Quedarnos donde estábamos. En el horror, y en el humor también. Reír mirando la corriente implacable.
Como no he abolido en mí la capacidad de perdón, estoy dispuesto a perdonar a Gabriel Rufián. Le ayudaría incluso en pugnar para que ser facha vuelva a dar vergüenza. Pero esto pasa, en primer lugar, por definir lo facha. Es decir: pasa porque Gabriel Rufián admita que el facha era él, ellos. Lo bueno del perdón es que uno puede admitir lo mierda que ha sido sin que las consecuencias sean terribles.
Rufián dijo esto, “hay que intentar que ser facha vuelva a dar vergüenza”, en lo de Évole. Es una persona que parece haber pasado más tiempo pensando en qué es ser facha que en lo que significa dar vergüenza. Pero todavía no sabe lo que es ser facha: gente como Rufián ha manoseado la palabra hasta despojarle el sentido. Con ella no solo nombraban a quien pensaba, por ejemplo, que los inmigrantes son basura o los gais pervertidos, sino que metían en el mismo saco al que sostenía que Cataluña no merece la independencia ni se ha ganado el privilegio de votar por ella sin el concurso del resto de españoles.