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España is not Spain
Por
'Tour de La Manada': no se ha hecho justicia, se ha restituido la cordura
Anónimo García no entró en la cárcel porque la condena era de 18 meses. Pero esos 18 meses han sido cinco años y medio que al fin han terminado este martes y 13
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"Desde que me he enterado estoy llorando, ahora soy capaz de hablar". Son las primeras palabras que intercambio con Anónimo García, Ano para los amigos, después de que el Constitucional haya anulado por unanimidad la infame sentencia que ha destruido su vida. Qué largo camino para llegar a Ítaca y matar a los pretendientes. Ahora toca reconstruirse pieza a pieza, aunque muchas piezas no volverán.
Han sido para Anónimo cinco años y medio de condena judicial injusta, y también cinco años y medio de silencio, de aplastamiento social. Cuando lo condenaron en primera instancia por algo que no era delito perdió su trabajo en Greenpeace, porque en Greenpeace son unos cobardes, y luego el caso fue subiendo, pasó por el Supremo, perdió más de 30.000 euros a base de recursos y pago de indemnizaciones con Europa en la mira y en la ruina. Penó entretanto una larga y cobarde cancelación social en la que muchos de sus amigos le dieron la espalda, y no pocos enemigos intentaron trepar a su costa.
No entró en la cárcel porque la condena era de 18 meses. Pero esos 18 meses han sido cinco años y medio de cárcel simbólica que al fin han terminado este martes y 13. ¡Sí, ha terminado, el Constitucional anula su sentencia por unanimidad! Y ayer terminé yo de escribir mi libro Nadie se va a reír, al que dejé un final abierto a la espera de que la cordura regresara por algún sitio. Que la anulación de la condena se produzca un martes y 13 tiene todo el sentido del mundo.
Recapitulemos.
Hace ahora muchos años, Anónimo García leyó a Luis Buñuel y decidió que esa era la forma de estar en el mundo que a él le encajaba. Durante el 15-M vio que faltaba humor en esa izquierda nueva que se perfilaba, y creó con varios amigos un grupo, Homo Velamine, para ejercer el sabotaje cultural. Los Homo Velamine, monos vestidos, intervendrían en una realidad absurda para poner el absurdo delante del espejo.
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Los "actos ultrarracionales" de Homo Velamine consistían en dar una vuelta más a la tuerca para que la gilipollez ambiental cayera por su propio peso. Podían aparecer disfrazados de curas y monjas en un cónclave cismático de Podemos diciendo que eran los "cleroflautas" o irse a ver toros a Las Ventas asegurando que eran los "taurinos veganos". Su pintura era la ironía y la realidad su lienzo.
Un día, Esperanza Aguirre estaba firmando
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Sus acciones causaban el desconcierto que debiera provocar una realidad puesta patas arriba. Yo trataba de seguir sus pasos, me divertían. Actuaban cuando menos se lo esperaba y jamás explicaban sus acciones. Algunas de sus performances impactaban en los medios de comunicación y otras quedaban en anécdotas, como cuando descolgaron una inmensa bandera de España con el lema "Viva España Feminista" al paso de la manifestación masiva del 8-M de 2018, y varios guardias de corps masculinos del feminismo español les dieron una paliza. Habían lanzado también octavillas con la bandera de España y una vaca, en vez del toro. Vendrían castigos peores.
Sucedió un día que, escamados por el sensacionalismo mediático que envolvió al caso de la violación de La Manada, diseñaron una acción inteligente y suicida: utilizaron la información que los medios habían publicado para pergeñar el 'Tour de La Manada", falsa oferta de recorrido turístico por las calles de Pamplona en las que se produjo la agresión. Era una trampa sofisticada y retorcida. Cuando los mismos medios que habían hinchado el perro se escandalizaron, ellos sustituyeron la web por un desmentido que decía algo así como "¿a que está feo convertir en producto la desgracia?".
Pero nadie en la prensa publicó el desmentido, y la noticia falsa de que un desalmado proyectaba forrarse con un tour llegó a la protagonista de la historia. Su abogada debió oler dinero, y fue a por ellos. Los despedazó.
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Ni la trayectoria previa, ni la prueba sobre la intención del acto, ni la explicación al malentendido sirvieron de nada. La ironía se sentó en el banquillo y fue condenada por la obtusa lectura literal. Condenaron a Anónimo García por trato degradante a la víctima de La Manada a 18 meses de cárcel y 15.000 euros de indemnización en la sentencia más cutre que nunca ha caído en mis manos. Yo di voces y los periodistas no querían escribir del caso. Sus amigos le dieron la espalda, los medios no contaron la historia y los presuntos enemigos de la censura que protestaban por Pablo Hasel estaban callados.
En Greenpeace, Anónimo trabajaba en el departamento de "libertad de expresión". Llevaba muchos años dedicando su imaginación y su talento a una causa en la que creía, pero los ecologistas se habían vuelto muy feministas y lo echaron a la calle para no mancharse las manos. Acababa de empezar la pandemia. La hija de Ano, Julieta, acababa de nacer cuando su vida fue completamente destruida.
Cuando lo llamé para que me contara su historia, con idea de escribir un libro y explicar la verdad, la mera posibilidad de que un día el Constitucional restaurase la cordura parecía inimaginable. Anónimo siempre había sido descreído y ahora tenía razones pera el desaliento. Sin embargo, contar las historias las cambia. Esto es lo que yo le decía para animarlo.
Y la historia acaba de cambiar. Anónimo no va a recuperar el trabajo del que lo echaron como a una sabandija, ni los más de 30.000 euros gastados en recursos, abogados y una injusta indemnización por un daño que no quiso hacer, ni el tiempo perdido. Nadie lo indemnizará a él por haberse convertido durante un lustro en un apestoso montón de culpas. Pero ahora podrá recuperar las riendas de su vida.
La víctima de una acusación falsa carga sobre sus hombros un peso que los demás no ven, ni comprenden, ni pueden llegar a compartir. El Constitucional, con una ponencia de la magistrada Laura Díaz Bueso que el resto ha apoyado por unanimidad, ha decidido vaporizar el peso que arrastraba este inocente.
Decir la verdad sirve para esto. De todo lo que yo he escrito, nada me ha proporcionado nunca una satisfacción tan grande como este libro en la tarde de ayer. Queridos lectores, mis lectores del alma, aquí pongo el punto final. Un final feliz es más de lo que esperábamos.
"Desde que me he enterado estoy llorando, ahora soy capaz de hablar". Son las primeras palabras que intercambio con Anónimo García, Ano para los amigos, después de que el Constitucional haya anulado por unanimidad la infame sentencia que ha destruido su vida. Qué largo camino para llegar a Ítaca y matar a los pretendientes. Ahora toca reconstruirse pieza a pieza, aunque muchas piezas no volverán.