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Lo que necesita España es un buen fontanero
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Lo que necesita España es un buen fontanero

Gracias a los fontaneros vivimos en casas que no apestan. Los partidos políticos, y el PSOE de Sánchez en particular, se dedican a lo contrario

Foto: Super Mario, fontanero italiano. (EFE/Universal Pictures)
Super Mario, fontanero italiano. (EFE/Universal Pictures)
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Estaba yo el otro día oyendo cómo llamaban por la radio “fontanera” a una mujer muy ordinaria que trabaja para el PSOE y pensé que es infame entregar esta palabra a quien se pasa el día rebuscando entre la mierda para embadurnar a los agentes de la UCO. El fontanero se dedica a lo contrario. De hecho, se parecen más a los fontaneros los agentes de la UCO. Lo otro son sapos que excretan.

Gracias a los fontaneros vivimos en casas que no apestan. Los partidos políticos, y el PSOE de Sánchez en particular, se dedican a lo contrario. En casa tiramos de la cadena y todo huele a limpio, pero cada vez que alguien hace lo propio en la planta noble de Ferraz nos despertamos chapoteando en inmundicias. Así que lo que necesita España es precisamente eso: un buen fontanero.

De pronto hay un olor nauseabundo. Las instituciones están completamente embozadas. La separación de poderes hace agua por todas partes. El Congreso sufre un atasco severo y el Poder Judicial gotea lastimosamente. Abres cualquier periódico y te pega en la napia el pestazo de un retrete de autobús sin ventilar, mientras Moncloa excreta toda clase de atrocidades que una porción nada desdeñosa de sus votantes respira con agradecimiento. Hay que desatascar cuanto antes el desagüe para que la infame bola se vaya a la depuradora.

Pones la primera cadena, la pública, y es como si hubieran instalado una cámara en el fondo de un inodoro. Disparan la excrecencia monclovita con alegría. Dibujan con el argumentario hediondo imaginativos arabescos. En la pantalla, gente limpísima que ensucia la verdad cada vez que abre la boca. Cuando la luz implacable de una investigación policial o periodística cae sobre un terreno donde el Gobierno prefiere oscuridad, abren la espita y al poco rato estás de lodo hasta los talones.

Foto: Imagen: EC.

Lo que pasó este fin de semana con el bulo de la bomba lapa es un ejemplo elocuente. Aparecieron unos wasaps manipulados en El Plural y tres ministros del Gobierno se dedicaron a verter pestilencias después de que el bulo estuviera desmontado. Menudo apretón debía tener el presidente para que acusaran a la Guardia Civil de estar planeando un magnicidio.

Lo importante es, de cualquier forma, estudiar el trazado de las tuberías. Lo primero que hay que decir en este sentido es que El Plural, la cloaca de la que salió el bulo, no es un medio de comunicación, ni siquiera un pseudomedio, sino un órgano de comunicación del PSOE. Eso explica por qué Angélica Rubio, su antigua directora, fluyó directa desde El Plural hasta el consejo de administración de RTVE, donde el trabajo es el mismo.

Bien: como el Gobierno estaba muy agobiado con el olor a desinfectante de la UCO, dieron una orden. Y como no pueden ser ellos los que difaman a un guardia civil, enviaron el zurullo a El Plural, que lo exhibió con orgullo, y luego ellos se refugiaron en la cita. Lo hicieron también con los dos DNI del juez Peinado y con las filtraciones sobre el novio de Ayuso. “Lo hemos leído en la prensa”, dicen, como si hubiera dos tubos.

Pero la clave es que sólo hay un tubo. Enrevesado, sí; oculto; sí, pero sólo uno. Un buen fontanero echaría un vistazo a España y en menos que canta un gallo estarían volando los azulejos, porque bajo la apariencia inmaculada de una democracia, aquí se ha construido un laberinto intrincado y secreto de cañerías por las que fluyen los recursos del esforzado trabajador directos a las cisternas de los mangurrianes.

El presidente del Gobierno, su mujer y sus labores, el hermano, el presidente de la Diputación de Badajoz ahora diputado inviolable, el fiscal general de Estado, Leire, el presidente del Constitucional, el gobernador del Banco de España, los presentadores de TVE, los colaboradores, la galaxia de asociaciones aparentemente no lucrativas: un solo tubo, gordo en algunos tramos, delgado y retorcido en otros.

Foto: Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, saluda a Pedro Sánchez y María Jesús Montero. (Europa Press/Eduardo Parra)

Al final, tú haces tu declaración de la renta y mandas tu liquidez a fluir por ese tubo, mientras esa gente se deja el grifo abierto en casa, porque no es suyo. Luego vas al centro de salud, tropiezas con los baches y hay una cola que da tres vueltas al ambulatorio. Como no sabes nada de fontanería, supones que hay una fuga. Pero aquí no se pierde ni una gota. Aquí el problema es la forma del tubo. Sus ramificaciones. Sus remansos.

La oposición, en vez de atizar con el desatascador, se abanica perezosamente. En realidad están esperando el momento para aposentar las nalgas sobre ese trono blanco y brillante desde el que un solo hombre, ahora Sánchez, adquiere la capacidad de cagarle encima a un país entero. E hidratar de paso, con tu trabajo, a todos sus compadres.

Estaba yo el otro día oyendo cómo llamaban por la radio “fontanera” a una mujer muy ordinaria que trabaja para el PSOE y pensé que es infame entregar esta palabra a quien se pasa el día rebuscando entre la mierda para embadurnar a los agentes de la UCO. El fontanero se dedica a lo contrario. De hecho, se parecen más a los fontaneros los agentes de la UCO. Lo otro son sapos que excretan.

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