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Juan José Cercadillo

Feria de San Isidro

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Un buen día

Un buen día para empezar San Isidro. Con una preciosa corrida de La Quinta. Con más fachada que fondo, pero con un cuarto toro que era un perfecto Buendía

Foto: El torero francés Juan Bautista da un pase a su primer toro. (EFE)
El torero francés Juan Bautista da un pase a su primer toro. (EFE)

Plaza de toros de Las Ventas, miércoles 9 de mayo de 2018

2ª de feria. Dos tercios de plaza en tarde muy agradable con algo de viento.

Seis toros de La Quinta, procedencia Buendía-Santa Coloma, de entre 522 y 596 kilos muy bien presentados. Serios, cuajados y en tipo. Con poca agresividad y fondo, solo el cuarto se emplea con son en la muleta y el sexto algo más en el caballo que el resto. En general, deslucidos.

Juan Bautista, de celeste y oro con crespón negro por la reciente muerte de su padre, silencio y ovación.

El Cid, de azul marino y azabache, silencio y silencio.

Morenito de Aranda, de negro y plata, silencio y silencio.

Un buen día, mi tío Luis, en su juvenil y perpetua inconsciencia, trinca a su sobrino mayor, de 12 años, y, arrastrado más por la voluntad de tomarse unas cervezas que por cambiarle la vida al hijo de su cuñado, se planta en mitad de la Plaza Mayor del pueblo de al lado para ver el toro del encierro si fuera posible a un palmo. Mi siguiente recuerdo es entre gritos y corriendo desesperado detrás de mi tío, ya más veloz que inconsciente, y lanzarme siguiendo mi instinto infantil debajo de un remolque de tractor que hacía de grada preferente en esa improvisada plaza monumental de Pezuela de las Torres. También recuerdo que me di la vuelta nada más deslizarme cual asalvajado Mowgli al cobijo mencionado y vi cómo estrellaba su descomunal cabeza un toro buscando a quién ajustarle las cuentas por sacarle de la paz infinita de su añorada dehesa.

Nunca entenderé por qué se fijó para eso precisamente en el infante que, vista la situación, afortunadamente suscribe. Me volví y presencié el tremendo topetazo, el bufido del bovino y el aliento del morlaco. Me quedé blanco, inmóvil y... aliviado de haber escuchado a mi instinto mucho más que al concuñado. Me acordé del toro y de la familia de mi tío durante mucho, mucho tiempo. La mirada de ese toro, su energía y su encono no me la quitaba de encima, ni de delante, ni por supuesto de la garganta. Y la familia de mi tío, aprendidos los improperios, no me la quité de la boca hasta pasados los miedos muchas semanas más tarde. Pero sobre todo entendí tiempo después que fue ese día en que me enamoré de los toros. Y fue a fuerza de esa imagen y la explosión de adrenalina que me provocó aquel feliz y alocado lance.

placeholder El diestro sevillano El Cid da un pase a su segundo toro durante la segunda corrida de la Feria. (EFE)
El diestro sevillano El Cid da un pase a su segundo toro durante la segunda corrida de la Feria. (EFE)

Años después, un buen día me arrebató el deseo de invertir en mi primera revista que, mil veces meditada, tendría que haber sido de deportes de montaña. Pero se plantó ante mi cara la mirada de un precioso toro de Buendía que brillaba en la portada de una revista taurina. No sé si fue un flechazo, un 'flash back' o una chorrada, pero me cambió el deseo y destiné toda la paga a ver qué escondía ese toro en sus paginadas entrañas. Y descubrí los Buendía y esas historias 'albaserradas'. Descubrí los Santa Coloma, los Saltillo, los coquillas, los gracilianos y hasta los Picavea de Lesaca.

Y entendí que esa familia de toros bajitos, con casta, cárdenos y bragados, berrendos y salpicados, representaban hoy en día la línea más pura de lo que probablemente fueran esos toros bravos de antaño que campaban a sus anchas por la meseta y el páramo. Y ya siempre me gustó el encaste. Y seguía fiel sus ganaderías y sus escasos representantes. Y apreciaba esa embestida a veces fiera, a veces sosa. A veces distraída, a veces infinita. A veces humillada, a veces exquisita, incluso muchas veces atontada. Una embestida compleja que no vale a todos los toreros, que no les gusta a muchos, pero que ha encumbrado a unos pocos de renombre para la historia, desde Belmonte a Camino, de Pepe Luis a Paquirri, del propio Cid a Manzanares...

Esa embestida a veces fiera, a veces sosa. A veces distraída, a veces infinita. A veces humillada, a veces exquisita, incluso muchas veces atontada

Un buen día para empezar San Isidro. Con una buena entrada, con muy buen tiempo y con ganas. Con una preciosa corrida de La Quinta, de familia Santa Coloma. Con todos los toros cárdenos menos el imponente quinto. Con más fachada que fondo, pero con un cuarto toro que era un perfecto Buendía. Precioso como sus hermanos, recogido por delante, chato, apretado y brillante, hacía honor a sus ancestros y al fenotipo predominante.

Un Buendía de foto que como los restantes no dio nada de juego en la muleta, ni en el caballo, ni el capote, ni en banderillas ni en nada, y que ni El Cid ni el de Aranda pudieron hacer embestir a pesar de su voluntad y de su técnica más que apta. Tampoco con el acero pudieron destacar de la plana repercusión que tuvieron sus esfuerzos de primer día de feria.

placeholder El diestro Jesús Martínez, 'Morenito de Aranda', da un pase a su primer toro. (EFE)
El diestro Jesús Martínez, 'Morenito de Aranda', da un pase a su primer toro. (EFE)

Solo el cuarto, también muy en Buendía, llegó a la muleta con ganas de recordar no solo la estética sino la ética de los Santa Colomas a la hora de embestir, y tuvo una docena de buenas arrancadas que permitieron a Juan Bautista mostrar su academicismo y entrega.No tuvieron continuidad ni llegaron al tendido, quizá por falta de fuerzas, quizá por exceso de academia. Lo mejor, la que quizás, aun siendo de las primeras, bien podrá ser la estocada de la feria.

Un buen día embestirá un toro de este encaste y se entenderá mejor lo de un Buendía, lo del susto, lo de la revista y, sobre todo... lo de la adrenalina.

Plaza de toros de Las Ventas, miércoles 9 de mayo de 2018