Feria de San Isidro
Por
Mambrú se fue a la guerra
Padilla, Castella y Rey han sido los protagonistas de la undécima corrida de la Feria de San Isidro
Plaza de Toros de las Ventas
Martes 18 de mayo de 2018
11ª de feria. Lleno de no hay billetes, uno de los carteles de la feria, en tarde fresca y que amenazaba lluvia que finalmente no apareció. 6 toros de Jandilla de entre 532 y 586 kilos, muy bien presentados, bajos y serios por delante y muy astifinos. En general con algo de falta de fuerzas y los que no con genio incómodo. El mejor el quinto que embistió con vibración y humillando y el sexto igual pero con el matiz de manso.
Juan José Padilla, de azul marino y oro y remates negros palmas y silencio
Sebastián Castella, de azul turquesa y oro con remates blancos silencio y oreja con protestas.
Roca Rey, de blanco y plata aplausos y ovación que saluda desde el tercio
Gran ovación al final del paseíllo a Padilla en su anunciada última tarde en Madrid antes de su despedida de los ruedos.
Mambrú se fue a la guerra... Y Castella, y Roca Rey... Y la plaza entera...
La tauromaquia se ha ido a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena... No sé si volverá, do, re, mi, do, re, fa... no se si volverá...
Manuel Rodriguez, alias Mambrú, no es el duque de Marlborough que protagonizaba la canción burlesca de los ejércitos franceses durante la Guerra de Sucesión Española. Mientras decidían a palos británicos y galos en nuestra tierra si Borbones o Habsburgos para el gobierno, el pueblo llano y monoglota castellanizó el apellido y le encasquetó un Mambrú, con deje andaluz me pega, al estribillo que lo incrustó en la cima de las listas de éxitos de canciones infantiles por lo menos hasta mi infancia doscientos y pico años después. ¡Aprende Maluma!
Gran éxito musical de Mambrú y los soldados galos, ahí dejo un nombre para un grupo que no quiera dedicarse al regueton, y gran éxito de Manuel Rodriguez, alias Mambrú, que cuando el toro apretaba a su maestro Padilla hasta desarmarle, saltó como fiel soldado al rescate de su General y tomó el control, capote en mano, de la fiera embestida del impresionante Jandilla que salió cuarto. Le salvó la vida literalmente cuando el toro enfilaba a un Padilla a merced del toro hacia las tablas.
Impresionante la batalla que presentaba el fiero toro e impresionante el poderío de Manuel con el capote. Plano, firme y hasta el final al suelo el capote puede con el genio, la fiereza y la violencia de cualquier morlaco. Impresionante su lidia en banderillas. Hoy, ademas, podría destacar sin miedo a todos los miembros de las cuadrillas tanto de a pié como a caballo y no me resulta exagerado afirmar, que ni uno solo de ellos pestañearía de ser enviados a una verdadera guerra. Gente de valor, de profesión y honra. Gente fiel y mentalizada con el reto de la mejor lidia posible en beneficio de la única causa que les interesa: el triunfo del matador.
Castella en el quinto también se fue a la guerra. Con esa cara que templa su gesto cuando el francés se medio enfada, se clavó en medio del ruedo para jugarse a una carta que pasara el toro por enmedio de su muleta y su alma. Y pasó rozando ambas hasta en tres ocasiones, hasta rozar también el alma de muchos espectadores. Susto, tensión, quizá no arte, pero si vibración y valentía. Sí entrega y sí dos cojones. Sí mentalidad y sí energía. Y sí, definitivamente, tauromaquia y buen torero. Sí temple, sí estoicismo, sí dejarse tocar los muslos con los pitones. Pero no de un toro soso, de un toro también con cojones, de esos que no te dejan estar cerca de cualquier modo. Que no permite una broma, ni un mal paso, ni una duda. Un toro que si te mueves apenas medio centímetro te empitona y no te suelta hasta dejarte hecho añicos. Impresionante Sebastián de entrega y decisión, de voluntad y de olvido. De olvido de su propio cuerpo, ya cosido por muchas heridas, y olvido de los improperios que, mientras se jugaba la vida, iban soltando no pocos neandertales y pretenciosos druidas que quieren arruinar la fiesta y pontificar la mentira.
Mató de media estocada y obró el milagro Castella de arrancarle a esta plaza una puñetera oreja. Y mientras muchos protestaban no me sacaba de la cabeza las martilleantes notas del Mambrú se fue a la guerra. Y, como dicen los modernos, le hice un “cover” a la letra y en vez de Mambrú le endosé impudoroso tauromaquia por Mambrú convencido como estaba en ese justo momento que también la tauromaquia se había ido a la guerra... Qué dolor, qué dolor, qué pena.
Porque la tauromaquia está en guerra, señores, démonos cuenta. Que han decidido cargársela los que dicen saber de ella. Los que gritan sin vergüenza “a ver si tengo que bajar yo...”, “que os vais a cargar la fiesta”, “que torees”, o “que te cruces” como si fueran violentas y ofensivas afrentas que pudieran iniciar la final de las peleas. La de cargarse la fiesta a base de reducirla al tamaño minúsculo de sus propias entendederas.
Están en guerra los bandidos que vienen a robarnos la belleza de la variedad en la tauromaquia. Los que creen que solo un toreo vale. Los que niegan la evidencia de que cada toro es de su padre y de su madre. Igual que cada torero, lo mismito que cualquier tarde.
Los que hoy protestan a Castella, no aplauden a Roca Rey o no reconocen a Padilla en su última tarde en Las Ventas han declarado la guerra a la tauromaquia. Son unos pocos, pero muy hunos. Y muy radicales. Y pesados. Y son además maniqueos, muy simplistas y ramplones. Igual protestan que pisa un caballo la raya de picadores que ningunean los pases que Roca Rey roba a una fiera. Como si se pudiera protestar igual por el cambio climático o porque llueva. Son tan tontos, tan tonto-listos, que no aprecian la historia de un torero destrozado a entrega y a malos toros como el veterano Padilla. Que no soportan ver un torero triunfar dos veces como debería haber hecho hoy el francés o el peruano. Que humillan con improperios el silencio de los respetuosos y enarbolan la bandera del intransigente, como si fuera la buena, la que les hace diferentes cuando vuelven a sus cuevas.
La tauromaquia se ha ido a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena... No sé si volverá... Do, re, mi... Do, re, fa... No sé si volverá.
Plaza de Toros de las Ventas