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Juan José Cercadillo

Feria de San Isidro

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No es normal

El diestro peruano Andrés Roca Rey, que cortó las dos orejas del sexto toro tras una vibrante faena, salió a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas

Foto: Roca Rey, en Las Ventas. (EFE)
Roca Rey, en Las Ventas. (EFE)

Plaza de toros de Las Ventas, miércoles, 22 de mayo de 2019.

9ª de feria. Lleno de no hay billetes en una de las tardes de más expectación de la feria, por la presencia de Roca Rey, triunfador el año pasado y en la última feria de Sevilla. Tarde calurosa y con algunas rachas de viento.

Presenció la corrida desde un tendido el rey emérito Juan Carlos, al que todos los toreros brindaron un toro entre la ovación del público.

Seis toros de Parladé, de entre 556 y 626 kilos, bien presentados, serios y con pitones, y a la vez en tipo, algo flojos los primeros y en general tendiendo a la mansedumbre. El tercero, devuelto, fue sustituido por uno de Conde de Mayalde. Los mejores, el segundo y especialmente el sexto, que aguantó, tuvo transmisión y fue muy ovacionado en el arrastre.

El Cid, de azul cielo y oro, ovacionado al finalizar el paseíllo por ser hoy su despedida de San Isidro, ovación y ovación.

Lopez Simón, de negro y oro, oreja y ovación que saluda desde el tercio.

Roca Rey, de barquillo y oro, fuerte ovación mientras se retira a la enfermería, donde se le opera de cornada de seis centímetros en el tercio superior del muslo derecho, salió de la enfermería a lidiar su segundo toro y cortó dos orejas tras aviso, saliendo de forma apoteósica por la puerta grande.

Me dan rabia las pobres metáforas que me inspira su apellido. Me cabrea el juego de palabras que me sale con su nombre. No es normal que lo confiese, pero aquí estoy sin palabras. Avergonzado y en blanco, estupefacto y dolido. Dolido por la evidencia de no encontrar bien el modo de hacer honor a un torero que hoy me lo ha dado todo. Roca Rey, y todo dicho, fin de las descripciones. Haber venido a la plaza... Haber preguntado a otro.

No es normal el peruano, lo sé desde hace cuatro años cuando debutó en Las Ventas y se me vinieron abajo toditas mis reticencias.Vi un chaval muy diferente con una mirada viva, con el temple y el buen gusto que yo mismo elegiría. Pero, sobre todas las cosas, un valor incomprensible, un arrojo extraterrestre, una disposición a la muerte que no olvidaré mientras viva.

placeholder El rey Juan Carlos, en la Feria de San Isidro. (EFE)
El rey Juan Carlos, en la Feria de San Isidro. (EFE)

Y luego de matador, repitiendo en esta plaza, se jugó de nuevo el futuro con un toro de Mayalde y ahí, y ya hace tres años, me convertí en su súbdito, perdón por la referencia, y entregué mula y hacienda para seguir al monarca que acompañando a la parca en cada lance de feria me hacía sentir la esencia de mi propia vida aciaga. Envidioso que me siento de tantas capacidades, endiosé yo esa muleta, ese capote y espada. Y hoy, como en un acuerdo de su destino y el mío, apareció en este ruedo el combo de los elegidos: Roca y Rey al mismo tiempo, Rey y Roca todo en uno.

Le devolvieron un toro y apareció, de Mayalde, un sobrero engatillado, castañito y petulante. Y un hermano de aquel que le encumbró en esta plaza a poco que me lo mata de voltereta certera. Y lo empotra contra el suelo con saña y con ganas de herida y lo busca con anhelo, con venganza y con inquina. Lo encontró al fin boca abajo y le enganchó por el muslo, le levantó violento y no lo mandó al otro mundo porque tiene este torero también la suerte de cara. Se rehízo como pudo, se vistió de esparadrapo, se cruzó el ruedo al paso y se acercó al estribo desde donde, paradojas, brindó a otro rey aplaudido.

placeholder El diestro Manuel Jesús 'El Cid', en Las Ventas, Madrid. (EFE)
El diestro Manuel Jesús 'El Cid', en Las Ventas, Madrid. (EFE)

Cuajó templado y dolorido las ínfulas del de Mayalde, bajó muleta, subió arrestos y compuso una faena de triunfo cualquier otra tarde. Mató el toro con decoro en los tendidos del cuatro y mandó abrir esa puerta que te lleva al cirujano. Se fue sin hacer gran ruido y debió llegar doblado, pero también convencido de que cosido y vestido podría matar otro toro como quien come un helado.

Y salió casi al unísono del sexto, un muy buen y serio toro, y empezó a dejar claro que esto de la tauromaquia tiene un camino marcado: la verdad, también el temple, la entrega sin condiciones, la estética, lo pausado, la belleza, lo imposible, el amor al toro bravo...

Un camino que yo creo solo pueden marcar muy pocos, porque no es normal que tengas tanto de tantas virtudes. Y Roca Rey es de esos pocos, de esos pocos no normales capaces de poner Las Ventas boca abajo con tres lances.

placeholder El diestro Alberto López Simón. (EFE)
El diestro Alberto López Simón. (EFE)

Cuajó el toro estando herido, desvestido y despeinado, y pegó 20 muletazos que fueron a grito vivo coreados y admirados. No es normal ese temple, no son normales tantas ganas, no es normal que tanta gente quede así de impresionada. Faenón de cabo a rabo. Estoconazo en lo alto. Delirio por los tendidos y casi unanimidad en el balance: unos con pelos de punta, otros con piel de gallina, pero todos acertando con la misma frase repetida: “No es normal este muchacho, le admiraré mientras viva”.

Con esa impresión me quedo, y me duele por El Cid, que merece mucho más hueco el día de su despedida de la feria que lo ha hecho. Y también disculpas a Alberto por no glosar su faena, su talento y su oreja ganada con dos cojones. Me encantan los dos toreros, son de lo mejor de la feria, pero el impacto que tengo de ver torear a ese fiera, peruano y pizpireto, veinteañero y estrella, es normal que no me deje espacio para otra cosa que rebuscar en mi prosa lisonjas y otros piropos con los que explicar lo que siento por el rey de los toreros.

Marchen y saquen entradas, no se pierdan este monstruo... No es normal, no es de este mundo y puede que dure poco.

Plaza de toros de Las Ventas, miércoles, 22 de mayo de 2019.

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