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Juan José Cercadillo

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A beneficio de inventario

Haciendo balance a la hora de recordar lo que este miércoles pasó en el ruedo, quiero quedarme solo con lo que vi de bueno y que se pueda contar

Foto: El Rey brinda su apoyo a los toros en las Ventas. (EFE)
El Rey brinda su apoyo a los toros en las Ventas. (EFE)

Plaza de toros de las Ventas, miércoles, 12 de junio de 2019.

30ª jornada de feria. Corrida mixta de la Beneficencia. Lleno de no hay billetes en tarde agradable y algo ventosa. Gran expectación, como siempre, para una de las corridas de más tradición del año, presidida por Felipe VI y con numerosa presencia de personalidades vinculadas al mundo de la política, la cultura y el espectáculo.

Dos toros de Los Espartales de 565 y 551 kilos para la lidia a caballo, algo protestados por su presentación, dio mejor juego el segundo; y cuatro toros de Núñez del Cubillo para los de a pie de entre 551 y 620 kilos, muy bien presentados, serios y en el tipo de la ganadería, muy flojo el primero, más bravo y complicado el segundo que tuvo movilidad, el quinto, precioso jabonero, y el sexto, de más de cinco años y medio. Fue devuelto y sustituido por un sobrero de La Reina que tampoco fue bueno.

Diego Ventura, ovación y oreja.

El Juli, de burdeos y oro. Aplausos y ovación.

Diego Urdiales, de corintio y azabache. Ovación tras aviso y ovación tras aviso.

Los tres toreros brindaron su primer toro al Rey.

Resultó herido el banderillero Víctor Hugo al intentar entrar en el burladero tras la suerte de banderillas. Según el parte facultativo del Dr. Máximo García Leirado, sufrió herida por asta de toro en región glútea izquierda con una trayectoria ascendente de 35 cms que produce lesiones en músculos glúteo mayor y medio y contusiona nervio ciático y rompe fascia lata, presentando orificio de salida en cresta iliaca superior. Es intervenido bajo anestesia general y trasladado a la Clínica de La Fraternidad. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia.

No he heredado de momento ni intención tengo de hacerlo, Dios lo quiera largo tiempo. Y los temas que tuvieran que ver con alguna herencia, no genética me refiero, ni me importan, ni me agobian ni me ocupan un segundo. De las otras, las de genes, ya doy cuenta a un terapeuta absurdo y un poco argentino que me escucha y alimenta una autoestima anoréxica mientras adelgaza mi cuenta de por sí no tan obesa. Y dicho esto, no puedo negar que es cierto que a veces estoy pendiente de ciertos impuestos, hoy por hoy para mí absurdos, más por la sensata preocupación que me transmite mi hermana, que tiene en quien heredar y alto grado de talento, y el compromiso adquirido a fuerza de sanguinidad con un hermano pequeño al que saco varias décadas y no pienso abandonar vengan los tiempos que vengan y quien quiera gobernar.

No sé si hay mucho o poco. Creo que más bien irrelevante en cuanto a valor nominal, lo digo por si en Hacienda a alguien le da por investigar como fuente recaudatoria crónicas de El Confidencial. Pero como conviene honrar fiscalmente los esfuerzos de quien vino desde una pobre esquina de Soria solo para trabajar, con la energía de aquellos que querían mejorar y cuya única intención, cubiertas las mínimas necesidades, se limitó a ahorrar o al menos a intentarlo, pues si mi voto valiera aquí dejo dicho que preferiría votar a quien decidiera anular el impuesto que en herencias castiga por segunda vez a quien se dedicó a trabajar y permitir heredar algo que valga a sus hijos.

El Rey preside la corrida de la Beneficencia

Pero volviendo al tema de la optimización fiscal y tirando de memoria de los ratos que escapaba de la cafetería a clase en la Universidad de Alcalá, me parece recordar que había una modalidad que permitía aceptar una herencia que no duela. Una que el heredero pudiera condicionar a poder hacer balance de lo bueno y de lo malo que padre, madre, tío, o todos juntos como trío familiar, te quisieran heredar por no decir encasquetar al abandonar este mundo. “A beneficio de inventario” creo recordar que llamaban cuando decidías aceptar lo que tus progenitores, o familiares cercanos, te quisieran traspasar. Medida muy bien pensada, no sea que siendo tan claramente familiares, no pudieran demostrar habilidad equivalente a la de poder emparentar en su labor de gestores.

Y me vino a la memoria el beneficio de inventario inventando titulares para una beneficencia importante en la que otra vez, por desgracia, no podemos destacar un claro beneficiado ni pagando sucesiones. Porque haciendo balance a la hora de recordar lo que este miércoles pasó en el ruedo, quiero quedarme solo con lo que vi de bueno y que se pueda contar.

Con la presencia de los toros que los de a pie escogieron para la corrida del año, asegurándose así poder ir a brindarle con alguna garantía a Felipe VI, que vino a la corrida. Borbón que, heredado el cargo sin carga fiscal que se sepa, decidió por segunda vez en cinco años de reinado presidir junto a Padilla, a riesgo de sofá el festejo. Ojalá haya entendido la suerte de la garrocha que desplegó Ventura, los naturales templados que dio Urdiales al tercero, la técnica de Julián sosteniendo a su primero. Porque si, como imagino, le privan de dormir en cama, el sofá se hará llevadero si entendió la tauromaquia o trata de conciliar el sueño pensando en los miles de súbditos que agradecemos el gesto de venir hoy a los toros y acompañar este evento.

placeholder El diestro El Juli, durante la corrida de la Beneficencia. (EFE)
El diestro El Juli, durante la corrida de la Beneficencia. (EFE)

Me quedo con el balance positivo de cuatro toros, bien hechos y bien presentados, y me olvido de que fueron dos flojos y dos complicados. Me quedo con esa estampa del jabonero cuarto, un toro serio y bien hecho y de pecho aleonado. Y renuncio a analizar si fue bravo o si fue fiero, si fue blando o fue cinqueño, y sobre todo me olvido de que El Juli, que es humano, fallara con los aceros.

placeholder El diestro Diego Urdiales. (EFE)
El diestro Diego Urdiales. (EFE)

Me quedo con esa estampa de torero antiguo de Urdiales que se aploma y que se encaja cuando humillan los bureles. También me quiero olvidar de los fallos con la espada o del flojísimo sexto, sustituido 'in extremis' por un sobrero de La Reina, y no me refiero a Letizia, que tampoco ayudó mucho a que triunfara el de Arnedo.

Me quedo con que Ventura cortó de nuevo una oreja paseando esos caballos nacidos, no fabricados, para burlar las embestidas de toros fieros y bravos. Porque se ve que lo hacen con el gusto y la afición de quien sabiéndose caballo eligió su profesión. Lo demuestra su jinete hasta quitando la cabezada a alguno de los equinos y que va, de 'motu proprio', a quebrarlo en los hocicos y darle un pase con la grupa, chulo, bello y arrogante poniéndole en la testuz la muleta de su cola que, templada y armoniosa, nunca deja al alcance al toro que lo persigue.

placeholder El rejoneador Diego Ventura, tras cortar una oreja. (EFE)
El rejoneador Diego Ventura, tras cortar una oreja. (EFE)

Me quedo con lo bueno, pero no me puedo olvidar de que ha habido otro torero herido de gravedad y que, debo confesar, no solo me parece un gran torero sino que aprecio de verdad. De dinastía torera castigada por los toros volvió a hacer honor glorioso a su apellido, a su esencia y a su herencia dejándose en la tronera de un burladero traicionero casi la vida completa.

Víctor Hugo Saugar Blasco, 'Pirri' de toda la vida, recupérate, hermano, y hazlo para que aún siga presente esa herencia de toreros que no esconden su valía. Y que pagan, por desgracia, el impuesto con heridas y sin poder acogerse, paradojas de la vida, ni a un raquítico beneficio de inventario.

Plaza de toros de las Ventas, miércoles, 12 de junio de 2019.