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Orgía móvil: así ha sido vivir un mes de desenfreno sin límite de datos
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Sergio Ferrer

Cartas al Profesor Farnsworth

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Orgía móvil: así ha sido vivir un mes de desenfreno sin límite de datos

¿Recuerdan el miedo a navegar a mínima velocidad con el 'smartphone'? Yo no. He pasado los últimos 30 días intentando agotar la Sinfín de Yoigo (lo que pasó a continuación les sorprenderá)

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Esta era mi cara cuando, hace unos meses, me quedaba sin datos en el móvil; condenado a navegar a la velocidad de una tortuga panameña durante más de diez días antes de que el contador se reiniciara:

Esta es mi cara hoy cuando miro los datos que me quedan justo antes de terminar el mes, y veo que me quedan más de 7 GB de pura gloria:

El responsable de mi transformación es la tarifa Sinfín de Yoigo. Gracias a ella el temor a quedarme sin datos ha caído en el olvido, al mismo tiempo que no puedo evitar preguntarme cómo es posible que en 2016 esta tarifa sea una excepción y no la norma. No es para todo el mundo y no es perfecta, pero para los usuarios que, cuales adictos al cristal, necesiten internet a máxima velocidad las 24 horas del día, no hay nada que se le parezca.

Cuando salió la primera Sinfín a comienzos de 2015 me pareció innecesaria, algo propio de burgueses. Tenía por aquel entonces un iPhone 4 que, antaño impresionante, había quedado relegado a WhatsApp y Twitter obsolescencia programada mediante. Mis 2 GB de datos —2 GB, lo escribo ahora y me río— eran más que suficientes. Meses después, cuando por fin me hice con un iPhone 6s quedó claro que necesitaba algo más: tener semejante ordenador en el bolsillo y no ser capaz de explotarlo al máximo era casi un crimen.

En los últimos treinta días me he propuesto como reto personal agotar los 20 GB de la tarifa Sinfín... y he fracasado

La Sinfín ofrece 20 GB de internet —a.k.a. felicidad— para el móvil, a máxima velocidad 4G. Las llamadas ilimitadas son para un máximo de 300 números, lo que implica que cada mes podemos hablar con Leónidas, pero sólo con 299 de sus espartanos. Lo siento mucho, Aristodemo, ya si eso hablamos otro día.

El nombre de Sinfín parece una contradicción engañosa en una tarifa que no es plana, pero créanme que realmente no tiene fin. Es imposible acabársela, lo he probado. Sabe Dios que me he esforzado.

En los últimos treinta días me he propuesto como reto personal agotar esos 20 GB... y he fracasado. He visto películas de Netflix. He jugado a Hearthstone todo lo que he querido y más. He trabajado con el ordenador conectado al móvil en Navidad. He dejado de guardar listas de música offline en Spotify para consumir todo. He llamado a través de WhatsApp. He compartido los datos con los móviles y tabletas de familiares, amigos y conocidos... Nada, que no hay manera: a tres días para terminar el ciclo todavía me quedan 7 GB sin utilizar.

(DISCLAIMER: Lo único que no he intentado es descargar de forma masiva contenido multimedia. De hecho la propia tarifa prohíbe su uso con programas P2P por motivos obvios. Tampoco lo necesito mientras tenga Netflix y Spotify).

No es para cualquier usuario

¿Inconvenientes? En primer lugar esta tarifa no es para todo el mundo. Si mientras lee esto piensa "¿20 GB? Yo no gasto ni 2" es mejor que cierre este artículo: pagar 29 euros para consumir los mismos datos que otras tarifas de 20, 15 e incluso 10 euros no tiene ningún sentido. Aunque debo decir que yo puedo apañarme sin problemas con 4 GB. No tengo necesidad alguna de gastar 15 GB, de la misma forma que puedo sobrevivir con un poco de pan y agua. Pero, ¿por qué conformarse?

Las ventajas superan lo imaginable: no depender de las peligrosas wifis públicas y ahorrar batería en el proceso; no tener que incomodar a amigos y camareros pidiendo la clave. Trabajar —u holgazanear— con comodidad en cualquier parque. Ser el más guay del grupo ("¿Un vídeo de YouTube? Tranquilos, yo lo pongo que tengo datos infinitos"). Y para los más valientes, aunque quizá sea imposible... dar de baja internet en casa.

Tener un móvil de gama alta y no explotarlo al máximo por falta de datos es casi un crimen

Si quiere participar en mi orgía de datos móviles tal vez se pregunte cómo está el tema de la velocidad y la cobertura. Aunque mi antigua operadora no se cansó de repetirme hasta la saciedad que me arrepentiría y que navegaría mucho más despacio, lo cierto es que no lo he notado en absoluto.

No puedo decir lo mismo de la cobertura. No es mala —la uso principalmente en Madrid y Valencia, ojo— pero no es comparable a Movistar, que mantenía señal hasta en el ascensor. Para aquellos que no necesiten tuitear desde un búnker de la II Guerra Mundial ni hablar por teléfono mientras suben al Empire State, no tendrán quejas, al menos desde la capital.

Todavía no he probado la Sinfín de viaje por España, pero teniendo en cuenta que el último hotel en el que estuve pedía 10 euros por noche para tener internet premium, no me cabe duda de que será otra agradable ventaja. Sobre todo porque Google Maps y su consumo de datos es el responsable del 62% de mis cabreos vacacionales.

Aquellos que ya tengan claro que esta es la tarifa más adecuada para su pantagruélico apetito por los datos, deben saber que pueden darse de alta hasta el próximo 29 de febrero, pues Yoigo acaba alargar el plazo que, en teoría, finalizaba el 31 de este mes. Mientras tanto, si este fin de semana me encuentran por Malasaña no duden en pedirme que comparta mi internet móvil, me quedan 7 GB y todavía tengo la esperanza de acabarlos.

Esta era mi cara cuando, hace unos meses, me quedaba sin datos en el móvil; condenado a navegar a la velocidad de una tortuga panameña durante más de diez días antes de que el contador se reiniciara:

Yoigo