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Gustavo Bravo

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Gustavo Bravo

Internet no genera suicidas

Este jueves, nos sorprendía en pleno cierre la información firmada por Raquel Quelart en La Vanguardia en la que narraba cómo un obrero en paro se

Este jueves, nos sorprendía en pleno cierre la información firmada por Raquel Quelart en La Vanguardia en la que narraba cómo un obrero en paro se ahorcó en plena calle una semana después de ser desahuciado con su familia. Al día siguiente, recogimos la historia de M. P.. Horas antes, leí por casualidad otro texto en El Periódico de Cataluña en el que se aportaban varios datos relacionados con el índice de suicidio en España, amén de otras tantas conclusiones facilonas del todo innecesarias.

Según el INE, en España se suicidan nueve personas al día. Ésta es desde septiembre la primera causa de muerte violenta en España, superando los siniestros en carretera, los asesinatos o el terrorismo. Después de Finlandia y Bélgica, España es el tercer país occidental con más suicidios. Lo que evidencia, en parte, que la autocensura que se ha ejercido en los medios españoles con respecto a este tema -aún tabú-, no ha servido más que para acrecentar uno de los principales problemas a los que se enfrenta la socidad moderna.

Al ser un problema con una motivación a todas luces social, y agravándose además entre los 18 y los 22 años, raro habría sido que el ‘experto de turno’ no hubiera enfocado sus sospechas hacia los usos y costumbres de la juventud moderna. A saber: drogas, videojuegos, redes sociales y demás tecnología aislante

Ante este problema, y tras décadas de silencio pactado, la sociedad demanda ahora información urgentemente, y la prensa se esfuerza en canalizar lo que los especialistas en este tema prohibido tienen que decir. Lo que lleva en ocasiones a publicar despropósitos como el que sigue:

"La drástica desvalorización de los principios éticos que años atrás orientaron la vida social y personal, y el peculiar aislamiento al que, dicen los psiquiatras, conduce el estilo de comunicación personal que ahora predomina son algunos de los motivos que explican la tendencia al suicidio. Las rupturas de pareja y las decepciones amorosas siguen siendo, no obstante, el principal motivo para quitarse la vida. "Los jóvenes están muy solos, aislados en su habitación, relacionándose con otros a través de internet, que es un amigo ficticio" -afirmó José Giner, psiquiatra del Hospital Virgen Macarena, de Sevilla-. "Hablan a través de una nube con personas que están en China, ante los que no pueden ponerse a llorar ni quedar para ir al cine. Las redes sociales fomentan el estrés y el aislamiento personal".

La primera lectura produce risa; si se hace dos veces y uno después se lee historias como la de M.P., el obrero en paro, lo que se siente es un pesar demoledor.

Respuestas sencillas a problemas complejos

“La vida es una cosa transitoria y efímera, que tiene valor por sí misma. Si lo que mueve a la sociedad es el dinero, las personas se alejan de ese sentido. Hay que aprender a refugiarse en uno mismo y mantener relaciones intensas con amigos de carne y hueso, no virtuales”.

Creer estas palabras y el argumento que sostienen -que dichas así parecen sentar cátedra- sería como creer que los videojuegos de coches tienen la culpa de la alta siniestralidad en carretera, porque se centran en la diversión y la sensación y no en las normas viales. Pero las dice el jefe de psiquiatría en el Hospital de Bellvitge, Julio Vallejo, y dichas así, alguien deseoso de respuestas podría hasta creérselas.

El despacho del señor Julio Vallejo se encuentra a tan sólo 17 minutos en coche de la plaza en la que se ahorcó M. P.; y no es extraño, ya que en un país donde se suicidan nueve personas al día, la gente necesitada está en realidad mucho más cerca de lo que se pretende dibujar, pero es más fácil hablar de soledades que de individualismo, como lo es hablar de crisis económica antes que de crisis de modelo social, donde la competitividad es el demonio de la educación imperante.

Gracias a las historias como la narrada en La Vanguardia, las preguntas se responden con razones, factores y circunstancias -terribles circunstancias-, y no con opiniones, datos infundados e intentos extraños de demonizar las tecnologías, que serán tan buenas o tan malas como el uso que se les otorgue. ¿Sabían que si buscan suicidio en Google se les ofrece el número del Teléfono de la Esperanza?

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Este jueves, nos sorprendía en pleno cierre la información firmada por Raquel Quelart en La Vanguardia en la que narraba cómo un obrero en paro se ahorcó en plena calle una semana después de ser desahuciado con su familia. Al día siguiente, recogimos la historia de M. P.. Horas antes, leí por casualidad otro texto en El Periódico de Cataluña en el que se aportaban varios datos relacionados con el índice de suicidio en España, amén de otras tantas conclusiones facilonas del todo innecesarias.

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