Es noticia
Los empresarios no son el mal, aunque alguno se empeñe en parecerlo
  1. Tecnología
  2. #emprendedorfurioso
Carlos Otto

#emprendedorfurioso

Por

Los empresarios no son el mal, aunque alguno se empeñe en parecerlo

Consideramos al emprendedor una figura positiva de la sociedad, sin darnos cuenta de que, después, si tiene éxito, se convertirá un 'malvado' empresario...

Foto:

Cada sector profesional tiene que cargar con sus propios sambenitos que, merecidos o no, le acompañan de por vida. Somos muchos los periodistas que a diario intentamos convencer a la sociedad de que no (todos) somos unos mercenarios manipuladores que se venden al mejor postor, pero lo cierto es que durante décadas nos hemos ganado una mala fama más que merecida que tardaremos mucho en quitarnos.

Con otros sectores pasa lo mismo. Soy autónomo desde hace cuatro años y, muy de cuando en cuando, incluso consigo dar algo de empleo. Soy, por tanto, de esos que luchan por defender que los autónomos y pequeñísimos empresarios no somos viles explotadores que engordan su bolsillo con el terrible sudor de sus esclavizados trabajadores. Pero de cuando en cuando aparece alguien que, en apenas un minuto, se encarga de dar al traste con toda nuestra lucha.

“Una empresa que da trabajo, ¿por qué tiene que pagar cuando despide?”

En esta ocasión, ese alguien es José Ángel Crego, recién elegido presidente del Círculo Empresarial Leonés, que hace unos días planteó la posibilidad de que sean los trabajadores los que paguen una indemnización a su empresa cuando son despedidos (minuto 14 de este vídeo). “Una empresa que da diez años de trabajo a una persona, ¿por qué además tiene que pagar?”, preguntaba este sufrido empresario con el convencimiento moral del que espera el agradecimiento eterno de sus empleados.

Podríamos debatir si las indemnizaciones por despido en nuestro país son altas o bajas y sería un debate interesante, pero, en este caso, el tema no es ese. Las palabras de José Ángel Crego poco o nada tienen que ver con un debate sobre prestaciones sociales, sino que se adentran en un terreno muchísimo más peligroso: el de la concepción del trabajador.

El superhombre que da trabajo por filantropía

El amigo José Ángel debe de pensar que, cuando yo doy trabajo a alguien, me convierto en una especie de superhombre que, consciente del sufrimiento del plebeyo medio, decido compartir parte de mis gananciales con alguno de ellos a cambio, qué se yo, de unos trabajillos sueltos. Nada del otro mundo, cuatro cositas que puedan disimular un sueldazo claramente inmerecido pero con el que, gracias a mi generosidad, podrá salir adelante unos días.

Nadie contrata a nadie por filantropía, tú tampoco

Agradezco a José Ángel el piropo, pero es del todo erróneo. Cuando yo contrato a alguien, amigo José Ángel, es porque me hace falta. Es porque tengo que hacer un trabajo que no puedo afrontar yo solo. Es porque, ante una tarea concreta, necesito a una persona que tenga el talento que a mí me falta para llevarlo a cabo. Nadie contrata a nadie por filantropía, tú tampoco.

Cuando contrato a alguien estoy contratando su inteligencia y su talento para una labor que, pese a mi superpoderes, no sé hacer solo. Y esa persona se convierte en un activo valiosísimo para mí, ya que le aporta un valor añadido a mi trabajo, y eso es convertible económicamente. Gracias a su talento gana dinero, pero yo también. Él no gana dinero gracias a mí, ni yo gracias a él; lo ganamos juntos, porque ninguno de los dos podría trabajar al mismo nivel sin la ayuda del otro.

¿Le debe pleitesía el trabajador al empresario?

¿Debe esa persona rendirse a mis pies, José Ángel? ¿Debe agradecerme ad infinitum que le dé trabajo? ¿Debe hacerme una felación (metafórica, ojo, que no quiero darte ideas) por mi grandiosa labor al darle un sueldo para que no ande delinquiendo por ahí? No, José Ángel, no. Lo único que tiene que hacer esa persona es trabajar, ya que es lo único que le pido. Ni me debe sumisión ni agradecimiento. Hace un trabajo, crea un valor y cobra por ello. Como mucho, me debe el mismo agradecimiento que yo a él.

Lo que más lamento no es que pienses así, José Ángel, sino que tengas un cargo que permita que tus pensamientos cobren relevancia pública

He visto que has querido matizar tus palabras, pero el vídeo (minuto 14) sigue siendo claro y palmario. Entiendo que, en un momento de cierto calentamiento, uno pueda decir palabras de las que luego se arrepienta (si vieses la primera versión que hice de este artículo, ahora mismo estarías poniéndome una querella), pero no cuela. Primero, porque, en el vídeo, pasional, lo que se dice pasional, no se te ve, pareces bastante tranquilo y consciente de lo que dices. Y segundo, porque, como pasó con mi primera versión de este artículo, las palabras pasionales siempre son mucho más sinceras que las comedidas.

Lo que más lamento no es que pienses así, José Ángel, sino que tengas un cargo que permita que tus pensamientos cobren relevancia pública. Si no lo tuvieras, seguramente tus ideas no estarían publicadas en los medios, sino encerradas en tu cerebro. Un lugar, por cierto, del que quizá nunca debieron salir.

Cada sector profesional tiene que cargar con sus propios sambenitos que, merecidos o no, le acompañan de por vida. Somos muchos los periodistas que a diario intentamos convencer a la sociedad de que no (todos) somos unos mercenarios manipuladores que se venden al mejor postor, pero lo cierto es que durante décadas nos hemos ganado una mala fama más que merecida que tardaremos mucho en quitarnos.