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Cinco falacias que conviene evitar en la guerra entre Uber y los taxistas
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Carlos Otto

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Cinco falacias que conviene evitar en la guerra entre Uber y los taxistas

En una discusión tan feroz como la que existe entre los taxistas y la aplicación Uber hay argumentos que solo sirven para encender los ánimos y distraer la atención

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Esta semana hemos conocido la prolongación de una de las polémicas digitales del año: Uber lanza su servicio Uber Pop en Madrid. Si su lanzamiento en Barcelona ya hizo que los taxistas de Madrid y de la ciudad condal se uniesen a la huelga europea, parece evidente que la ampliación a Madrid caldeará aún más los ánimos.

Sobre las ventajas y desventajas de Uber frente al taxi tradicional se ha discutido mucho en lo que parece ser una batalla de opiniones enfrentadas e irreconciliables, pero sería bueno que dejemos atrás lo que, en mi opinión (y siempre en mi opinión), son falacias argumentativas que conviene alejar de un tema que hay que abordar de manera seria y más pronto que tarde. Son las siguientes:

1.- “Es que una licencia de taxi cuestan 'chorrocientos' mil euros”. Uno de los argumentos de los taxistas para oponerse a Uber. En general, parece que ninguna licencia de taxi en Madrid baja de los 150.000 euros, un precio que, a todas luces, es una auténtica salvajada. Sin embargo, conviene recordar que los precios no los pone la Administración, sino que se rigen por un argumento tan básico como es la oferta y la demanda privada: la licencia se la lleva el que más paga.

Y, ¿tiene sentido que un sector de interés público esté sometido a tanta especulación? ¿De verdad es lógico que los traspasos de licencias de taxis se gestionen por la puerta de atrás, como las licencias de las discotecas? Y voy más allá: en su momento, lejos de que esos precios hayan perjudicado a los taxistas, ¿no habrá llegado incluso a beneficiarles que la licencia esté lo más cara posible para que, de ese modo, no surjan nuevos pretendientes? ¿No habrán pecado los taxistas de llevar a cabo un proteccionismo a la inversa?

2.- “Es que los taxistas se forran con los clientes”. Quien diga que un taxista es una especie de capitalista aburguesado que se saca un abultadísimo sueldo a costa de engañar a sus clientes es que, simplemente, no conoce a ningún taxista. Sí, seguro que hay taxistas que te dan cien vueltas para cobrarte el doble, pero tampoco hagamos de la anécdota una noticia. Además, la llegada de aplicaciones móviles como MyTaxy, JoinUp o Hailo ha hecho que los usuarios puedan evaluar a su taxista (y viceversa). Si un taxista tima a alguien, perderá clientes más pronto que tarde.

3.- “Es que Uber trata mal a sus clientes”. Desde hace algunas semanas, en mi perfil de Twitter hay varios mensajes denunciando aparentes malas prácticas por parte de Uber: que si los coches de Uber son antiguos, que si Uber trata mal a sus conductores, que si un conductor de Uber es un delincuente... Al final, ¿esto no son argumentos ad hominem? ¿No habíamos quedado en que el problema de Uber es que no tiene licencia para llevar a pasajeros? Entonces, ¿a cuento de qué viene sacar sucesos que, en cierta medida, pueden no pasar de anecdóticos?

Si pidiésemos que levanten la mano todas las personas que alguna vez se han sentido estafadas por un taxista tradicional, ¿cuántas la levantarían? Muchas, ¿verdad? Además, en caso de que Uber tratase estupendamente a sus taxistas y ofreciese un servicio maravilloso pero siguiese sin licencia, ¿estarían contentos los taxistas? No, ¿verdad? Entonces intentemos centrar el debate. Porque si entramos en el terreno de las descalificaciones, lo siento, amigos taxistas, pero lleváis las de perder.

4.- “Es que los taxistas quieren seguir en la Edad de Piedra”. También es bastante general el argumento de que los taxistas tradicionales son poco menos que unos neanderthales tecnófobos que odian internet y no quieren que ningún aparatito con botones les quite ni un céntimo de su sueldo.

Basta con usar taxis con cierta frecuencia para saber que, tanto en Madrid como en Barcelona, cada vez son más los taxis que funcionan con aplicaciones como MyTaxi, JoinUp o Hailo, unas aplicaciones que, por cierto, les cobran una comisión por cada carrera que les consiguen. Cada vez que he preguntado a un taxista qué le parece cualquiera de estas aplicaciones, la opinión ha sido unánime: les encantan. Un taxista no es tonto, y nunca va a desaprovechar la oportunidad de conseguir más carreras a cambio de dar una comisión. Y si todo va a través del móvil, mejor que mejor.

5.- “Es que Uber quiere acabar con los taxis”. Seguramente uno de los argumentos más apocalípticos y, también, de los más falaces. Uber no quiere destruir ni proteger a nadie. Lo que Uber quiere es competir en un sector que, a su juicio, debería estar más liberalizado de lo que está. Y llevarán razón o no, pero lo cierto es que al final el cliente es el que decide. Y si los usuarios usan Uber, Uber entrará en España. Quieran o no los taxistas. Es evidente que Uber tendrá que pasar por el aro, ya que la ley española no ampara (ni amparará) su servicio Uber Pop, y le tocará sacar la chequera. Hasta entonces, la publicidad gratuita que le estamos haciendo todos por su ilegalidad es impagable.

Esta semana hemos conocido la prolongación de una de las polémicas digitales del año: Uber lanza su servicio Uber Pop en Madrid. Si su lanzamiento en Barcelona ya hizo que los taxistas de Madrid y de la ciudad condal se uniesen a la huelga europea, parece evidente que la ampliación a Madrid caldeará aún más los ánimos.

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