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Los emprendedores españoles no son innovadores (y no es nada malo)
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Carlos Otto

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Los emprendedores españoles no son innovadores (y no es nada malo)

Haz la prueba: pregúntale a un emprendedor si es innovador. Te dirá que sí, que claro, que por supuesto. Lo malo es que te estará mintiendo... cuando en realidad no tendría motivos para hacerlo.

Foto: ¿Son innovadores los emprendedores españoles? Los datos rigurosos dicen... que no. Foto: NASA's Marshall Space Flickr.
¿Son innovadores los emprendedores españoles? Los datos rigurosos dicen... que no. Foto: NASA's Marshall Space Flickr.

Lo leí hace poco: "Los emprendedores españoles son los más innovadores de Europa". Ahí lo llevas.

Caray, qué... bien, supongo, ¿no? ¡Nada menos que los líderes europeos! Y eso que hay economías mucho más avanzadas que la nuestra y países en los que el fomento del emprendimiento es mucho mayor, ¿eh? Pero bueno, oye, si lo dice un estudio, no seré yo el que lo contradiga... O sí.

Porque es lo malo de estas cosas: que al final llamamos 'estudio' a cualquier cosa y resulta que damos entidad de rigor a cualquier papelito bien presentado. Si nos vamos al estudio en cuestión, El ADN del emprendedor, descubrimos que se trata de un informe realizado a base de encuestar a cerca de 4.000 emprendedores y directivos de varios países europeos.

"Oiga, ¿es usted innovador?"

El estudio da muy pocos datos sobre su metodología, pero no parece que 4.000 encuestas dentro una muestra emprendedora no lo suficientemente variada ('sólo' preguntaron a empresarios tecnologizados y con compañías de más de 50 empleados) sean lo suficientemente rigurosas como para tomarnos dicho estudio demasiado en serio.

Además, si queremos saber qué emprendedores son los más innovadores, ¿qué clase de método es limitarse a preguntar al emprendedor en cuestión? ¿Qué se le preguntó, exactamente? "Oiga, ¿es usted innovador?". Caray, ¿a quién se le ocurriría responder que no a eso? Al final quizá el mérito no esté en el 61% que aseguró serlo, sino en el 39% que dijo que no, ¿no?

La realidad: España no es emprendedora

Consultemos unos datos algo más elaborados. Por ejemplo, los del Global Entrepreneurship Monitor, un estudio que, aunque también pueda tener sus vicisitudes, sí plantea algo más de rigor. En primer lugar, porque, aunque también funcione con encuestas, su muestra de entrevistados es mucho más variada.

Y en segundo lugar, porque incluye una definición de qué entienden ellos por innovación, basada en "productos y servicios novedosos (...) especialmente cuando se posee una idea única e inimitable, generadora de ventajas competitivas sostenibles en el tiempo". Una definición con la que podremos o no estar de acuerdo, pero al menos ya contamos con un criterio visible.

Y si nos atenemos a dicho criterio, los datos en España son palmarios: entre los negocios iniciales, el 60,7% se autocalificaron como "no innovadores", mientras que el 14,6% se consideran "algo innovadores". Lejos quedan los "completamente innovadores", que apenas representan al 14,7% de los encuestados.

En el caso de las empresas con una antigüedad superior a los 42 meses, la cosa empeora más aún, ya que en este caso el porcentaje de emprendedores no innovadores sube hasta el 81,6%, mientras que el 11,5% se consideran "algo innovadores" y el 6,9% "completamente innovadores".

Pero, por si acaso estos datos nos saben a poco, conozcamos más. Según el mismo informe, el 52,6% de los emprendedores iniciales españoles aseguran tener mucha competencia, mientras que el porcentaje sube hasta el 73% en el caso de las empresas algo más longevas.

¿Por qué no es (necesariamente) un problema?

Y claro, después de los primeros datos que decían que los españoles eramos la pera limonera... ¿estos otros no suponen un bajón?

Pues no, oiga, no. Vale, a todos nos encantaría que España fuese el país más innovador del mundo (más allá de lo que realmente entendamos por innovación) y que en el resto del globo admirasen nuestros desarrollos tecnológicos. Pero no es así, y repito: esto no tiene por qué ser un problema.

¿Por qué? Porque cualquiera que haya emprendido alguna vez (o que entienda mínimamente el funcionamiento de la economía) sabe que un sistema económico puede ser lo suficientemente solvente y sostenible sin tener por qué ser el más innovador sobre la faz de la Tierra.

Porque, en la mayoría de ocasiones, emprender no es inventar nada nuevo, sino coger algo que ya funciona y ver si hay forma de que funcione mejor. Y esto, repito, no es un desprecio a la innovación ni un cántico al famoso '¡Que inventen ellos!'. Es, simple y llanamente, darles a las cosas el valor que realmente tienen.

El uso (y abuso) de la palabra 'innovación'

Porque en España necesitamos científicos, investigadores, desarrolladores e innovadores, sí, pero también comerciantes, kiosqueros, expertos en marketing, en finanzas, en comunicación, en infraestructuras, en medicina...

Y es que el problema de la palabra innovación es que, de tanto querer usarla, al final la acabamos desgastando. Y, como resultado, nos encontramos a chavales que dicen que son innovadores porque han hecho (por ejemplo) una web para disléxicos con bigote.

¿Y sabes qué, amigo emprendedor? A mí no me hace falta que seas innovador. Es que me la trae al pairo, vaya. A mí lo que me importa es que crees un negocio sólido, que salgas adelante, que crees todo el empleo que puedas y, en definitiva, que contribuyas a la riqueza de nuestro país.

¿Saben cómo podemos hacer de verdad que nuestros emprendedores sean innovadores? No desmantelando el CSIC, no abandonando la investigación, ayudando a que empresas e investigadores confluyan, imitando el modelo tecnológico israelí...

Porque esos son los verdaderos innovadores de este país. Y esos son, por desgracia, a los que les estamos dando a patada en el trasero.

Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Innovación
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