Es noticia
A Google que le parta un rayo (en dos)
  1. Tecnología
  2. Everyday Robots
Antonio Ortiz

Everyday Robots

Por

A Google que le parta un rayo (en dos)

Google es el nuevo Microsoft, un ogro capaz de anular a la competencia a golpe de integración. Es necesario debatir si abusa de su posición y cómo solucionarlo

Foto:

Google es el nuevo Microsoft. No porque sea la empresa dominante en esta etapa del desarrollo tecnológico. Tampoco por su capacidad para suscitar recelos por su tamaño y por cómo acapara datos. Ni por batir cada trimestre las previsiones de los analistas. No, se trata de su capacidad para ser un ogro apisonador capaz de anular la competencia a golpe de integración.

La reciente votación –no vinculante– del Parlamento Europeo, a favor de separar la compañía en dos (por un lado, el buscador; por el otro, todo lo demás), nos recuerda a aquellos viejos tiempos en los que se discutía si Microsoft abusaba de su cuota de mercado con Windows para avasallar otras categorías. Por ejemplo con la integración de Internet Explorer y Media Player en el sistema operativo, así como su decidido esfuerzo por la incompatibilidad, con estándares en Office para mantener atrapado al usuario.

El problema con Google no es ya si tiene una posición dominante, que la tiene, sino si abusa de ella y cuál sería la mejor forma para rectificar la situación. Los datos invitan al debate, con más de un 90% de cuota en buscadores, y una fuerte tendencia a la autarquía.

Y es que los resultados de Google no invitan a ir a otro sitio más que a webs de la propia compañía, o a información almacenada por ella. Ya sea Youtube, Google Maps, ofertas integradas, respuestas de su base de datos, cartelera propia y el perfil de Google+ de forma transversal para que cada vez más, la cosa se quede en casa.

A pesar de todo, este paisaje no es suficiente para determinar si Google abusa de su posición dominante. No digo que haya que comprar el discurso de que “todo esto es para mejorar la experiencia de usuario” como apuntan una y otra vez desde Mountain View, sólo subrayo que hay varias consideraciones adicionales a realizar.

La primera es la definición del mercado de Google, que es el de la publicidad online más que el de las búsquedas. Y en este negocio las amenazas acechan a la compañía. El crecimiento de Facebook ejemplifica como ningún otro que en los anuncios en internet se puede competir y mucho con Google sin necesidad de hacer otro buscador.

A esto habría que sumar que la fuerza de integración de Google se muestra menos poderosa de lo que la postura de la Unión Europea invita a pensar. Si repasamos la posición en el mercado de algunos de sus productos en los últimos años encontraremos de todo. Éxitos rotundos como Gmail y Android que no se han basado en la integración con el buscador como ventaja competitiva, y fracasos relativos como Google Plus que sí lo ha hecho.

A Microsoft se le impusieron multas, se le obligó a sacar una versión de Windows XP sin Explorer y, en último término la llamada Browser Choice, en la que los usuarios podían elegir el navegador predeterminado al iniciar el sistema operativo. Curiosamente, estas medidas no tuvieron nada que ver en la caída de Explorer como navegador de referencia, sino que fue un proyecto como Firefox el que le hizo retroceder.

El hecho de que con Google se planteen medidas más duras como la división de la compañía en dos atiende a la lógica. Para que el buscador sea neutral no puede ser también parte, es decir, donde está lo que se quiere encontrar.

En el caso de Google, su propia arquitectura deja abierta la puerta a la sospecha. Por un lado tiene incentivos económicos para favorecer sus propiedades: si beneficia a YouTube frente a otros proveedores de vídeo generará ingresos, si da visibilidad extra a Google Maps capturará más datos de los usuarios para perfilar la publicidad.

Por otro lado, tiene incentivos para promover la diversidad: si no da siempre la mejor respuesta que puede encontrar, deteriora la calidad y crea una oportunidad para que el usuario pruebe otras alternativas.

En última instancia, la pregunta sobre Google gira en torno a esto. Si la propia lógica del mercado digital – la aparición de modelos alternativos de negocio no basados en buscador, los incentivos para no abusar de ser líder – promueven que este se autoregule o, al menos, se regule mejor que lo que las medidas habitualmente ineficientes de los reguladores europeos.

No digo que haya que comprar la tesis de Peter Thiel de que Google es uno de esos monopolios buenos de inmerecida fama en el capitalismo moderno. Simplemente creo que hay que reflexionar más allá de un “se nos han quejado unos pequeños actores europeos”.

Y es en este último punto donde debería surgir la reflexión con Europa. El fin de la posición dominante de Microsoft se produjo sin ningún mérito desde el viejo continente. De los actores que ahora lideran el sector de la tecnología (Apple, Google, Facebook, Amazon, Samsung) ninguno es europeo, ni es fácil buscar la relación de causalidad entre las medidas tomadas y la mejora de la competencia.

Esa probablemente sea la pregunta para Europa: por qué no somos capaces de crear grandes proyectos líderes globales. Tal vez sea por nuestra obsesión por proteger a incumbentes locales poco dados a innovar, tomar riesgos y cambiar de modelo.

Google es el nuevo Microsoft. No porque sea la empresa dominante en esta etapa del desarrollo tecnológico. Tampoco por su capacidad para suscitar recelos por su tamaño y por cómo acapara datos. Ni por batir cada trimestre las previsiones de los analistas. No, se trata de su capacidad para ser un ogro apisonador capaz de anular la competencia a golpe de integración.

Unión Europea
El redactor recomienda