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La stripper 3D que arrasa en internet (o el fin de la realidad)
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Jesús Díaz

Hasta los diodos

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La stripper 3D que arrasa en internet (o el fin de la realidad)

Melody es una stripper hecha en 3D que aparece en un servicio de webcams de sexo y la gente la paga por hacer cosas aunque no sea real. Es la punta del iceberg de lo que viene

Foto: Projekt Melody, la stripper 3D que sigue arrasando en internet (Projekt Melody)
Projekt Melody, la stripper 3D que sigue arrasando en internet (Projekt Melody)

Cada vez que leo algo de los rusos desarrollando nuevas armas del fin del mundo, los chinos preparándose para la invasión del sistema solar o el feroz cambio climático que nos come por lo pies, me acuerdo de Bill Murray cantando aquello de “¡sed buenos, por el amor de dios, oh uh oh!” en Cazafantasmas. Parece que tenemos apocalipsis inminentes a tutiplén pero al final qué más da. De algo hay que morir. Lo que a mí me preocupa es el fin de la realidad.

No me refiero a la era de la posverdad, donde estamos a las puertas de una nueva etapa social en la que será imposible distinguir lo que es una noticia real de una falsa. Eso es también un apocalipsis en ciernes pero a lo que yo me refiero es al metaverso.

Foto: China celebrates 100th founding anniversary of the chinese communist party Opinión

El metaverso, un universo paralelo indistinguible para los sentidos del universo físico en el que los seres humanos podrán existir de forma persistente, como en el mundo real. Epic Games y Sony están invirtiendo millones en este universo, que algunos llaman internet 3.0, pensando que será un nuevo plano de la existencia humana. Dentro de poco, piensan, podrás irte a vivir mentalmente a otra parte. Y un poco más adelante, dejar de comer bocadillos de mortadela e hincharte a chuletón 3D en otra dimensión. Como en Matrix.

Una nueva realidad más poderosa que la física

Cuando lo lees así, es fácil partirse la caja y pensar que el metaverso es cosa de gamers y otras tribus ciberpunks. Teorizar que la humanidad puede dejar el plano físico para moverse a una dimensión virtual para trabajar, descansar y hasta jincar de pie, suena a fantasía de ciencia-ficción, sobre todo lo último. Es de películas como Ready Player One, pensarás, que vale, que está muy bien pero la vida nunca será así.

placeholder 'Hola, soy Mark Zuckerberg, Keanu. ¿Quedamos a cenar?'
'Hola, soy Mark Zuckerberg, Keanu. ¿Quedamos a cenar?'

Pero cuando te enteras que el replicante Mark Zuckerberg está apostando toda su compañía al metaverso porque espera que esta nueva realidad absorba la economía actual y genere trillones de dólares — o cuando descubres que Nvidia, BMW, Foster+Partners y un sinfín de grandes corporaciones están invirtiendo billones en crear estos mundos paralelos — te das cuenta de que el asunto no es para gamers ni tiene puñetera gracia.

Ese universo paralelo en el que los seres humanos pueden existir está muy cerca. Zuckito el robot bajito dice que en cinco años la gente conocerá a Facebook no como red social sino como parte del metaverso. Microsoft va a toda caña. Y de Apple se dice que abrirá la puerta al metaverso y al fin del iPhone el año que viene. Así que Zuck puede tener razón: una nueva realidad está a punto de aparecer y la realidad tal y como la conocemos puede comenzar a perder su sentido en media década.

Ataos los machos

Todo esto está muy bien. Que ganen trillones ellos y todos los que participen en esta nueva economía que inevitablemente se nos viene encima. El problema del metaverso no es su potencial para el bien y la generación de riqueza sino el potencial para el mal.

Foto: El CEO de Facebook Mark Zuckerberg. (EFE)

Cuando comento estas cosas en el bar de Paco, todos me miran como si fuera un marciano excepto Borja, un cayetano sevillano de lanza en astillero, forrado de cuna y retirado forzosamente después fundar cuatro startups fallidas. Ahora se pasa las tardes poniéndose tibio a gintonics y gambas a la plancha en una esquina mientras lee el ABC.

Borjita — como le llama todo el mundo aunque tenga 51 años — fue la primera persona que me hizo pensar sobre los problemas éticos y legales del metaverso cuando me preguntó qué opinaba de Projekt Melody. Yo no tenía ni idea de quién era la tal Melody pero al poco tiempo descubrí que es una stripper 3D virtual que causa furor en el sitio web de sexcams Chaturbate y en Twitch.

Luego me estalló la cabeza cuando vi que decenas de miles de sujetos de todo pelaje se dejan los euros, dólares y rupias en hacer que este robot virtual se meta todo tipo de instrumentos por sus orificios mientras les habla. Y hasta ahí nada que objetar. Mientras la gente no haga daño a terceros, por mí como si se la machacan entre un martillo hidráulico y una lata de mejillones.

El problema de la tal Melody es que parece menor de edad. No es menor de edad porque no existe: es una creación 3D y sólo vive en una pantalla. Pero lo parece.

Y eso abre otra lata de mejillones: ¿qué pasará cuando la humanidad salte al metaverso y las interacciones con Melody, sus hermanas y sus hermanos, lleguen a "existir" en tu mismo plano de tu propia existencia? ¿Qué pasará cuando puedas sentir su cuerpo o sentir su toque?

Más potente que la energía atómica

Algunos dirán que nada. Que el metaverso es una fantasía. Además, dirán, Melody es, supuestamente, una inteligencia artificial sin derechos. Una construcción sintética. Un producto de la imaginación.

Quizás pueda ser así y podamos ignorar los posibles derechos de un ser sintético porque para nosotros no estará vivo en el sentido actual de esa palabra. Igual que los robots sexuales que también están en camino. Pero cuando cobre consciencia de su existencia — que lo hará en un futuro no muy lejano — ¿hasta que punto podremos seguir negando que tiene derecho a no ser abusada por seres humanos u otras inteligencias artificiales?

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¿Vamos a una nueva era de las luces con el Metaverso o hacia Mad Max?

Pero más allá de eso, si este metaverso es un mundo donde la existencia humana es persistente, ¿qué haremos con los robos? ¿Y las violaciones? ¿Y el asesinato? ¿Qué haremos cuando otros redefinan su propio yo y un camionero de Parla pase a ser una quinceañera tipo Melody o viceversa? ¿Qué pasará con el bullying, por ejemplo, que ya está causando problemas graves en el mundo físico sin salir de la pantalla de un teléfono?

Las preguntas son interminables y, hasta ahora, todas han sido teóricas o se han limitado a la bidimensionalidad de una pantalla. Nadie tiene respuestas claras. Pero lo cierto es que nos aproximamos rápidamente a un universo donde la frontera entre lo real y lo imaginado dejará de existir y, con ella, llegará el final de la realidad tal y como la conocemos.

Será un universo tan inimaginablemente gigantesco, su economía tan enorme y sus recovecos tan infinitos que parece imposible pensar en que habrá una ley supranacional que pueda gobernarlo. Por lo menos al principio. Quizás nunca.

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Un test nuclear en el desierto de Nevada

Todo me recuerda al desarrollo de la energía atómica, que nos llevó al borde de la autodestrucción a pesar de su poder para hacer el bien (si hubiéramos invertido más en energía nuclear, otro gallo nos hubiera cantado con el cambio climático ahora mismo). El metaverso también tiene un poder casi infinito para hacer el bien y el mal. Más todavía que la energía nuclear porque será capaz de cambiar nuestra percepción del mundo y, con ello, cambiar mentes. Lo que pasa es que, esta vez, los misiles no van a estar en manos de unos pocos, sino al alcance de todos.

Cada vez que leo algo de los rusos desarrollando nuevas armas del fin del mundo, los chinos preparándose para la invasión del sistema solar o el feroz cambio climático que nos come por lo pies, me acuerdo de Bill Murray cantando aquello de “¡sed buenos, por el amor de dios, oh uh oh!” en Cazafantasmas. Parece que tenemos apocalipsis inminentes a tutiplén pero al final qué más da. De algo hay que morir. Lo que a mí me preocupa es el fin de la realidad.

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