Es noticia
Planificando el fin del mundo
  1. Tecnología
  2. No me creas
José A. Pérez

No me creas

Por

Planificando el fin del mundo

Todos confiamos en que va a haber un mañana. Usted se levanta, trabaja y hace sus cosas, dando por hecho que no le va a matar un asteroide gigante

Foto: NASA
NASA

Todos confiamos en que va a haber un mañana. Usted se levanta, trabaja y hace sus cosas, dando por hecho que mañana usted, su trabajo y el planeta en su conjunto seguirán en el mismo sitio. Por supuesto, todos sabemos que eso no tiene por qué ser así. Hay un estupendo libro, titulado La negación de la muerte que trata precisamente ese fenómeno a nivel individual.

De cuando en cuando, sin embargo, se producen periodos históricos donde nuestra especie parece a un tris de la extinción. La pandemia de peste negra es un ejemplo, también la crisis de los misiles de los años 60. En otras ocasiones la amenaza no es real, pero nunca falta un chalado para inventarla y un altavoz para difundirla. Pensemos, por ejemplo, en el temido efecto 2000 y en el célebre calendario maya.

Paco Rabanne, sin ir más lejos, predijo el final de nuestra especie para finales de 1999 tras leer a saber qué de Nostradamus. Según el diseñador, un gran meteorito caería sobre París (ya saben que los apocalipsis siempre caen en capitales, nunca en, por ejemplo, Albacete).

En teoría, si un asteroide fuese a impactar contra la Tierra, lo sabríamos décadas antes

He recordado la anécdota al leer que hace unos días los astrónomos perdieron un asteroide. Suena raro, pero, al parecer, esas cosas pasan. Se supone que el 18 de febrero la roca pasaría a unos tres millones y medio de kilómetros de nuestro, cuando, de pronto, desapareció. Los astrónomos aseguran que esto no implica ningún riesgo para los terrícolas pero, al mismo tiempo, han pedido a los aficionados a la astrología que echen un ojo al cielo por si lo localizan. Si nos extinguimos, al menos que no sea por no haber mirado bien. Esto da una idea de hasta qué punto estamos desvalidos en caso de que el destino decida gastarnos la misma broma que a los dinosaurios.

Hollywood o la verdad

"A pesar de que Hollywood ha creado coloridos métodos para detener un objeto en ruta de colisión con la Tierra, no hay agencia gubernamental nacional o internacional a la que se le haya encargado o haya aceptado la responsabilidad de detener un asteroide de esas características, en caso de ser descubierto". El párrafo pertenece a la web de la NASA dedicada a los asteroides y, por si hay dudas, deja bastante claro que salvar al mundo no es su cometido.

En teoría, si un asteroide fuese a impactar contra la Tierra, lo sabríamos décadas antes. En teoría. La solución más plausible, y en esto sí que ha acertado Hollywood alguna vez, pasaría por el uso de armas nucleares. Eso si se trata de un asteroide grande. Para los pequeños, la NASA plantea dos opciones menos espectaculares. La primera supone provocar un choque entre el cuerpo celeste y una nave no tripulada. El impacto no destruiría el asteroide, pero alteraría su trayectoria lo suficiente. La segunda opción consiste en enviar una nave apodada "tractor de gravedad" que pasaría junto al asteroide sin tocarlo. La atracción gravitatoria haría el resto, desviando el rumbo del asteroide y evitando así nuestra extinción.

La NASA, no obstante, advierte que, si se descubriese un pequeño asteroide a punto de colisionar con nuestro planeta, no habría tiempo de poner en marcha más plan que la inmediata evacuación de la zona que vaya a ser afectada por el impacto. Y a partir de ahí, que cada cual le ponga una vela a su santo favorito.

Si finalmente un asteroide acaba con la especie humana, espero, al menos, que tarde algunos años. Convendrá conmigo en que sería lamentable que la última frase de la Humanidad fuese un "os lo dije" pronunciado por Paco Rabanne.

Todos confiamos en que va a haber un mañana. Usted se levanta, trabaja y hace sus cosas, dando por hecho que mañana usted, su trabajo y el planeta en su conjunto seguirán en el mismo sitio. Por supuesto, todos sabemos que eso no tiene por qué ser así. Hay un estupendo libro, titulado La negación de la muerte que trata precisamente ese fenómeno a nivel individual.