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Sexo en el espacio, una experiencia mucho menos romántica de lo que parece
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Jordi Pereyra

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Sexo en el espacio, una experiencia mucho menos romántica de lo que parece

Todas las actividades físicas a en las que la gravedad esté involucrada se han adaptado ella: correr, saltar, escalar, volar, nadar… Y, por supuesto, copular

Foto: Imagen del documental 'Sexo en el espacio: ¿cómo se hace?' del canal Discovery
Imagen del documental 'Sexo en el espacio: ¿cómo se hace?' del canal Discovery

Durante los 3.500 millones de años que se cree que la vida lleva existiendo sobre este planeta, la evolución ha hecho un buen trabajo adaptándola a las condiciones siempre cambiantes de su superficie. A lo largo de la historia, millones de formas de vida se han adaptado a grandes variaciones de temperatura, de humedad, en el terreno, subidas y bajadas del nivel del mar o incluso a catástrofes globales que han acercado la vida al borde de la extinción.

Pero, de entre todos los factores que han condicionado la evolución de organismos cada vez más complejos, sólo uno de ellos ha permanecido constante a lo largo de la historia de la Tierra: la intensidad de su campo gravitatorio.

Desde que nuestros antepasados multicelulares alcanzaron el tamaño suficiente como para que la gravedad empezara a ejercer una carga estructural considerable ellos, nuestros cuerpos se han ajustado a la aceleración de 9,81 metros por segundo cada segundo con los que nuestro planeta tira de nosotros hacia su superficie. Por tanto, todas las actividades físicas a en las que la gravedad esté involucrada se han adaptado a esa cifra, entre otros parámetros: correr, saltar, escalar, volar, nadar…

Y, por supuesto, copular.

Sexo, gravedad y acción-reacción

La reproducción sexual entre organismos macroscópicos es uno de estos comportamientos que ha evolucionado allí donde hay un campo gravitatorio presente. Si borramos la gravedad de la ecuación, la mecánica del amor se complica muchísimo. Tanto que representa un problema contra el que hay que tomar medidas si en el futuro queremos colonizar el espacio.

El principal enemigo de la actividad sexual espacial es la tercera ley de Newton: toda acción provoca una reacción igual en el sentido contrario. A primera vista, si no le damos muchas vueltas, parece que esta ley vaya ayudarnos a procrear en el espacio… Pero lo cierto es que ocurre todo lo contrario.

Sin nada contra lo que podamos apoyarnos, por mucho que movamos los pies en medio del espacio nos quedaremos en el mismo sitio

Que cada acción provoque una reacción igual y en sentido contrario también implica que realizar un movimiento en una dirección requiere la aplicación de un esfuerzo en la dirección opuesta. Por tanto, como había comentado en este otro artículo sobre lo misterioso que resultó en su día que los gatos pudieran girar en plena caída, para propulsar tu cuerpo en una dirección tienes que apoyarte primero contra algo. Caminar es el ejemplo más claro de este fenómeno: si queremos movernos hacia adelante, primero tenemos que presionar el suelo en dirección contraria.

Como podéis imaginar, sin nada contra lo que podamos apoyarnos, por mucho que movamos los pies en medio del espacio nos quedaremos en el mismo sitio. De la misma manera, si no cuentan con una fuerza que tire de ellos en una dirección preferente y los mantenga presionados contra alguna superficie, los astronautas quedan suspendidos en medio de su nave sin nada contra lo que apoyarse para moverse de manera efectiva.

¿Campos gravitatorios? De momento, velcro

O sea que, si queremos garantizar nuestro éxito reproductivo en el espacio, hay que crear una fuerza artificial que simule la gravedad en los aposentos de nuestras naves. La solución a largo plazo está en crear campos gravitatorios artificiales, por supuesto, pero hoy en día esta gravedad simulada son unas simples tiras de velcro.

La actriz, escritora e inventora italo-americana Vanna Bonta dio el primer paso inventando un traje al que llamó 2suit que hace precisamente eso. El traje está abierto por delante, lo que permite la adhesión de otro usuario mediante una tira de velcro, y se puede fijar contra alguna de las superficies de la nave espacial con el mismo mecanismo. Esto proporciona un apoyo sólido y, al mismo tiempo, un anclaje que impedirá a la pareja salir volando hacia la otra punta de la nave con cada empujón.

Bonta probó el traje con su marido durante un vuelo parabólico que simula las condiciones gravedad cero. Y parece que su invento funciona… Aunque, ojo, que durante el vuelo de prueba sólo se besaron. Es posible que consideraran que no era adecuado llevar el experimento un paso más allá en un avión al que extraoficialmente llaman Vomit Comet, en alusión al efecto que tiene la ingravidez sobre los estómagos de los pasajeros que no están acostumbrados a ella.

El 2suit nunca se ha llevado a la Estación Espacial Internacional y de momento parece que la investigación sobre la actividad sexual en espacio no está entre las prioridades de las agencias espaciales. Pero, teniendo en cuenta que hasta la fecha 536 personas han viajado al espacio, es inevitable hacerse la pregunta: ¿alguien lo ha hecho ahí arriba?

¿Alguien lo ha hecho en el espacio?

Un artículo del 'Scientific American' del año 2000 hablaba de un libro de un tal Pierre Kohler, en el que éste afirmaba haber tenido acceso a un informe de la NASA en el que se detallaba una misión de 1996 llamada STS-XX que tenía como objetivo probar 10 posiciones sexuales para ver cuáles eran realmente viables en el espacio. Según Kohler, sólo 4 habían pasado la prueba.

El artículo pasó por internet sin pena ni gloria en su momento pero, en 2007, empezó a ser compartido en internet después de que un usuario la mandara al famoso portal de noticias Digg. El artículo alcanzó tal popularidad siete años después de su publicación que la NASA tuvo que salir a desmentir las afirmaciones y la revista escribió un nuevo artículo enmendando su error. Como era de suponer, el informe que citaba Kohler no existía.

Realmente no se sabe si el club de los 400 kilómetros cuenta con algún miembro

Quitando este breve y falso testimonio, realmente no se sabe si el club de los 400 kilómetros cuenta con algún miembro.

Durante un tiempo, el primer matrimonio que viajó al espacio estuvo en el punto de mira como los posibles primeros seres humanos en practicar el sexo orbital. Parece ser que, en general, la NASA no deja a parejas casadas participar en la misma misión, por si la relación pudiera afectar a la dinámica del grupo, pero en 1991 se hizo una excepción con Jan Davis y Mark Lee, dos astronautas que se casaron poco antes de que su misión empezara. Por supuesto, tras la misión hubo quién preguntó a la pareja si habían intentado mantener relaciones sexuales en el espacio, pero se negaron a hacer declaraciones.

Quitando este caso, existen pocos más rumores sobre el tema.

Una experiencia poco satisfactoria

De todas maneras, aunque la ingravidez y las vistas de la Tierra a través de las ventanas de la Estación Espacial Internacional puedan parecer un plan muy romántico, es posible que el sexo en el espacio sea una actividad muy incómoda. Incluso tal vez un poco desagradable.

Como explicaba en esta otra entrada, los astronautas que están en órbita no flotan porque la gravedad de la Tierra no les afecte a esa altura, sino porque están en una caída libre constante. Si habéis notado ese cosquilleo en el estómago tan característico durante una caída larga, podréis imaginar por qué los astronautas sufren náuseas de vez en cuando. E imaginaréis también los potenciales efectos que esto podría tener sobre una cita espacial.

Luego está el tema de que los astronautas sudan más cuando están en órbita, debido a que la escasa convección del aire dificulta el enfriamiento del cuerpo. Y, como podéis imaginar también, con tanto movimiento, todo ese sudor puede quedar flotando a nuestro alrededor en forma de gotas, tan ingrávido como nuestros cuerpos. Y eso por no hablar de los otros líquidos que podría haber involucrados en la actividad.

En definitiva, a pesar de todas estas complicaciones, la actividad sexual en el espacio no es una tarea imposible. El verdadero reto que representa la falta de gravedad para la colonización del espacio llega después, durante el desarrollo del posible embrión resultante de esa actividad. Estudios hechos con ratones sugieren un correcto desarrollo embrionario requiere la presencia de un campo gravitatorio.

O sea que, a largo plazo, los inventos como el 2suit son una solución temporal, porque de todas maneras vamos a tener que desarrollar una manera de producir una fuerza gravitatoria artificial en nuestras naves espaciales. Menudo engorro tener que colonizar el espacio con un cuerpo tan bien adaptado a la vida en un planeta.

Durante los 3.500 millones de años que se cree que la vida lleva existiendo sobre este planeta, la evolución ha hecho un buen trabajo adaptándola a las condiciones siempre cambiantes de su superficie. A lo largo de la historia, millones de formas de vida se han adaptado a grandes variaciones de temperatura, de humedad, en el terreno, subidas y bajadas del nivel del mar o incluso a catástrofes globales que han acercado la vida al borde de la extinción.

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