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Caso Uber o cómo legislar para un 'lobby'
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José Mendiola

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Caso Uber o cómo legislar para un 'lobby'

Detener Uber es ponerle puertas al campo. El auto del juez puede que retrase la implantación del servicio, pero ni él ni los taxistas, lograrán acabar con sus sucesores

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Siete de la mañana del sábado. Barcelona amanece heladora y un servidor se dispone a emprender el camino de vuelta a casa. Ha sido una semana larga con muchos viajes y apetece volver. Adormilado todavía en 135 del Vincci Marítimo, evalúo las alternativas para dirigirme al aeropuerto, sabiendo ya que el taxi convencional sale por un buen pico. La alternativa de combinar metro y autobús queda descartada: a esas horas y con tan poco margen, mejor no jugársela a un posible atasco o despiste.

¿Por qué no probar Uber? La polémica en torno a este innovador servicio alimenta sin duda la curiosidad. Y aquella era una oportunidad de oro para salir de dudas; si alguien quiere conocer las claves del éxito de Uber, no tiene más que ejecutar la app y entender por qué su propagación ha sido tan masiva.

Quince claves para entender el cerrojazo a Uber España

Uber arrasa porque es un juego. Y un juego en el que, además de ofrecer un servicio impecable, se ahorra mucho dinero. Solicitado el servicio, la aplicación mostró en el mapa el vehículo que me transportaría al aeropuerto: un Volkswagen blanco conducido por un tal Amid, y su foto. En ese punto y de manera incontrolada las dudas alimentadas por los prejuicios inundaron mi pensamiento: ¿sería fiable aquello?, ¿de dónde era ese chófer?

Mis diatribas terminaron cuando el iPhone pitó alertando que el Uber estaba ya a la vuelta de la esquina. Y Amid me abrió la puerta del coche sonriente. No tuve claro si sentarme delante o detrás. Diablos, ¿era aquello un taxi o no? Opté por sentarme al lado del conductor y pronto comenzamos a conversar. Por resumir su historia, Amid, de poco menos de treinta años, llevaba cinco años en nuestro país, con mujer e hija de dos años en su Paquistán natal: “Llevo toda la noche trabajando”, explica sin perder la sonrisa, “y me iba ya a casa cuando me ha salido su servicio”.

Un 'lobby' defendido por la fuerza

Amid siguió contándome su vida al tiempo que manejaba el volante respetando escrupulosamente las normas de tráfico. Ni un cambio de carril sin señalar, ni un gesto brusco. El trayecto hasta el aeropuerto fue rápido, cómodo y disparó un debate interno en la cabeza: ¿era aquel hombre un usurpador de un puesto de trabajo o se trataba de un servicio legal y Amid tenía todo el derecho del mundo a ganarse la vida únicamente gracias a Uber?

En ese punto el paquistaní me anunció que el trayecto sería todavía más barato con un bono descuento que introduje en la aplicación y que se aplicó al instante. Aquello pintaba cada vez mejor. El vehículo se detuvo frente a la terminal y la aplicación emitió directamente el pago al servicio. Ni buscar la cartera ni esperar a las vueltas. Uber había ganado ya al servicio convencional del taxi ofreciendo una fórmula mucho más eficiente. Sumen a esto un coste total de 9 euros (descuento aplicado) frente a los 25-30 euros que me habían avanzado en el hotel para comprender por qué triunfa.

Sin embargo y tal y como se temió desde un inicio, Uber ha sido prohibido en España en lo que parece un intento desesperado por poner puertas al campo. La sentencia del juzgado madrileño parece más bien un intento por justificar una decisión que cede sin duda a las presiones del lobby de los taxistas que ha intentado por todos los medios cerrar un negocio que rompería sin duda el mercado.

Sin entrar a valorar los recovecos legales en los que unos se instalan y otros atacan, la realidad es que la llegada de Uber ha sido como abrir la ventana en una radiante mañana tras una noche de lluvia y tormentas. Este sistema ha demostrado una realidad palpable y que no es fácilmente rebatible: se puede ofrecer un servicio de transporte personal mucho más eficiente, moderno y cómodo para el usuario, pero que además es muchísimo más económico y permite que sean más los que se puedan ganar el pan en este mercado.

No sabemos cuál será el futuro legal de Uber en nuestro país, pero lo que parece claro es que esta realidad que hemos vivido fugazmente está condenada a convertirse en algo cotidiano entre nosotros, como ha sucedido con Spotify en la música y o las reservas hoteleras online. Cierra Uber y Amid ha visto en cuestión de horas su futuro teñido de negro. Con sus ingresos sostenía a su familia y se pagaba un apartamento compartido en Barcelona. Los taxistas han ganado a la fuerza una batalla, pero es evidente que esta guerra la han perdido ya.

Siete de la mañana del sábado. Barcelona amanece heladora y un servidor se dispone a emprender el camino de vuelta a casa. Ha sido una semana larga con muchos viajes y apetece volver. Adormilado todavía en 135 del Vincci Marítimo, evalúo las alternativas para dirigirme al aeropuerto, sabiendo ya que el taxi convencional sale por un buen pico. La alternativa de combinar metro y autobús queda descartada: a esas horas y con tan poco margen, mejor no jugársela a un posible atasco o despiste.

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