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Por qué los grandes hallazgos petrolíferos son en realidad una pésima noticia
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Andreu Escrivà

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Por qué los grandes hallazgos petrolíferos son en realidad una pésima noticia

Son grandes noticias económicas, pero suponen un retroceso medioambiental. El problema, aunque parezca lo contrario, es que ya tenemos demasiado petróleo

Foto: Yacimiento de petróleo en Irak. (Reuters)
Yacimiento de petróleo en Irak. (Reuters)

Si tienes más de 20 años, pensarás que es una mala noticia que se acabe el petróleo y que, por lo tanto, es fantástico que se encuentren nuevas reservas: más oferta, menor precio y más crecimiento. De hecho, es posible que hayas oído hablar más de una vez del temido 'pico del petróleo', también conocido como 'peak oil', el momento a partir del cual las extracciones de crudo irían ya cuesta abajo. Hemos crecido en un mundo en el que las noticias sobre hallazgos petrolíferos, como el encontrado por Repsol recientemente en Estados Unidos (el mayor en 30 años, tan grande como para abastecer durante cuatro años a España), se festeja en las bolsas. Ese mundo, lamentablemente, ya no existe. Aunque sigamos sin verlo.

Foto: Ilustración: Raúl Arias

Durante décadas, y más aún tras las sacudidas de la crisis de los setenta, el problema de las proyecciones de extracción y consumo de petróleo era saber si tendríamos suficiente para cubrir una demanda creciente. Las energías renovables se veían como un sustituto del petróleo cuando este se acabase, ¿para qué desarrollarlas antes? Ahora, los cálculos van justo en el sentido contrario: ¿cuánto petróleo debemos dejar bajo tierra para no provocar un calentamiento global irreversible? Porque sí, tenemos petróleo, gas natural y carbón de sobra para subir muchos, muchos grados la temperatura del planeta.

Seguro que te suenan los famosos 2ºC del cambio climático, el límite teórico a partir del cual la cosa se desmadra y empieza a parecerse a un 'escenario Mad Max'. ¿Y qué entendemos por 'desmadre'? Activar procesos sobre los cuales ya no tenemos control. Si ahora empezásemos a actuar (en serio, no como hasta el momento), tendríamos bastantes posibilidades de limitar el calentamiento a menos 2ºC respecto a las temperaturas previas a la revolución industrial. Veríamos impactos como deshielo, aumento del nivel del mar, incremento de olas de calor y extinción de especies, pero en un grado que, previsiblemente, nos permitiría adaptarnos e incluso desarrollar estructuras energéticas, urbanas y sociales muy positivas. Tendríamos un cierto control. Todavía lo tenemos.

La mala noticia es que ya tenemos cinco veces la cantidad de reservas de combustibles fósiles que hacen falta para sobrepasar el límite de los 2ºC

Pero el cambio climático no va de cambios progresivos, sino de umbrales. La naturaleza tiene una serie de interruptores que, una vez encendidos, son tremendamente complicados de apagar. Por ejemplo, el deshielo de Groenlandia, que es muy probable que suceda si superamos los 2ºC, y que provocaría un aumento del nivel del mar de hasta siete metros. Sí, despídete de la playa en la que veraneas y de ese chiringuito de espetos que te gusta tanto. O de tu apartamento, si es que lo tienes. Volver a 'congelar' Groenlandia se podría conseguir, claro. La Tierra ha experimentado múltiples cambios climáticos, aunque ninguno tan rápido como el actual, pero en el lapso de milenios, no de décadas o unos pocos siglos.

Hay más interruptores. Tantos, que asustan. Como el deshielo del permafrost, un suelo permanentemente helado en latitudes boreales, que provocaría la emisión de cantidades ingentes de gases de efecto invernadero, principalmente metano. O la muerte masiva de los arrecifes de coral, uno de los ecosistemas marinos más productivos y del que dependen directamente millones de personas. A partir de ese aumento de 2ºC dejaríamos, casi con total seguridad, de tener el control: tras apretar distintos interruptores, el sistema climático se volvería impredecible y ya no dependería tanto de los gases de efecto invernadero que le echásemos a la atmósfera, sino de los propios procesos naturales que habríamos activado, capaces de desestabilizarlo aún más.

Demasiado petróleo

La mala noticia es que, a día de hoy, ya tenemos cinco veces la cantidad de reservas de combustibles fósiles que hacen falta para sobrepasar el límite de los 2ºC, el objetivo prioritario del acuerdo de París sobre cambio climático. Nuestro 'presupuesto de carbono', lo que podemos emitir para tener un 50% de posibilidades de quedarnos por debajo de los 2ºC, es de entre 870 y 1.240 gigatoneladas de CO2 (dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero). Para tener alguna posibilidad más allá de jugarnos el futuro a cara o cruz, la horquilla se reduce a 565 gigatoneladas y un 80% de posibilidades. Emitimos 40 al año y el estudio es de 2015, así que ya nos queda menos margen.

A partir de ese aumento de 2ºC dejaríamos de tener el control: tras apretar distintos interruptores, el sistema climático se volvería impredecible

Suena raro, lo sé, pero tenemos demasiado petróleo, gas y carbón. Las reservas conocidas son de entre 2.734 y 5.385 gigatoneladas, y si queremos estar razonablemente seguros de que nuestro mundo seguirá siendo habitable para la mayor parte de las personas que viven en él, deberíamos dejar intactas, al menos, tres cuartas partes. Y hacerlo cuanto antes: la ventana se empieza a cerrar en 2020, y quizá ya no se pueda abrir a partir de 2030.

La pregunta es evidente: ¿por qué se sigue buscando petróleo? Porque la cotización de las compañías petroleras depende de las reservas que poseen y lo que pueden producir a día de hoy, no de lo que podrán quemar en 20 o 30 años. Eso, además de un obstáculo para luchar contra el cambio climático, es un problema serio a nivel económico, porque alimenta un burbuja: llegará un momento en el que un barril de petróleo tenga un valor residual. Sí, se seguirá usando en la industria química, insustituible en multitud de procesos, pero nos dejaremos mucho, muchísimo gas natural, petróleo y carbón por quemar. Lo razonable sería hacerlo cuanto antes, porque cuanto más agotemos nuestro presupuesto de carbón, más rápido deberemos reducir las emisiones, y más traumática será la transición.

El último descubrimiento de Repsol no cambiará el curso del calentamiento global, ni nos condenará para siempre jamás. Pero si alguna vez llegamos a tocar una sola gota del crudo que se acaba de detectar en Alaska, será una pésima noticia. No para el planeta, que seguirá aquí durante miles de millones de años y no le costará más de un par de suspiros cósmicos olvidarse de nosotros, sino para una civilización glotona y miope que no supo cuándo parar de quemar para poder seguir respirando.

*Andreu Escrivà es ambientólogo, Doctor en Biodiversidad y ganador del XXII Premio Europeo de Divulgación Científica Estudi General con 'Encara no és tard: claus per a entendre i aturar el canvi climàtic', editado por Bromera.

Si tienes más de 20 años, pensarás que es una mala noticia que se acabe el petróleo y que, por lo tanto, es fantástico que se encuentren nuevas reservas: más oferta, menor precio y más crecimiento. De hecho, es posible que hayas oído hablar más de una vez del temido 'pico del petróleo', también conocido como 'peak oil', el momento a partir del cual las extracciones de crudo irían ya cuesta abajo. Hemos crecido en un mundo en el que las noticias sobre hallazgos petrolíferos, como el encontrado por Repsol recientemente en Estados Unidos (el mayor en 30 años, tan grande como para abastecer durante cuatro años a España), se festeja en las bolsas. Ese mundo, lamentablemente, ya no existe. Aunque sigamos sin verlo.

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