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Por qué los automóviles diésel tienen que pagar más impuestos que los de gasolina
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Por qué los automóviles diésel tienen que pagar más impuestos que los de gasolina

La autora razona que, dado su mayor perjuicio al medio ambiente y a la salud, su compra debería ser desincentivada aumentando los impuestos a su compra y matriculación

Foto:  Protestas en Berlín contra el Dieselgate (Reuters)
Protestas en Berlín contra el Dieselgate (Reuters)

La contaminación atmosférica es un problema muy grave: solo en España causa más de 20.000 muertes prematuras cada año. Además, provoca enfermedades respiratorias, envejecimiento prematuro del pulmón, está relacionada con el incremento del riesgo de ictus o incluso con el de Alzheimer. Por si fuera poco, provoca problemas en el desarrollo físico e intelectual de los más pequeños.

Entre las muchas fuentes de contaminación atmosférica destaca el tráfico rodado. Las industrias contaminantes no son inocuas, desde luego que no. Pero al menos suelen estar alejadas de los grandes núcleos de población, además de expulsar sus contaminantes humos a una cierta altura, lo que atenúa sus efectos sobre la salud. Sin embargo, los vehículos se mueven en masa en los corazones de las ciudades, y expulsan sus humos prácticamente a la altura del suelo, con conexión casi directa con nuestro sistema respiratorio.

Para ilustrar con el ejemplo, pongamos que hablo de Madrid: en esta ciudad el Ayuntamiento ha estimado en sus modelos que el tráfico rodado motorizado es responsable de cerca del 80% de las emisiones de los temidos óxidos de nitrógeno, los famosos NOx. Los NOx son gases provenientes de los de la combustión incompleta de los motores de combustión interna. No solo son peligrosos en sí mismos, sino que además son precursores de otros contaminantes

Por el tipo de combustión de los motores diésel, estos expulsan más NOx que los motores gasolina. Tanto, que se les responsabiliza ni más ni menos que del 80% del NOx proveniente del tráfico. Ni siquiera los vehículos diésel modernos han conseguido disminuir estas emisiones, a pesar de que la normativa les obliga a ello. Es lo que se puso de manifiesto en el Dieselgate, que los fabricantes utilizan diferentes tretas para conseguir pasar los test de emisiones, pero que en condiciones reales son mucho más contaminantes. Tanto, que según el analista independiente Emissions Analitics, tan solo un 14% de los vehículos diésel más modernos, los Euro 6 cumplirían con los límites marcados. El resto sería bastante más contaminante, llegando incluso a superar en 12 veces el límite de NOx permitido.

De ahí vienen anuncios como el de la semana pasada de la alcaldesa de Roma, o anteriormente el de su homóloga en París, de prohibir la entrada de vehículos diésel a la ciudad. Medidas valientes que envían un mensaje tan contundente como claro sobre la peligrosidad de los diésel.

Pero no todo está en la mano de las ciudades. Carece de sentido que, mientras las ciudades prohíban la entrada a los vehículos diésel por ser contaminantes, desde el Estado se subvencionen estos vehículos.

Alguno preguntará que subsidios tienen los diésel. Bien, la rebaja de impuestos es también una forma de subsidio. Y el diésel goza de un descuento del 23% en impuestos frente a la gasolina sin plomo en nuestro país. Un incentivo que ha participado mucho en que el 60% de los más de 22 millones de vehículos de pasajeros en España se mueva con motores diésel. Una flota tremendamente contaminante.

La lógica del principio de 'quien contamina paga' nos dice que el diésel no debería pagar los mismos impuestos que la gasolina, sino más, pues contamina aún más. Así lo han hecho en países como Holanda o Finlandia. En estos países no penalizan en el impuesto de hidrocarburos, sino en los impuestos de matriculación y circulación, con impuestos tan altos que resultan disuasorios. Son medidas eficientes, que han conseguido que, mientras el resto de Europa se llenaba de vehículos diésel a principios de siglo, en estos países sus ventas estuvieran siempre por debajo de los vehículos gasolina.

Nuria Blázquez Sánchez es coordinadora del proyecto de fiscalización del diésel de Ecologistas en Acción y autora del informe 'Mejor sin diésel'.

La contaminación atmosférica es un problema muy grave: solo en España causa más de 20.000 muertes prematuras cada año. Además, provoca enfermedades respiratorias, envejecimiento prematuro del pulmón, está relacionada con el incremento del riesgo de ictus o incluso con el de Alzheimer. Por si fuera poco, provoca problemas en el desarrollo físico e intelectual de los más pequeños.