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Urge mejorar la forma de elegir al presidente del Consejo Europeo de Investigación
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Urge mejorar la forma de elegir al presidente del Consejo Europeo de Investigación

La renuncia de Mauro Ferrari abre una oportunidad para que la Comisión Europea haga examen de conciencia y mejore el proceso de selección de un órgano insustituible para la ciencia en la UE

Foto: Mauro Ferrari junto al anterior director del ERC, Jean-Pierre Bourguignon (Comisión Europea)
Mauro Ferrari junto al anterior director del ERC, Jean-Pierre Bourguignon (Comisión Europea)

Desde su creación en el año 2007, el Consejo Europeo de Investigación (ERC) se ha convertido en la joya de la corona de la Comisión Europea, siendo el ejemplo más exitoso de cómo la Unión Europea (UE) impulsa la excelencia científica y tecnológica. En sus más de diez años de andadura, el ERC ha seleccionado casi diez mil proyectos de vanguardia presentados por científicos individuales adscritos a todas las disciplinas científicas. A los investigadores elegidos, entre los que se hallan siete premios Nobel, cuatro medallas Fields y cinco premios Wolf, se les otorga una financiación que puede alcanzar los 2,5 millones de euros. El objetivo de este generoso apoyo económico es que, en un plazo máximo de cinco años, estos eruditos desarrollen "investigación de frontera" dentro del territorio de la UE. Durante el periodo 2014-2020, ERC ha contado con un presupuesto de 13,1 billones de euros. Esta formidable financiación, que constituye el 17% de la totalidad del presupuesto del actual Programa Marco de Investigación de la UE, convierte al programa ERC en el mejor dotado económicamente de todo Horizonte 2020.

Frente a las habituales apariciones del ERC en la prensa, mostrando su buen hacer en el ámbito científico, en estos últimos días la institución está copando titulares de periódicos europeos y nacionales por un motivo bien distinto. Los medios se hacen eco de una explosiva noticia con un perfil bifronte que no parece fácilmente conciliable. Por un lado, Mauro Ferrari, presidente del ERC desde enero 2020, anuncia su dimisión en una carta efectista de tintes cuasi-épicos. El investigador italo-americano muestra una profunda decepción por el rígido funcionamiento de la división científica de la UE y reprocha amargamente a europolíticos y eurofuncionarios su incapacidad para impulsar una Europa Unida que luche vehementemente contra el covid-19. Por su parte, el consejo científico del ERC, formado por una veintena de prestigiosos científicos de todo el espectro disciplinar, emite un más aséptico, pero a la vez extremadamente rotundo, comunicado en el que informa que ha sido el propio consejo quien ha forzado la dimisión de Ferrari, tras hacerle saber —ya en el mes de marzo— que había dejado de contar con la confianza de este órgano colegiado. Entre los motivos alegados para justificar semejante cisma: el insuficiente compromiso y dedicación de Mauro Ferrari al nuevo cargo, la falta de interiorización de las responsabilidades inherentes a su nombramiento y su activa participación en múltiples actividades externas al ERC, tanto de naturaleza académica como empresarial.

La lectura de ambos documentos, tan desemejantes en estilo y en contenido, no puede sino generar preocupación. Se trata, cuando menos, de un asunto incómodo, que siembra impúdicamente la duda sobre el funcionamiento y hasta la utilidad final de una institución como el ERC, considerada hasta este momento intachable por parte de la comunidad científica internacional. La situación corre además el riesgo de derivar en una historia que —ojalá que no— podría llegar a adquirir tintes amarillistas. Es indudable que únicamente los protagonistas directos de esta historia conocen todos sus matices y recovecos. Pese a ello, me gustaría aludir brevemente a mis vivencias personales en el ERC, por si ellas pudiesen arrojar algo de luz sobre esta herida recién abierta.

En el año 2013 comencé a trabajar en la agencia ejecutiva del ERC (ERCEA) en calidad de “experta nacional destacada” designada por la Universidad de Zaragoza. Mi estancia en la institución fue un periodo fecundo y enriquecedor, lleno de nuevos aprendizajes, que apuntalaron mi conciencia sobre la extrema importancia de la ciencia en el mundo actual. Frente a la endémica escasez de recursos disponibles en España para hacer ciencia y gestionarla, los integrantes de la agencia vivíamos nuestro día a día laboral benditamente contagiados por las mismas consignas que conforman la esencia de esta institución comunitaria: apoyar la excelencia, impulsar la creatividad y auspiciar la innovación. Como muy simbólicamente afirmaba un becario ERC español, toda la organización está diseñada para que los mejores científicos del mundo puedan ver cumplida esa "carta a los Reyes Magos" que han remitido al ERC en forma de propuesta científica. En consonancia con ello, a lo largo de dos años fui testigo de las múltiples iniciativas, visionarias a la par que sólidamente fundamentadas, que los sabios del consejo científico del ERC perfilaban con la ilusión e intensidad propia de un doctorando que comienza su andadura profesional por la senda de la ciencia global. Todos los miembros de este consejo eran referentes presentes y cercanos, que siempre lucharon con una sola voz para defender la relevante labor del ERC. Entre aquellos jóvenes canosos se hallaba Jean-Pierre Bourguignon, por aquel entonces presidente de la institución. Era habitual que este insigne matemático participase activamente en la prolija agenda científica del ERC; ganándose, con su refinado inglés afrancesado, su impoluta educación y su humildad, el respeto de quienes trabajábamos para él.

Personalmente, no tengo ningún motivo para cuestionar el contenido del comunicado emitido por el consejo científico del ERC el pasado 8 de abril, más aún cuando tal fue aprobado de forma unánime por 19 científicos incuestionablemente excelentes, que además poseen experiencia acreditada en la alta gestión científica dentro del contexto comunitario. Sin entrar en elucubraciones sobre la adecuación, objetivos e intenciones de la misiva de 7 de abril rubricada por el ya expresidente de la ERC, sinceramente confío en que la polémica creada por la renuncia de Mauro Ferrari dure menos tiempo que el consumido por este académico-entrepreneur en su cargo paneuropeo. El proyecto científico del ERC bien merece dicha altura de miras.

De cara al futuro, sería necesario que la Comisión Europea realizase examen de conciencia y mejorase el actual proceso de selección del Presidente del ERC. La posibilidad de presentar auto-nominaciones o la significación concedida a los perfiles preponderantemente políticos dentro de un comité de búsqueda de Presidente que es designado por el Comisario de Investigación, son aspectos que sin duda producen rechazo entre el colectivo científico. Es por ello que un mejorado mecanismo de selección del nuevo Presidente del ERC debería implementar cambios como los siguientes: concederle más relevancia a la transparencia procedimental, priorizar los perfiles científicos dentro del referido comité y el papel del propio consejo científico del ERC a lo largo de este proceso, delimitar en mayor detalle cuestiones de tipo deontológico como los conflictos de intereses y el grado de disponibilidad real que han de ofrecer los candidatos, valorar el conocimiento y la conexión previa de estos con el ERC y la ciencia europea y sopesar asimismo la aplicación en este contexto de las directrices en materia de políticas de género emanadas de la propia UE. Los méritos que atesora el ERC bien justifican su necesidad de contar con un Presidente que vele sin fisuras por el futuro de dicha institución.

Larga vida al Consejo Europeo de Investigación, una institución necesaria para que Europa pueda afrontar retos tan gigánticos como la lucha contra el coronavirus. Larga vida al Consejo Europeo de Investigación, una institución asimismo imprescindible para que quienes hacemos investigación en España sigamos soñando con un horizonte mejor para nuestra ciencia.

(In memoriam, Theodore Papazoglou, jefe de unidad del ERC, recientemente fallecido de coronavirus).

Katia Fach Gómez es Profesora Titular de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Zaragoza

Desde su creación en el año 2007, el Consejo Europeo de Investigación (ERC) se ha convertido en la joya de la corona de la Comisión Europea, siendo el ejemplo más exitoso de cómo la Unión Europea (UE) impulsa la excelencia científica y tecnológica. En sus más de diez años de andadura, el ERC ha seleccionado casi diez mil proyectos de vanguardia presentados por científicos individuales adscritos a todas las disciplinas científicas. A los investigadores elegidos, entre los que se hallan siete premios Nobel, cuatro medallas Fields y cinco premios Wolf, se les otorga una financiación que puede alcanzar los 2,5 millones de euros. El objetivo de este generoso apoyo económico es que, en un plazo máximo de cinco años, estos eruditos desarrollen "investigación de frontera" dentro del territorio de la UE. Durante el periodo 2014-2020, ERC ha contado con un presupuesto de 13,1 billones de euros. Esta formidable financiación, que constituye el 17% de la totalidad del presupuesto del actual Programa Marco de Investigación de la UE, convierte al programa ERC en el mejor dotado económicamente de todo Horizonte 2020.

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