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La gran decepción de Silicon Valley: por qué no ha creado nada para luchar contra el covid
El ecosistema de emprendimiento por excelencia ha entrado en una monotonía en el que todo pasa por replicar soluciones ya existentes y no innovar dando respuesta a cosas no resueltas
Los ecosistemas de emprendimiento han sido muy notables en las últimas décadas. No solo porque permitieron que muchas personas en lugar de buscar un trabajo seguro en la administración o una gran empresa tuvieran la oportunidad de desarrollar su proyecto, sino porque sirvieron para crear productos y servicios que han aportado indudable valor a la sociedad. Sin embargo, cuando las sociedades han tenido la urgente necesidad de nuevas respuestas, por ejemplo, ante una pandemia global como la que vivimos con el coronavirus, nos hemos encontrado ante la decepción de que el gran icono de estos entornos, Sillicon Valley, no funciona como muchos hubieran imaginado.
Aunque las bases vienen de antes, el surgimiento de este ecosistema en la década de 1950 está íntimamente ligado a la colaboración entre investigación académica (Universidad de Stanford) e innovación empresarial. Por ejemplo, 'Fairchild Semiconductors', creadora del primer chip que daría una gran ventaja tecnológica a los EEUU, es además la primera operación de capital riesgo (1958). Nace así una cultura de generar nuevas soluciones ante los retos de cada momento, independientemente de su naturaleza.
Una gran herencia
Es impresionante el valor que ha aportado al mundo en este tiempo. Se han creado empresas que cambiaron su época como IBM, GE, Kodak o HP al principio, Apple más adelante, o Google, Netflix, Facebook en este siglo. Alrededor del 28% de la inversión para empresas en fase de desarrollo de EEUU es captada por empresas ubicadas allí, el PIB per cápita de la zona es más del doble que la del país (cuatro veces más que en España), y es el área metropolitana de mayor crecimiento de PIB.
Pero aun así, desde hace varios años vienen apareciendo numerosos artículos y libros que anuncian el deterioro y aún la caída de este ecosistema. El propio 'The New York Times', en un artículo de Kevin Roose, habla de “el fin de Silicon Valley desde Silicon Valley”.
No pocos observadores señalan que la decadencia viene marcada por la norma de acumular riqueza
Son numerosos los observadores que mantienen que esta decadencia viene marcada porque se ha impuesto la acumulación de riqueza y poder a la ética del trabajo y otros valores inherentes a las sociedades democráticas. Así, todo es muy caro, crece la discriminación, el sexismo, el acoso… Todos estos elementos pueden ser parte de la razón, pero a mi juicio la principal, es la falta de propósito.
Durante numerosos años estos ecosistemas se nutrían de visionarios, espíritus con empuje que encontraban una necesidad en el mercado y trataban de cubrirla. Surgían de una manera espontánea modelos creativos para sacar adelante los proyectos, y era un equipo genuino el que marcaba el camino al éxito. Tenían un propósito compartido.
Objetivo: ser unicornio
Posiblemente es a partir de 2013 que se habla de unicornios para definir las 'startups' disruptivas, que habían crecido mucho y de manera muy rápida, llegando a valoraciones de más de mil millones de dólares, cuando ese propósito compartido comienza a desvanecerse. Ser un unicornio se había convertido en el objetivo. Y para lograrlo se comienza a estandarizar e implementar respuestas ya aprendidas para todo: 'Design Thinking' o 'Lean Start-up' para crear tu modelo; técnicas de generación de 'leads', captación de usuarios, retención, 'lifetime value'… Todo se centra en el llamado 'Business Intelligence'.
¿Qué parte queda para la creatividad que desbordaba ese valle hace quince o veinte años? Poca. Comienza a no haber lugar para procesos nuevos que generen respuestas inesperadas. Su 'por qué', como diría Simon Sinek, es levantar capital, ganar dinero, ser un unicornio, hacer una venta millonaria. Silicon Valley se convierte en el lugar con el conocimiento más importante para crear, gestionar y financiar 'startups' de emprendedores, pero no para encontrar nuevas respuestas, para reinventar. Por ello, cuando ha llegado una crisis como la del covid-19, se ha visto que todo el potencial está centrado en ser una máquina de generar beneficio económico, no en dar las respuestas que la sociedad necesita.
Pero, claro, no todo es negativo, ni mucho menos. En mi opinión, este proceso común a la mayoría de ecosistemas de emprendimiento, es simplemente natural en los procesos evolutivos. Alex Lazarow en su ensayo 'Out-Innovate: How Global Entrepreneurs—from Delhi to Detroit—Are Rewriting the Rules of Silicon Valley' explica que el modelo se está agotando porque el mundo de la innovación necesita reinventarse. Defiende que el cambio está en marcha pero el epicentro de dónde sucederá es difuso.
Estoy de acuerdo con Lazarow, aunque en mi opinión la innovación es solo el resultado del proceso creativo de uno o varios innovadores ante una necesidad no resuelta por causa de las respuestas pre-aprendidas. Es decir, el propósito es solucionar necesidades no resueltas, para además de ser rentables, generar nuevas soluciones inesperadas. Creo que estamos entrando en la 'Era del Innovador', del cambio de foco del emprendedor al innovador (que, como veremos en un próximo artículo, es distinto) y que estas personas volverán a poner el propósito en el centro de sus objetivos. Y esa regeneración no se dará en un valle, ciudad o país, sino que será geográficamente líquida y deslocalizada.
*Jose Almansa, cofundador de LOOM y de Impact Hub Madrid y autor del libro 'El fin de la innovación. La era del innovador'.
Los ecosistemas de emprendimiento han sido muy notables en las últimas décadas. No solo porque permitieron que muchas personas en lugar de buscar un trabajo seguro en la administración o una gran empresa tuvieran la oportunidad de desarrollar su proyecto, sino porque sirvieron para crear productos y servicios que han aportado indudable valor a la sociedad. Sin embargo, cuando las sociedades han tenido la urgente necesidad de nuevas respuestas, por ejemplo, ante una pandemia global como la que vivimos con el coronavirus, nos hemos encontrado ante la decepción de que el gran icono de estos entornos, Sillicon Valley, no funciona como muchos hubieran imaginado.