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Ciencia, consciencia y conflictos de interés

Es clara la dificultad que tenemos los humanos de reconocer y aceptar verdades (¿quizá porque son incómodas?) que aportan las ciencias, desde las sociales hasta las más exactas o empíricas

Foto: La salida de uno de los tubos de lava del volcán de La Palma. (EFE)
La salida de uno de los tubos de lava del volcán de La Palma. (EFE)

Leía en estas semanas la información sobre la alta posibilidad de un tsunami en las costas de Málaga y me trajo a la memoria, como si hubiera sido ayer, la primera vez que oí hablar del uso de las tecnologías en las emergencias climáticas y humanitarias. Fue en 2005, en el contexto de un congreso mundial de investigadores en comunicación social (la IAMCR, en Taipéi), donde se hacía balance del desastre humano del tsunami de Sumatra (Indonesia) en las navidades de 2004, en el que perdieron la vida 280.000 personas.

El tema de ese encuentro fue nada menos que 'Media Panics: Freedom, Control and Democracy in the Age of Globalisation'. Han pasado 16 años ¿y no les parece que es totalmente actual? Leía recientemente que el CSIC ha alertado de tsunamis en la costa de Málaga (contado en los medios) y he buscado la fuente, que efectivamente se publicó en una revista científica.

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Hay cosas que vuelven a suceder porque, aun teniendo la sociedad más información —que permite un mayor conocimiento—, quienes toman decisiones se niegan a aceptar opiniones científicas —es decir, basadas en datos, resultados y comprobaciones— o lo hacen de forma errática. También a nivel familiar o profesional. Y no es culpa de la ley de Murphy sino impericia o inmadurez, falta de cálculo de las consecuencias de los hechos, y también una mentalidad local e individual incapaz de pensar en lo común o social, cuando no una muestra de claros conflictos de intereses que empañan la acción pública.

Es clara la dificultad que tenemos los humanos de reconocer y aceptar verdades (¿quizá porque son incómodas?) que aportan las ciencias, desde las sociales hasta las más exactas o empíricas. Ya tuve ocasión de hablar aquí sobre las diversas caras del negacionismo, como fenómeno de estos tiempos de posverdad y desinformación, pues sorprende cómo vuelve una y otra vez a ocuparnos en el Observatorio de la Desinformación de la Complutense.

Imagen del terremoto de Sumatra, 2005 (Wikipedia)

En el terremoto de Sumatra, todavía no teníamos 'smartphones' ni tabletas, o eran minoritarios. Pero ya entonces académicos de la comunicación y de otras ciencias sociales avisaron de que con un sistema de alertas, tipo SMS, se podrían haber evitado muchas muertes. Los turistas, y por supuesto los lugareños, disfrutaban de las costas, de la playa y de los distintos resorts hoteleros. Algo que ha reflejado la película 'Lo imposible' con todo su dramatismo y realidad.

La ciencia habla, pero hay conflicto de intereses

Hay ejemplos de desastres que no valoramos en el momento en que se producen, porque son muy dolorosos (envenenamiento por el 'aceite de colza') o porque no son transparentes los países donde ocurren (como el desastre nuclear de Chernóbil en Rusia, retratado en la miniserie americana, que permite analizar la incorrecta toma de decisiones).

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Ante la emergencia del cambio climático, algunos países siguen siendo tibios en la adopción de medidas, no solo para luchar por la salud y supervivencia, sino incluso ante riesgos de desaparición de ciudades. Tal es el caso de Venecia, como se analizaba el año pasado en este vídeo de El Confidencial ¡Ciao, Venecia! Por qué huyen a miles los venecianos de la ciudad más bella del mundo”.

Esta misma realidad me la comentaba una colega periodista en EEUU, que vive y tiene propiedad en Miami. Me decía hace no mucho que no cuenta —por consejo de sus abogados— con que su casa la hereden sus hijos; no hay más que ver cómo se ha construido en la costa de Florida, despreciando los rigores del mar, de los huracanes y de la subida de la temperatura del agua.

Foto: Varios miembros del equipo de la Cátedra RRD que ha creado el modelo de simulación. (Imagen cedida)

Son ejemplos, si ustedes quieren (yo no), banales o menudos, pero indican una constante tendencia de negación de hechos contrastados, algunos de ellos incluso evidentes. Además de por la oposición a tener certezas y verdades, fruto de la posverdad, se suman los conflictos de intereses, una cuestión ética que deberíamos abordar en todos los ámbitos.

Soluciones: conversaciones relevantes

En estas semanas, especialmente con motivo de la erupción del volcán de La Palma, se ha vuelto a ver la necesidad de contar con expertos en los medios de comunicación. Es muy meritoria la acción de comunicación de los expertos del Involcan, del CSIC o del Instituto Geográfico y su generosidad de tiempo. La ciencia hace también divulgación y cuenta con hacerse más comprensible, es parte de la comunicación, y parte de la tarea que se nos pide a académicos e investigadores. Es, por cierto, lo que la Aneca y otras instancias de calidad llaman “transferencia”, y que hacemos por ejemplo desde esta columna.

Como se pueden imaginar, una conversación, una lectura relevante, choca con las prisas, con un “¡ah sí!, ya lo vi en Twitter o Instagram”. Un clic rápido, más consumista que de interés, no permite asimilar, ni comprobar ni transmitir a otros la importancia de un asunto.

En fin, permítanme la ironía, que no sea porque no se lo dije, y seleccionen bien a qué dedican y cómo su tiempo: lecturas, conversaciones, teatro, películas, informativos y programas culturales.

*Loreto Corredoira. Universidad Complutense de Madrid.

Leía en estas semanas la información sobre la alta posibilidad de un tsunami en las costas de Málaga y me trajo a la memoria, como si hubiera sido ayer, la primera vez que oí hablar del uso de las tecnologías en las emergencias climáticas y humanitarias. Fue en 2005, en el contexto de un congreso mundial de investigadores en comunicación social (la IAMCR, en Taipéi), donde se hacía balance del desastre humano del tsunami de Sumatra (Indonesia) en las navidades de 2004, en el que perdieron la vida 280.000 personas.

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